Los radares de la minería argentina no parecen haber detectado aun las movidas de los opositores a la actividad que vienen multiplicándose en los últimos tiempos en Chubut y que tuvieron como expresión más elocuente la recolección de 13.000 firmas presentadas por la llamada Iniciativa Popular para respaldar un proyecto de cerrojo total y absoluto que podría perpetuar los dictados de la Ley 5001.

La ofensiva ambientalista tiene como objetivo acosar y horadar la voluntad de apertura que han manifestado dirigentes políticos y expresiones de las fuerzas vivas de la provincia con respecto a la actividad.  Tras la frustración de 2012 con el malogrado Fondo Minero y Petrolero (que por su bloqueo fue diseccionado para solo prosperar en el ámbito de los hidrocarburos), la política chubutense ha venido analizando la perspectiva de liberar la provincia en par de fórmulas posibles que factibilicen los dos proyectos más notorios en el territorio provincial.

Uno es Navidad, de Minera Argenta, filial de Pan American Silver, proyecto al cual el gobierno nacional recientemente dio un guiño, atraído por la elocuencia de las cifras:

 US$1.500 millones que representarían una inversión tan importante como las que son tapa de diarios en el mundo por Vaca Muerta.

El otro es Suyai, de Minas Argentinas, la empresa local de Yamana Gold, que ha hecho un esfuerzo de ingeniería notable para llevar la extracción y manufactura del oro de Esquel de cielo abierto a subterránea, sin lixiviación y lejos del yacimiento, buscando la licencia social de una vecindad complicada.

El proyecto antiminería de Chubut no reconoce límites en su audacia y pretende que no se extraigan minerales de las entrañas de Chubut y que tampoco se puedan procesar en otras provincias, como la minera Santa Cruz.

Otro capítulo de esta historia es el que corresponde al uranio, que a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y de otros actores privados de este segmento pretenden poner en valor un recurso que Chubut tiene en Cerro Solo y otras aéreas valiosas de su postergada Meseta Central.  Desde que Carlos Menem cerró Sierra Pintada, en Mendoza, la Argentina ha navegado en la indefinición acerca de qué hacer con el uranio, pero su Plan Nuclear aconseja contar con un abastecimiento propio de ese mineral estratégico.

Precisamente, hace pocos días, pobladores de Gan Gan, Gastre, Paso de Indios y otras comunidades llevaron a la Legislatura su Manifiesto de la Meseta, en el cual reclaman el derecho a desarrollar la minería en un ámbito que hoy solo conoce de penurias por la sequía, la desertificación, las cenizas volcánicas y el olvido de los gobiernos de turno.

La pequeña burguesía ilustrada de Trelew, Comodoro, Madryn y sobretodo de Esquel, les dice a los sufridos pobladores “el agua no es de ustedes, es de la Humanidad”, y no quiere entender de razones técnicas o hídricas, como por ejemplo el notable acuífero de Sanampa, que descubrió precisamente Pan American Silver explorando Navidad. 

Como en la historia de la década ganada y perdida de siete provincias que embromaron la minería, incluida Chubut (dónde empezó todo en 2001), la minería argentina suele mirar y lamentarse, con una suerte de designio judeo- cristiano de pueblo perseguido que espera su Mesías. Enfrente, la antiminería es más práctica y trafica en las redes sociales tips verdes y sensibles muy agradables para el consumo de los jóvenes.

Existe una creencia en los mineros en Argentina de que el tiempo les dará la razón, pero no hay ninguna construcción humana que se haya perfeccionado sin el uso de la acción.