El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, niega categóricamente que el nuevo gobierno de centro izquierda de su país vaya a tomar distancia - y por ende, debilitará - a la Alianza del Pacífico, el bloque de países de economías abiertas compuesto por México, Colombia, Perú y Chile, que muchos ven como el mejor antídoto del populismo que está arruinando a otras naciones latinoamericanas.
Antes de examinar si debemos creerle sin reparos, veamos lo que me dijo en una extensa entrevista en su despacho cuando le pregunté por los reportes periodísticos según los cuales la presidenta chilena Michelle Bachelet ha dicho que “revisará” la participación de Chile en la Alianza del Pacífico. “No, no hemos dicho eso. Eso es algo que ha dicho la prensa”, me explicó Muñoz. “Lo que hemos dicho es que nosotros vamos a continuar actuando en la Alianza del Pacífico de manera muy proactiva, en la medida en que no se transforme en un bloque político ideológico”.
Agregó: “No quisiéramos que la Alianza del Pacífico sea concebida como una suerte de bloque político excluyente, que se contraponga al Atlántico. Este no es un bloque de los librecambistas y eficientes, versus los estatistas ineficientes”.
El bloque comercial de la Alianza del Pacífico fue creado en el 2011, y ha tenido logros importantes en materia de integración, mientras otros bloques regionales latinoamericanos se han debilitado por rencillas comerciales. Entre otras cosas, redujo significativamente las tarifas aduaneras entre sus miembros, abrió embajadas y oficinas comerciales conjuntas en Asia y Africa, y está terminando de poner en marcha una bolsa de valores conjunta. El presidente colombiano Juan Manuel Santos lo describe como el nuevo “motor del desarrollo y la prosperidad” de Latinoamérica.
Ya sea porque Chile tiene grandes vínculos empresariales con Brasil y Argentina, o porque Bachelet quiere tomar distancia del apoyo entusiasta que su predecesor de centro-derecha dio a la Alianza del Pacífico, la primera visita oficial que la mandataria chilena realizó esta semana fue a Argentina. Muy pronto, según dicen sus allegados, viajará a Brasil.
Muñoz me dijo que Chile quiere invitar a Brasil a participar de alguna forma en la Alianza del Pacífico. Cuando le pregunté si esa no es una receta para enfriar o acabar con la Alianza del Pacífico, el canciller chileno rechazó esa sugerencia. Muñoz dijo que Chile propondrá medidas “de gradual acercamiento y diálogo” del bloque del Pacífico con Brasil. Por ejemplo, Chile propondrá acuerdos de movilidad de personas, integración física mediante obras de infraestructura y corredores bioceánicos, e intercambio de becas estudiantiles. Cuando le señalé que invitar a Brasil también podría tener el efecto de enfriar los planes de la Alianza del Pacífico, porque un tren avanza a la velocidad de su vagón más lento, Muñoz respondió que el bloque comercial puede avanzar perfectamente “a dos velocidades”. Así como la Unión Europea tiene algunos países que han adoptado el euro como su moneda y otros que no, la Alianza del Pacífico también puede avanzar a distintos ritmos, dijo. “Chile aspira a transformarse en un país puente, y además en un país puerto, para que los del Atlántico saquen a través de nuestros puertos sus productos”.
Mi opinión: El gobierno de Bachelet tiene razón en querer mejorar sus vínculos con Brasil y Argentina, que son vitales para su economía. Pero me pregunto si a Chile le conviene quitarle a la Alianza del Pacífico su aura política de “motor del desarrollo” de Latinoamérica, porque es precisamente esa “marca regional” la que más le puede ayudar a Chile a atraer a inversionistas extranjeros. A Chile le resultará mucho más fácil atraer inversiones extranjeras si cuenta con una “marca regional” que transmita seriedad y confianza, que le permita decir: “inviertan en Chile y podrán exportar desde aquí a los miembros más grandes de la Alianza del Pacífico”. En un momento en el que los inversores mundiales desconfían de los mercados emergentes, lo que más le convendría a Chile sería promover - al menos tácitamente - la imagen de la Alianza del Pacífico como el dream team de las economías estrella de Latinoamérica, y al mismo tiempo mejorar sus relaciones con Brasil por medio de acuerdos bilaterales.