Durante su siglo de historia, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos se caracterizó por ser uno de los organismos más opacos e inaccesibles del país, y solo en muy rara ocasión se permitió que los no iniciados accedan a su interior.
De hecho, los propios empleados señalan con malicia que probablemente sea más fácil ingresen a la Casa Blanca, cuatro manzanas al noreste en el centro de Washington, que a la sede del banco central.
Si difícil es acceder al enorme edificio neoclásico, más lo es a la mítica sala de reuniones de laJunta de Gobernadores del banco central estadounidense. "Solo entré a esta sala después de 15 años trabajando en el sistema de la Reserva Federal", subraya Doug Tillet, jefe de política monetaria del Departamento de Relaciones Públicas del organismo, en un recorrido con un reducido grupo de medios de comunicación, entre ellos Efe.
La sala cuenta con la gran mesa ovalada en la que se sientan los siete gobernadores y cinco presidentes de las doce Reservas Federales "regionales" para componer el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, en inglés).
De estos cinco, el presidente de la Reserva Federal de Nueva York es fijo, y los cuatro restantes se van rotando de manera periódica entre las otras instituciones regionales. "Nueva York sigue siendo el principal nudo financiero, aunque Chicago y San Francisco han ganado terreno en los últimos años", explica Tillet.
El corazón de la economía mundial
El Comité Federal de Mercado Abierto es el corazón del banco central, que tiene 20.000 empleados en todo el país: el lugar en el que se toman las decisiones de política monetaria y donde se discute la evolución económica de Estados Unidos.
Al frente, la presidenta, Janet Yellen, la primera mujer en encabezar la institución desde su creación en 1913. El sistema cuenta con 12 bancos regionales: Boston, Nueva York, Filadelfia, Cleveland, Richmond, Atlanta, Chicago, St. Louis, Minneapolis, Kansas City, Dallas y San Francisco.
Creados hace un siglo, reflejaban la densidad de población en EE.UU. entonces, y suponen un anacrónico recuerdo del cambio demográfico experimentado, especialmente el boom económico y financiero de la, por entonces, apenas poblada costa oeste.
Alrededor de la mesa, que ha vivido más de una crisis económica, las sillas de los gobernadores de la Fed, quienes tienen su despacho en el mismo pasillo, a solo unos pasos. Cada ocho semanas se lleva a cabo la tradicional reunión del FOMC, con la visita de los presidentes regionales con derecho a voto, cuyo comunicado final puede dar la vuelta a los mercados y provocar más de una alteración cardíaca.
Sin embargo, Tillet señala que suelen ser encuentros "bastante cordiales" e "incluso aburridos", en los que los miembros intercambian sus opiniones sobre el panorama económico. "También hay chistes, solo que los cuentan personas que, por lo menos, tienen un doctorado en economía", agrega el funcionario en un clara muestra de humor de banquero central.
La vida antes de la crisis
Una excepción a la poca agitación habitual son las actas de los encuentros de la FOMC de los meses previos y durante la crisis de 2008, como consecuencia del estallido de la burbuja financiera vinculada a los activos hipotecarios de alto riesgo.
Fue en ellas en las que el entonces presidente de la Fed, Ben Bernanke, diseñó el multimillonario plan de estímulo monetario a través de la inyección de liquidez y que le otorgó una poco habitual fama mundial para un banquero central fuera del ámbito económico.
Bernanke reconoció "a posteriori" que no vio llegar la crisis, pero aseguró mostrarse orgulloso de la respuesta dada por la Fed para salvar a la economía estadounidense de la catástrofe.
Por eso, Jon Faust, asesor especial de la Junta de Gobernadores, matiza los poderes limitados de la Fed con la proverbial cautela de los economistas. "Las crisis seguirán ocurriendo, aunque ya no cada diez años; el papel de los bancos centrales es que ocurran cada vez con menos frecuencia", señala en declaraciones reproducidas por ABC.
Como cierre a la inusual sesión consignada por el medio español, un pequeño regalo de la Fed a los periodistas presentes: una bolsita rellena de billetes hechos trizas por valor de 100 dólares.