Por Gautam Naik y Cassandra Sweet
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) propuso el lunes una norma para regular las emisiones de carbono provenientes de cientos de plantas eléctricas en todo el país en lo que constituye una piedra angular de la agenda de cambio climático defendida por el gobierno del presidente Barack Obama.
La regla demanda que las plantas de electricidad reduzcan en 30% las emisiones de dióxido de carbono para 2030, desde los niveles imperantes en 2005, una meta exigente que representa el primer intento por limitar esta clase de contaminación.
"Es el equivalente a dejar en cero la polución anual de carbono de dos tercios de todos los automóviles y camiones en Estados Unidos", dijo Gina McCarthy, la administradora de la EPA, en un discurso que acompañó el anuncio de la medida.
El objetivo es hallar un equilibrio entre lo que pretenden los ecologistas, una meta general ambiciosa, y lo que quiere la industria eléctrica, como flexibilidad y un cronograma largo antes de cumplir la medida.
Quemar carbón produce más dióxido de carbono que el petróleo y el gas natural, pero es también la fuente de energía más barata y abundante y genera cerca de 40% de la electricidad de EE.UU. El sector eléctrico representa cerca de un tercio del total de las emisiones estadounidenses de carbono, según la EPA.
Se estima que las nuevas restricciones a las emisiones de efecto invernadero tal vez aumenten los precios de la electricidad en algunas partes de EE.UU. conforme algunas empresas cierran sus plantas de generación a carbón.
Sin embargo, las eléctricas cuya energía no emite tanto dióxido de carbono, y que enfatizan otras fuentes como energía nuclear, gas natural y energías renovables como la solar y la eólica, probablemente se verán beneficiadas, según los analistas.
El mayor impacto será absorbido por los productores de carbón, pero las eléctricas que queman mucho carbón también se verán afectadas.
Las nuevas normas son "malas para el carbón y para las empresas que generan energía a carbón", dice Hugh Wynne, analista de Sanford Bernstein, en Nueva York. "Los ganadores son los que no emiten ningún C02 porque ven cómo los costos de todo el resto suben y ellos no incurren en ningún aumento".
Los ejecutivos del sector eléctrico dicen que aún no se sabe a ciencia cierta cuánto les costará a las empresas y sus clientes cumplir con la regla propuesta. "Hay que estar preocupado acerca de los costos para el consumidor estadounidense y el efecto que tendrá en la economía", dijo Nick Akins, presidente ejecutivo de American Electric Power.
Un estudio encargado por la Cámara de Comercio de EE.UU. estimó que las normas podrían producir el cierre de plantas a carbón con una producción de 114.000 megavatios en los próximos 16 años y generar alzas de precios para los consumidores de unos US$17.000 millones al año en ese lapso. No obstante, los partidarios de las restricciones, como el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, han proyectado que las regulaciones reducirán los precios debido a los ahorros producidos por un uso más eficiente de la energía.
La ofensiva estadounidense para recortar las emisiones de dióxido de carbono tiene el objetivo, al menos parcial, de inducir a otros países, en especial China, a reducir sus emisiones.
Otros países, sin embargo, ya cuentan con políticas nacionales para reducir las emisiones de dióxido de carbono e incluso le llevan la delantera a EE.UU. Gran Bretaña, por ejemplo, forma parte del mayor sistema de intercambio de permisos de emisiones del mundo, que es operado por la Unión Europea, y que abarca a más de 11.000 plantas eléctricas y facilidades industriales en 31 países, además de algunas aerolíneas. Algunos países también han implementado impuestos al carbono.
China, el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo, contempla el lanzamiento en la próxima década de un programa nacional de intercambio de emisiones, pero también construye plantas de electricidad a carbón.
Un reciente informe de Naciones Unidas concluyó que al actual ritmo de aumento de emisiones, las temperaturas globales subirían entre 2 y 3,2 grados centígrados por encima de los niveles previos a la industrialización a mediados de siglo. No obstante, si el crecimiento de las emisiones se reduce a un buen ritmo, se prevé que el calentamiento sólo alcance a entre 1 y 2,2 grados centígrados por sobre las temperaturas preindustriales.
"Lo que el gobierno ha anunciado es tal vez su paso más importante para mostrar la seriedad que le asignan al cambio climático", dice Sarah Ladislaw, catedrática del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. "Esperan usarlo como una herramienta para que otros países sigan el ejemplo"