Hay capacidad ociosa en los ductos para afrontar un futuro boom del Shale. De todos modos se necesitarán millonarias inversiones.
Surcando su extensa geografía como arterias de un cuerpo en movimiento, la Argentina posee miles de kilómetros de ductos que transportan el hidrocarburo que sale del subsuelo. El mapa de caños encuentra un punto de convergencia en Neuquén, como una herencia de tiempos mejores, cuando los recursos salían a borbotones de estas tierras.
Hace tiempo ya que no se envía un solo metro cúbico de gas a Chile a través del gasoducto Pacífico ni de ninguno de los otros nueve puntos de exportación. Los Neuba I y II, diseñados para abastecer a la siempre voraz Buenos Aires en tiempos del auge de Loma La Lata, trabajan entre un 40 y un 50% por debajo de su capacidad operativa. El gran oleoducto que sale a las refinerías –manejados por la firma Oldeval– transporta tres veces menos de crudo que en el 98, año pico de la producción de la variedad Medanito en la cuenca. Algo similar ocurre con los poliductos que abastecen a la industria petroquímica de Bahía Blanca.
Todo este escenario podría cambiar a partir de Vaca Muerta. Si bien las redes troncales tienen capacidad de sobra para absorber el crecimiento de producción, habrá que invertir millones en infraestructura para acceder a las plantas de bombeo o a los grandes gasoductos. YPF, por caso, tiene proyectos por unos 100 millones de dólares para sacar la futura producción de Loma Campana, El Orejano y Rincón del Mangrullo hacia las refinerías y hacia las industrias en Bahía.
El gerente de ventas de gas de una importante petrolera nacional aseguró a "Río Negro Energía" que en general este tipo se obras se amortiza con los proyectos. En el caso del gas, además, se trata de un requisito indispensable porque transportarlo en camiones tiene un altísimo costo.
No sólo los caños serán necesarios para la revolución shale. Habrá una gran demanda de plantas presurizadoras. Es que el gas atrapado en la roca madre suele llegar a la superficie con muy baja presión y para inyectarlo en los ductos hace falta acondicionarlo. Las cañerías de TGS y TGN (las dos grandes distribuidoras mayoristas del país) operan entre 60 y 80 kilos por centímetro cuadrado, entre 30 y 40 veces más que las ruedas de un vehículo.
En estos casos, razonó el ejecutivo, las obras se hacen más difíciles de amortizar en el corto plazo por el precio del fluido, aunque en proyectos a 35 años seguramente estarán dentro de lo planificado y lejos de otros costos de mayor impacto como todos aquellos ligados a las fracturas hidráulicas.
Un dato alentador, sin embargo, es que existe tecnología nacional para la mayoría de estas plantas, al igual que lo que ocurre con los caños sin costura. Se trata de una de las puntas del derrame sobre otros sectores que se espera generar con Vaca Muerta.
EXPORTACIÓN
En una mirada de más largo plazo, el shale podría devolverle a la Argentina su posición de exportadora de hidrocarburos. Hoy sólo salen del país unos pocos derivados de petróleo, el crudo pesado del Chubut y Santa Cruz y algunos insignificantes saldos de gas.
Un eventual cambio de tendencia, tal como ocurrió en Estados Unidos, también encontrará bien parado al país. Existen 10 caños que cruzan fronteras para abastecer de gas a países limítrofes. Chile, Brasil y Uruguay serían los mercados de preferencia, particularmente el primero, altamente dependiente del gas licuado. Además, la producción de metanol en el país trasandino depende en gran medida de este recurso y hace ya varios años que no se la provee.
Neuquén tiene un rol clave aquí a partir del gasoducto Pacífico. Según el director provincial de Hidrocarburos, Alex Valdez, las instalaciones podrían volver a ponerse en marcha en el corto tiempo con obras de mantenimiento.
En el caso del gas, también necesitaría de una planta para licuar el fluido y así exportarlo en barco. Pese a que el mercado offshore crece cada día, el escenario está lejos para la Argentina, que tiene como desafío primordial el autoabastecimiento.
En el caso del petróleo, hay dos ductos que llegan a Puerto Rosales en Bahía Blanca, donde existe toda la infraestructura de acopio necesaria así como la logística para exportar. También existe otro que cruza la cordillera.
El transporte es un tema central para la industria petrolera, sobre todo para la gasífera. A tal punto, que puede llegar a definir la realización de un proyecto.
YPF, por caso, prioriza para el desarrollo shale aquellas locaciones donde ya existe infraestructura ociosa. La idea es poder reducir costos para comercializar la producción lo antes posible.
Para Neuquén, inclusive, su amplia red de ductos es un elemento que suma competitividad. Según explicó Valdez, se trata de un aspecto que se destaca a menudo a la hora de salir a capturar posibles inversores.
La provincia posee unos 5.700 kilómetros de oleoducto y una cifra apenas inferior de gasoductos. Hay zonas de cabecera por excelencia como Loma La Lata, Sierra Barrosa o Puesto Hernández.
Pero a su vez hay cientos de kilómetros de caños más pequeños que se mueven entre los yacimientos y que inclusive son ocupados por distintas firmas.
Extraño destino sufrieron los gasoductos que salen de la Cuenca Neuquina hacia Chile. La merma productiva del país y el exponencial crecimiento del consumo local obligaron al país a redireccionar todo el fluido al mercado interno, dejando al vecino país desprovisto de un combustible clave. El tema tensó al máximo las relaciones entre ambos países e incluso motivó la intervención de la Cancillería.
Con el grifo cerrado, Chile tuvo que salir a buscar soluciones. El creciente mercado del Gas Natural Licuado (GNL) a través de barcos ofreció una solución segura, aunque más cara. Pero tal es la dependencia de Chile, que consigue mejores precios que la Argentina por los contratos a largo plazo.
Todo el cuadro llevó a varias compañías medianas asociadas a "traders" a elaborar proyectos para importar gas del país vecino. La idea es regasificar los excedentes de GNL del vecino país e ingresarlos a través de los gasoductos que cruzan la cordillera para venderlos en el país. Aunque a un valor elevado, habría industrias prestas a pagar más para garantizarse un contrato seguro, aseguran desde el sector.
Pero, por ahora, todo esto permanece en etapa de proyecto. Los números, en principio, tornarían complicado el plan. También la oscilación en la demanda chilena, que complica la cuantificación de los excedentes para comercializar.
Atrás parecen haber quedado los 90, década en la que no se construyó ni un solo metro caño interno, ya que toda la infraestructura se armó para exportar. Los hidrocarburos, sobre todo el gas, dejaron el país a precios ínfimos en la época en la que parecía que no se iba a acabar nunca. Como una cruel paradoja, 20 años después la situación es la inversa.
Las imponentes torres perforadoras y toda la maquinaria que se requiere para poner en producción la roca madre de Vaca Muerta a menudo impiden visualizar la pata comercial del negocio. Como en un quiosco, hay vendedores y compradores, así como un precio y una cantidad acordada.
Sin embargo, los hidrocarburos no son un bien común. Por sus características, exigen un tratamiento especial para su transporte y tecnología especial para medir cuánto se está despachando.
La extensa red de ductos que tiene el país es el equivalente a tener los mejores caminos para el transporte comercial. De esta forma, se trata de una ventaja comparativa importante a la hora de pensar en no convencionales, donde cada dólar que pueda ahorrarse es vital para garantizar la rentabilidad de un proyecto. De forma irónica, que el boom del shale haya encontrado al país con los grandes caños troncales semivacíos es una buena noticia: hay espacio para transportar la producción que se viene a un costo menor.