El futuro de Vaca Muerta condiciona las expectativas sobre el futuro desarrollo y explotación de los recursos no convencionales en la Argentina. El yacimiento que ocupa un área de alrededor de 30.000 km2 (YPF tiene derechos adjudicados sobre 12.000 km2) posee el 60% de los recursos técnicamente recuperables de shale oil, y el 38% de los recursos de shale gas del país, según el relevamiento de la agencia norteamericana que por ahora nos sirve de referencia a todos. Si de esos recursos pudieran convertirse en reservas comercialmente explotables el 10% del de gas natural y el 15% de los de petróleo, la Argentina no sólo estaría en condiciones de recuperar su autoabastecimiento dentro de algunos años, sino también de volver a exportar saldos a la región por la infraestructura existente. A su vez, el desarrollo intensivo exitoso de los no convencionales puede ser un catalizador del desarrollo regional y nacional, si evitamos la “enfermedad holandesa” que puede apreciar la moneda, y constituimos con la renta agregada de esa explotación un fondo soberano intergeneracional, al estilo de Noruega o Alaska; o contracíclico, como lo hicieron nuestros vecinos de la cordillera con la renta del cobre.
La explotación de los recursos no convencionales requiere ingentes inversiones, un régimen ambiental que corresponda las mejores prácticas, y el tránsito por una curva de aprendizaje que adapte la tecnología existente a las características especiales de las rocas madres existentes en nuestra geología. Estos grandes desafíos tienen en lo inmediato que atravesar tres instancias: una económica, una política y otra geológica.
La economía argentina hoy no atrae inversiones. Nadie invierte en capital fijo en un entorno donde prevalece la intervención discrecional. Peor, la Argentina acaba de atravesar un salto devaluatorio donde se habló de un “dólar petrolero” y donde los productores aguas arriba terminaron resignando renta en un acuerdo de reducción de precios graduado en el tiempo para evitar que la devaluación se trasladara de golpe a los precios de los combustibles. Es un secreto a voces que el dólar de 8 pesos, usado de nuevo como ancla de precios, no está para durar y genera expectativas de futuros reacomodamientos cambiarios. La duda es la magnitud de esos ajustes cambiarios y la posibilidad de que aumente la administración y el control de precios de los hidrocarburos y l os productos petroleros para atenuar el impacto inflacionario. En la jerga petrolera eso implica imprevisibilidad en los mecanismos de apropiación y distribución de la renta futura que guían las decisiones de inversión. Esas dudas no van a quedar disipadas hasta que la Argentina no encare un programa antiinflacionario serio y estructural que devuelva la credibilidad y regenere confianza. Hasta que eso no suceda habrá inversiones testimoniales a la espera de otra política económica y energética.
La segunda instancia, en principio, tiene agenda para agosto del 2015. Allí las elecciones primarias empezarán a despejar la incógnita del gobierno que regirá los destinos de la Argentina en el período 2015-2019. Todos esperan que una nueva administración (incluso por aquello de que “la necesidad tiene cara de hereje”) sea más amigable con los inversores y restablezca el acceso al financiamiento internacional. Pero el desarrollo intensivo de Vaca Muerta, la exploración del mar argentino y la intensificación de la exploración en las cuencas convencionales, requiere más que una política de seducción de inversiones, que a la postre puede resultar en más populismo travestido de otro signo. Para restablecer la confianza y apuntalar con la energía una estrategia de desarrollo económico y social, habrá que ofrecer certidumbre de largo plazo; si es posible una política de Estado para las próximas décadas a ser respetada en la alternancia republicana.
La instancia geológica también está a la espera de resultados. Hasta ahora el perfil piloto de pozos que realiza Chevron en acuerdo con YPF es lo más avanzado en cantidad de perforaciones. Sin embargo, hay otras empresas que han realizado pocas perforaciones pero de mayor envergadura por su recorrido horizontal.
Los resultados por ahora son ambiguos. Hay perforaciones verticales con rendimientos bajos que promueven cierto escepticismo, y algunas horizontales con resultados alentadores que promueven confianza. La mayor parte de los pozos están relacionados al shale oil, cuando en realidad los recursos de shale gas sextuplican a los de petróleo. Si terminados los pilotos hay continuidad con los programa de desarrollo, se reforzarán los indicios de la viabilidad comercial de la explotación. De lo contrario, habrá que replantear cronogramas de maduración de la inversión.