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DEBATE
Oña: "Cristina y la pelea entre Kicillof y Fábrega"
20/05/2014

Cristina y la pelea entre Kicillof y Fábrega

Clarín. Por Alcadio Oña

Es bastante difícil administrar cualquier economía cuando el ministro y el jefe del Banco Central libran una batalla a fondo, como la que aquí enfrenta a Axel Kicillof con Juan Carlos Fábrega. Y resulta mucho más difícil si la economía anda a los tumbos.

Con el encumbramiento de los dos a los escalones superiores de la pirámide parecía que, por fin, había llegado cierto orden a la gestión, después de las peleas de todos contra todos que protagonizaban, entre otros, Guillermo Moreno, Mercedes Marcó del Pont y el propio Kicillof.

Kicillof y Fábrega tienen un sello de origen común: la cerrada confianza y las simpatías de Cristina Kirchner.

Desde que empezó a frecuentarlo, la Presidenta quedó encantada por las ideas del ministro, su manera de interpretar las cosas y por qué pasan las cosas: se acoplaban sin fisuras a las de ella misma. Y hasta compartían –comparten, en realidad– esa mirada conspirativa sobre los factores de poder y los llamados medios hegemónicos: desde luego, sobre los factores que no son propios y los medios críticos.

Y como cambiar las barajas que pesan en la economía era el sueño de Kicillof, a Cristina no le llevó un gran esfuerzo convencerlo de que tomara el timón.

Durante mucho tiempo, Fábrega fue un asesor permanente de la Presidenta en decisiones que involucraban a la política financiera, incluidas las de Marcó del Pont. Pero Fábrega tenía algunas diferencias básicas con Kicillof: se consideraba un hombre de la banca comercial, no un especialista en bancos centrales, y toda su ambición era culminar la carrera como presidente del Banco Nación. Así, empujado por su amistad con Cristina, aceptó saltar al BCRA.

Cuesta entender por qué hoy, a escasos meses de haber asumido, dos personas de la mayor confianza de la Presidenta están entreveradas en una disputa que ya retumba fuera de la Casa Rosada. O no tan complicado: ambos reportan a la misma cúpula, son parte del mismo sistema vertical de conducción, y si algo falla parece inevitable virar la lupa hacia la propia cima del poder político.

Con una mirada similar hasta es posible concluir en que eyectar a Moreno hacia una módica agregaduría de la embajada argentina en Italia fue como cambiar mucho sin cambiar demasiado. Eso le ocurrió justo al hombre que con chapa de Olivos hizo y deshizo dentro y fuera del equipo económico. Moreno no debiera andar masticando bronca, como anda, pues su caso expresa el modo de pagar en el kirchnerismo.

Dentro del Banco Central sobran quienes creen que Kicillof y La Cámpora no descansarán hasta llenar con gente propia los casilleros importantes de la entidad. Y si es posible, desplazar a Fábrega.

Aun cuando quizás sean exageradas, porque provienen de fuentes cercanas a Fábrega, impresionan algunas de las cosas que se cuentan sobre los alardes del ministro en el edificio de Reconquista al 300.

Dicen: “A veces, sus comentarios vienen teñidos de fuerte agresión ideológica y cargados de retórica, empezando por rememorar a Martínez de Hoz. La relación de Kicillof con Fábrega es decididamente mala y donde sea lo culpa de la recesión”.

Un intento de copamiento semejante al del Central tuvo lugar en la AFIP de Ricardo Echegaray. Pero Echegaray, que por muchos motivos es un verdadero peso pesado en el mundo de los K, logró frenar la ofensiva. Existe, por ahora, un armisticio dictado por la Presidenta.

El jefe del BCRA no las gasta igual, aunque, según cuentan, se protegerá y evitará quedar pegado a decisiones que le signifiquen rifar algunos de sus postulados. “Sólo se irá si la Presidenta se lo pide o buscará un atajo, pero dejando a la vista los riesgos que implican las ideas de Kicillof”, dicen en su entorno.

Fábrega cree que es necesario aflojar la emisión monetaria antes de bajar las tasas de interés, porque de lo contrario los pesos de los bancos terminarán en el dólar, presionarán sobre el tipo de cambio oficial o sobre el paralelo. Esa es una de las claves de su pelea con Kicillof.

En el fondo, aquí el problema de Fábrega no es tanto Kicillof sino la propia Presidenta, que jamás pensó en dejar de usar al Banco Central como instrumento de sus objetivos políticos. Difícilmente iría a cambiar ahora su manera de entender al BCRA, y la prueba la da un gasto público que crece al 40% anual.

Este mes le sacará alrededor de 15.000 millones de pesos y arriba de 120.000 millones al cabo del año. Pura emisión de la que no le gusta a Fábrega y a la que le teme.

Dice una conocida frase futbolera, aunque la paternidad se le atribuye al polaco Júzef Poniatowski, mariscal de Napoleón Bonaparte: “No hay mejor defensa que un buen ataque”. Messi, Agüero e Higuaín forman un ataque envidiable, condición que no parecen reunir Kicillof y Fábrega, al menos como los hace jugar Cristina Kirchner. O peor, en un mundo siempre dominado por las internas de palacio, se atacan entre sí.


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