Faltan definir algunos detalles, nada secundarios por cierto. Pero la decisión política ya está tomada: el Gobierno aumentará el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, probablemente hacia junio y seguro, antes de que se cobre el medio aguinaldo.
Parece cantado, además, que el momento elegido estará lejos de la marcha que Hugo Moyano ha programado para el miércoles próximo, de modo de evitar que el camionero pueda sacarle rédito de la medida. Aunque, más tarde o más temprano, se lo sacará.
Nadie soltará prenda sobre los alcances del incremento en el mínimo, porque Cristina Kirchner quiere reservarse las palmas del anuncio: silencio de radio les ordenó a sus funcionarios. Y lo mismo hizo con la posibilidad de que su discurso por la cadena nacional incluya alguna sorpresa, que, necesariamente, debería tomar la forma de un proyecto de ley.
Por lo que trascendió, en Economía trabajan con una banda de alternativas muy amplia sobre cuál sería el nuevo piso a partir del cual se pagará Ganancias. Tan amplia, como que los cálculos arrancan en $ 17.000 y llegan hasta $ 27.000.
La primera de las opciones luce muy pobre, pues 17.000 pesos sobre los actuales 15.000 representaría un reajuste de apenas el 13% contra una inflación empinada en torno del 35%. Ese remedio sería peor que la enfermedad: descolocaría todavía más a la CGT oficialista frente a la opositora y, encima, llevaría agua para el molino de quienes han hecho una bandera política del impuesto al trabajo.
¿Será tan generosa la Presidenta o tanto el deseo de remontar la imagen de su gobierno como para elegir 27.000 pesos, aunque no se trate rigurosamente de plata propia? Levantar la base hasta ese monto equivaldría a un aumento nada menos que del 80%.
Más vale pensar, entonces, en que Cristina elegirá una alternativa intermedia. Pero será inevitable leerla al trasluz de la inflación: si es escasa, porque es escasa y si no lo es, porque implica un reconocimiento explícito de la escalada de los precios.
Otra lectura también surge inevitable. Que el Gobierno viene presionado por el creciente deterioro de los salarios, el descontento social y una oposición que, en este clima, impulsa sus propias iniciativas, algunas diferentes entre si, pero todas en la misma dirección.
En la base, como un fantasma, se agita la inflación, que la Presidenta se empeña en negar pública o más o menos públicamente y que en la intimidad admite, aunque nunca hizo un intento serio para frenarla. Al punto de que se ha convertido en comidilla hablar de los Salarios Descuidados , en oposición a los Precios Cuidados de Axel Kicillof.
Por lo demás, no es grande la plata en juego. Según el Presupuesto de 2014, la recaudación proyectada para la cuarta categoría de Ganancias asciende a $ 48.000 millones, o sea, menos del 5% de los ingresos totales contemplados para la AFIP.
Pero la suba del mínimo no imponible afectaría una porción limitada de los 48.000 millones y, además, los recursos de la AFIP serán bastante superiores a los presupuestados: 100.000 millones de pesos extra al cabo del año, según las primeras estimaciones privadas.
En cambio, subsisten dudas sobre si también serán corregidas las escalas ascendentes del gravamen, según las cuales cada salto en los ingresos nominales implica pagar una alícuota más alta. Resultado: por un mismo salario real, descontada la inflación, la carga fiscal sube de piso en piso como si fuese un ascensor.
Se trata de la ya famosa Tablita de Machinea , vigente sin siquiera un retoque desde 2000. Es un instrumento que no sólo va comiéndose aumentos, sino que hasta provoca que una pequeña diferencia en los sueldos signifique afrontar una tasa mayor.
Y frente a un disloque semejante, subir solamente el mínimo no es más que un remedio parcial.
Pregunta a uno de los funcionarios que conocen la trastienda de la medida: “¿Por qué no anunciaron la suba del mínimo antes de las paritarias, si podría haber aflojado la presión salarial?” Respuesta: “Cualquier decisión le habría fijado un parámetro a las negociaciones gremiales, sin mayor efecto sobre los reclamos. Y ahora, cuando se ha cerrado la paritaria estatal, una de las pocas grandes que quedaba, avanzamos con el decreto”, dijo la fuente.
En esta danza de movimientos calculados, Cristina guarda una carta sorpresa en el mazo, que puede adelantar o conservar según la oportunidad política que considere más provechosa. Consiste en establecer, por ley, un sistema de ajuste automático del mínimo no imponible, anual y basado en algún índice de precios o en la combinación de varios indicadores.
Sería una reforma importante, largamente reclamada por los especialistas y, ahora, por el arco opositor. Y más aún: implicaría desprenderse de una pieza que el kirchnerismo ha trajinado a gusto y conveniencia. Claro que si se decide, lo hará recién sobre el final del ciclo, once o doce años después de haber llagado al poder.