Cuatro meses atrás, los argentinos transitaban un verano "caliente", marcado por los cortes de luz y los sobresaltos cambiarios. Y mientras el Gobierno por un lado culpaba a grandes grupos empresarios por la fuerte devaluación del peso, por otro, festejaba el hecho de que por fin se había llegado a un valor del dólar de $8, "excelentísimo" para impulsar las exportaciones, tal como afirmara la ministra de Industria, Débora Giorgi.
La funcionaria fue más allá y aseguró, en ese entonces, que la divisa había alcanzado un nivel que era "realmente consistente con el crecimiento industrial y los puestos de trabajo".
Sin embargo, a la luz de los hechos, la devaluación de enero resultó poco más que un parche que sólo permitió ganar algo de tiempo y aquietar ciertas urgencias cambiarias.
De ese "efecto derrame" hacia el sector exportador y hacia las economías regionales hubo poco y nada a ojos de los economistas: según datos del INDEC, en lo que va del año, de los 48 principales productos exportados por la Argentina, 33 de ellos, es decir, casi el 70%, vienen mostrando tasas negativas respecto al mismo período de 2013.
Según Mauricio Claverí, economista de Abeceb, "la competitividad cambiaria se fue evaporando a punto tal que algunos sectores directamente están entrando en un nivel similar al que imperaba a comienzos de enero, es decir, antes del salto devaluatorio".
A esto se sumó el "efecto Brasil": el enfriamiento de la economía del principal socio comercial -que está demandando menos alimentos, vehículos, autopartes, agroquímicos y bienes de capital- está contribuyendo a que el Gobierno se encuentre con el superávit comercial más flojo de toda la era K.
Por otra parte, la devaluación ni siquiera está dándole una mano en el terreno que más le interesa: la generación de divisas vía exportaciones agrícolas, el principal sostén del superávit comercial.
Según el diagnóstico de la consultora Econviews, que dirige Miguel Kiguel, "con el salto en el tipo de cambio a fines de enero, el incentivo a liquidar exportaciones se incrementó. Sin embargo, luego de haber estado en torno a $8 por dos meses y de haberse erosionado por la inflación la mayor parte de esa ganancia, el mercado ya descuenta que el tipo de cambio volverá a moverse".
Así las cosas, pese a que la cosecha de soja actual es muy superior a la del año pasado, "este aumento aún no se ve reflejado plenamente en la liquidación", afirman desde la consultora.
Sucede que los exportadores, ante la expectativa de novedades en el frente cambiario, declararon apenas un 35% del total cosechado (16,5 millones de toneladas), una cifra exigua considerando que, en ciclos anteriores, ese mismo porcentaje ya estaba cubierto en el mes de marzo.
El cepo, en el centro del debate
Todo este combo que conjugó desplome de exportaciones de vehículos y bienes industriales a Brasil, un ritmo de liquidación de divisas por parte de las cerealeras que podría haber sido sustancialmente mayor y crecientes importaciones de energía, complicó los planes oficiales de recomponer reservas.
En abril, al inicio de la "temporada alta" de liquidación de agrodólares, el BCRA recuperó activos por u$s1.200 millones. Sin embargo, en mayo -y pese a los continuos récords en la llegada de billetes verdes "frescos"- la tendencia fue decreciente, a punto tal que acumuló unos u$s330 millones.
No escapa a ojos de analistas que pese a la lluvia de "sojadólares" las reservas hoy se ubican en los u$s28.780 millones, unos u$s2.000 millones por debajo del cierre de 2013.
Cabe mencionar que esta baja incluso tuvo lugar a pesar de que Juan Carlos Fábrega haya tomado diversas medidas, como cuando allá por febrero obligó a los bancos a rematar sus activos en divisas por un valor cercano a los u$s4.000 millones. Y se dio, además, en momentos en que -más allá de una relativa flexibilización- se mantiene el control sobre el mercado cambiario.
Sin embargo, para los expertos, el cepo, más que evitar la pérdida de dólares, paradójicamente está retroalimentando la escasez.
En este sentido, Fernando Baer, director de la consultora Bconomics, sostuvo que mientras exista cepo cambiario en la Argentina que le impida a las empresas traer sus dólares para inversiones libremente, el Gobierno continuará condicionado, con bajo crecimiento, con la necesidad de profundizar el ajuste de la economía y teniendo que elegir entre "el mal menor" del modelo planteado por Juan Carlos Fábrega (cuidar reservas) y el propuesto por Axel Kicillof (reactivar el consumo).
Para el experto, la "evidente tensión" entre ambos reside en ver qué objetivo de política es el que prevalece: si cuidar y administrar el stock de reservas, que encabeza el presidente del BCRA, o evitar la contracción del nivel de actividad, que pregona el joven ministro.
"El problema central es que los objetivos de Fábrega y Kicillof son estructuralmente incompatibles. Está claro que el principal factor que ahoga el nivel de actividad no es la tasa de interés, sino la restricción externa y su génesis es el cepo cambiario", diagnosticó Baer.
