A dos décadas de la puesta en marcha de la minería a gran escala en Catamarca, con el inicio de actividades del primer gran proyecto, Bajo La Alumbrera, el balance del aprovechamiento general del impacto y los beneficios en la provincia da negativo.
El Estado provincial y los sucesivos gobiernos jamás comprendieron la oportunidad que se presentaba para generar un plan de desarrollo económico integral, que abarcara tanto las actividades vinculadas a la minería –servicios, proveedores- como, fundamentalmente, las relativas a la producción en sectores deprimidos y otros incipientes y potencialmente atractivos desde el punto de vista de los beneficios económicos para la provincia.
En otros términos, los ingresos de la minería no se destinaron a promover otras actividades productivas que les permitieran a las nuevas generaciones de catamarqueños tener un horizonte alentador una vez que la minería se agote. Por el contrario, en estos veinte años la clase gobernante, tanto en el ámbito provincial como municipal, se ocupó de dilapidar los recursos económicos de la minería en objetivos cortoplacistas y, en gran medida, en política puramente clientelar. La riqueza del suelo, esto es, un recurso en esencia no renovable, se escabulló entre los pliegues de la vieja política. Festivales, becas, gastos corrientes y obras tan costosas como innecesarias fueron algunos de los destinos más emblemáticos.
***** Para ponerlo en números, basta precisar que entre 2004 y 2012, los municipios recibieron más de 673 millones de pesos de regalías mineras de la explotación de Bajo La Alumbrera. Y a su vez, el Estado provincial embolsó alrededor de 1.000 millones entre regalías mineras y utilidades de YMAD por el mismo emprendimiento. En materia de impuestos, el 70% de los ingresos fiscales totales de la provincia provienen de esa fuente. Catamarca, gracias a la minería, se encuentra en el ranking de las cinco provincias que más exportan en el país. ¿Y qué cambió desde entonces? La producción en el polo agropecuario se vino abajo, se cayó la promoción industrial y el sector quedó sin alicientes para nuevas inversiones, los municipios –mineros y no mineros- están al borde de la quiebra apenas por pagar sueldos y el Estado provincial solamente creció en términos de empleo público. La minería, como oportunidad de despegue económico, le quedó demasiado grande a los políticos catamarqueños. En suma, nunca hubo en verdad una política minera propiamente dicha. Y lo que se conoce como "política de Estado” en esa área devino en un fracaso absoluto.
***** Uno de los principales factores de ese fracaso es, precisamente, la falta de conciencia en la clase gobernante respecto a cuál debería ser el fin de los recursos mineros. Por caso, en los últimos días, se supo que el interés de los funcionarios era conseguir plata para financiar el viaje en avión del plantel de Unión Aconquija para jugar la final del Argentino "B” en Mendoza o el alojamiento de los artesanos del interior que participarán en la próxima edición de la Fiesta del Poncho. Es decir, en lugar de aprovechar lo poco disponible en un momento de crisis económica para invertir en actividades comunitarias de largo alcance y de mayor rentabilidad social, los responsables de administrar la provincia apenas piensan en las urgencias y los compromisos. El clientelismo sigue siendo el eje vertebrador de la política catamarqueña. Con esta concepción, incorporada incluso en gente que se supone debería tener una mirada más profunda, queda claro que aún la provincia no está preparada para construir un futuro mejor.