Al igual que otros economistas, él cree que la administración K entró en una suerte de dilema en el que cuidar las reservas implica necesariamente un ajuste del nivel de actividad cuando, en realidad, "sin el cepo ambos objetivos serían perfectamente compatibles", destacó el experto.
"Las restricciones cambiarias, sumadas al control de las importaciones y exportaciones terminan resultando funcionales al ajuste y fuerzan la contracción de la economía", agregó.
Más cepo, menos inversión
Un dato no menor es que las exportaciones, pese a la gran cosecha de soja y a los buenos precios que exhibe el "yuyito", acumulan en lo que va del año una caída del 10%.
Esto, según un análisis de Marcelo Elizondo, ex director de Fundación ExportAr, obedece a un problema "estructural y crónico", que genera que el 80% de los capítulos de exportación que componen el nomenclador de la Aduana, muestren caídas.
"Las ventas argentinas al mundo exhiben una inquietante debilidad desde 2011. Ni en 2012 ni en 2013 se logró superar ese récord. Estos resultados muestran un amesetamiento que se está transformando en un problema crónico. De hecho, las exportaciones de los últimos meses están arrojando las cifras más bajas en 40 meses", disparó el experto.
Bajo la perspectiva de Elizondo, el hecho de que las ventas al mundo no crezcan desde hace dos años, responde a "la baja y decreciente tasa de inversión que sufre la economía. Y allí reside la gran debilidad para su recuperación".
"Hoy en la Argentina, el nivel de desembolsos es bajo y declinante y no acompaña la posibilidad de mayor inserción comercial internacional y generación de divisas", es el diagnóstico del experto, quien apuntó, entre otros factores, al cepo cambiario.
Según su análisis, en los últimos cinco años, durante tres períodos la tasa de inversión estuvo por debajo del 24% del PBI, un nivel considerado adecuado por los economistas. Paralelamente, las ventas al mundo se desaceleraron y desde 2011 no logran volver a sus registros históricos.
Una variable clave a monitorear es el ingreso neto de dólares por parte del sector privado que, según los últimos datos disponibles, en el primer trimestre cayó a su menor nivel en once años.
Para los expertos, el dilema que enfrentan los inversores en la Argentina no es tanto el tipo de cambio al que deben ingresar sus dólares, sino la imposibilidad de retirarlos libremente.
Desde la consultora LCG, el economista Gastón Rossi, destacó que las ganancias de las empresas en el país "quedaron en parte licuadas por el salto devaluatorio de enero".
Frente a este panorama "a cualquier ejecutivo le cuesta bastante convencer a los directivos del exterior de que pongan plata en la Argentina", fue el duro diagnóstico del experto, quien consideró que "hemos llegado a niveles de inversión irrisorios para el tamaño de nuestra economía", producto de "haber quedado institucionalizada la incertidumbre respecto de si se puede girar o no las utilidades que obtenga un proyecto de inversión".
El lado b de las importaciones
El otro efecto colateral del plan oficial de cuidar las reservas está vinculado con el impacto negativo en las importaciones y, paradójicamente, el perjuicio hacia actividades productivas responsables de generar divisas para el país.
En este sentido, el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, afirmó que "es ridículo hablar del levantamiento del cepo. Al revés, hoy el Banco Central y el Ministerio de Economía han endurecido el cepo. Hay restricciones a la importación de bienes que son absolutamente imprescindibles para producir".
Desde la consultora DNI, Elizondo afirmó que "la inversión ha sido la más afectada por las políticas de restricciones a las importaciones".
Para Miguel Ponce, gerente de la Cámara de Importadores (CIRA), "las restricciones están pegando seriamente en el aparato productivo. Históricamente, cerca del 80% de todo lo que se importa está vinculado con la producción. Somos, en la práctica, el principal proveedor de la industria nacional".
Por eso consideró que "cualquier demora en la entrada de un insumo o un bien de capital, sin dudas le estará generando problemas a la producción, las exportaciones y el empleo".
Cepo: ¿sí o no?
Para Baer, el principal problema que enfrentaría un eventual plan oficial para el levantamiento del cepo es el excedente de pesos que hoy circula en la economía, que alcanza al 3,5% del PBI, lo que equivale a más de $132.000 millones.
En su visión, una de las formas de resolver el "laberinto" del cepo es amigarse con los mercados de crédito externo. "Esto fomentaría el ingreso de dólares del exterior y evitaría un sufrimiento mayor a la economía y la sociedad".
Sin embargo, para Ricardo Delgado, director de Analytica, "es poco probable que se aflojen las restricciones más de lo que lo hicieron este año. Los datos del mercado cambiario siguen mostrando que no sobra nada, a pesar del récord de liquidaciones de soja. Además, las reservas apenas suben, incluso en un contexto de caída del nivel de actividad".
Los expertos coinciden en que antes de aflojar el cepo, la administración K deberá resolver una serie de asignaturas pendientes, como moderar la inflación o reducir el gasto público.
De no ser así, tal como sostiene el analista Orlando Ferreres, "si el Gobierno permitiera adquirir dólares libremente a la cotización actual, el Banco Central se queda sin reservas en dos meses".