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INTERNACIONALES
Nigeria: el gigante africano no es sólo petróleo
28/04/2014

El gigante africano no es solo petróleo

El País de España. Por José Naranjo

De la noche a la mañana, Nigeria se ha convertido en la economía más grande y potente de África. Esto es al menos lo que revela su producto interior bruto (PIB) de 2013, que se acaba de recalcular y ahora se eleva a 371.486 millones de euros, superando así a Sudáfrica, su gran rival continental. Lo más curioso de todo es que, si bien la economía del gigante nigeriano (170 millones de habitantes) se sustenta sobre todo en el petróleo, del que es el gran productor africano, este éxito repentino se apoya más bien en otros sectores, como el comercio electrónico (sí, Internet), los servicios, las telecomunicaciones y sus vibrantes industrias musical y cinematográfica, que disfrutan de un éxito arrollador en todo el continente.

Esta “buena noticia” llega además en un momento de inestabilidad política, con unas elecciones a la vuelta de la esquina y de máxima actividad de uno de los grupos terroristas más sanguinarios del mundo: Boko Haram, que un día sí y otro también golpea con enorme violencia en los Estados musulmanes del norte del país, donde se libra una guerra no declarada.

En 2013, el Fondo Monetario Internacional había calculado el PIB nigeriano en 256.473 millones de euros. Sin embargo, hacía mucho tiempo que este país no actualizaba sus estadísticas de producción y consumo, y que venía usando como referencia los precios de 1990. Siguiendo los consejos de la Comisión de Estadística de la ONU, el Gobierno de Abuya decidió actualizar sus cifras y, tras una larga espera de varios meses, finalmente decidió hacerlas públicas el pasado 5 de abril. Ahora el PIB se sitúa en 371.486 millones de euros, una espectacular subida que ha sido suficiente para superar a Sudáfrica, pero que no puede hacer olvidar un hecho clave y es que el país de Nelson Mandela sigue estando por encima en renta por habitante (unos 6.000 euros al año frente a menos de 2.000 para los nigerianos).

Nigeria, cuya economía viene creciendo a un ritmo más o menos sostenido del 7% anual, es el principal productor de petróleo del continente. Pero la clave de la pujanza del país más poblado de África hay que buscarla en la emergencia de nuevas industrias en las últimas dos décadas, entre las que destacan las nuevas tecnologías y el cine. Con epicentro en Lagos, ciudad de ocho millones de habitantes del rico sur petrolero, Nigeria produce unas 2.000 películas al año (200.000 empleos directos y 450 millones de ingresos anuales) que se distribuyen como rosquillas en los mercados de medio continente. La arrolladora Nollywood se ha convertido ya en la segunda industria cinematográfica del mundo tras Bollywood (India) y la estadounidense Hollywood. Pero no es solo cine: servicios, comercio, Internet, música, hoteles. Y telefonía móvil, como no. Este sector representaba antes el 1% del PIB, pero ahora, con 120 millones de tarjetas SIM, adquiere un peso de casi el 9%.

Un paradigma de la vitalidad económica nigeriana podría ser el empresario Aliko Dangote, que este año se ha convertido en el primer africano en alcanzar el Top 25 de los hombres más ricos del mundo de la revista Forbes. En 2010 este magnate del cemento y la alimentación (controla el mercado del azúcar en su país y posee la planta cementera más grande de toda África) ocupaba el puesto 463 de las fortunas mundiales, pero desde entonces no ha hecho otra cosa que prosperar: en solo un año el “chico de oro” nigeriano ha doblado su patrimonio, que en la actualidad se estima en algo más de 18.000 millones de euros. Una de las claves de su éxito ha sido la diversificación. Dangote Group, con intereses en la propia Nigeria, Togo y Benín o en países tan alejados como Kenia o Níger, ha entrado de lleno en el sector petrolero con la construcción de una refinería financiada, en gran medida, con fondos propios.

Sin embargo, el magnate nigeriano Dangote forma parte de una élite muy restringida en Nigeria, conocida allí como el “top million”. La gran mayoría (60%) de los nigerianos vive con menos de un dólar al día y el país no consigue remontar en Índice de Desarrollo Humano, que combina parámetros como la esperanza de vida, la educación y el PIB per capita (ocupa el puesto 153 del mundo, en la parte baja de la tabla). La sanidad también es pésima, la electricidad escasa e irregular, las carreteras están en muy mal estado. Cuando la reputada economista y actual ministra de Finanzas, Ngozi Okonjo-Iweala, presentó a bombo y platillo las cifras actualizadas del PIB, no dudó un instante en poner el acento en que estas cifras debían servir de estímulo a la inversión extranjera y generar más confianza.

Pero todo ello pasa por la estabilidad y seguridad. Y este es el talón de Aquiles de Nigeria, los pies de barro del gigante. Su innegable dinamismo tropieza una y otra vez con la existencia de una fuerte delincuencia organizada y con su propia incapacidad para acabar con dos serias amenazas que ejercen una especie de pinza. En el contaminado delta del Níger, el corazón petrolero del país, un puñado de bandas armadas se disputan los beneficios del negocio y atacan oleoductos, mientras que, en el norte, el Estado está en guerra contra el sanguinario grupo terrorista de corte islamista radical Boko Haram (que significa “la educación occidental es pecado”), responsable de miles de muertes en los últimos años y al que no le tiembla la mano a la hora de poner bombas en iglesias, mercados o colegios. Su última acción, hace poco más de una semana, ha sido el secuestro de varios cientos de adolescentes de un instituto.

La palabra más repetida para definir al actual presidente de Nigeria es “débil”. Se llama Goodluck Jonathan y parece que su nombre (buena suerte) fue premonitorio cuando un auténtico azar, la muerte de su antecesor Umaru Yar’Adua y los siempre delicados equilibrios religiosos y territoriales en el seno del gran partido político nigeriano, el PDP, le elevaron en 2010 a la presidencia del país. Pese a sus esfuerzos, al menos ante la galería, no ha sido capaz de resolver el problema del terrorismo ni de embridar la corrupción rampante. También ha tenido que hacer frente a la furia de las avenidas cuando intentó retirar las subvenciones a los carburantes, medida en la que dio finalmente marcha atrás. En febrero hay elecciones y su partido, a menos de un año de esta cita, sigue dividido.

Aun así, fracturado, inestable y amenazado, Nigeria crece. La reducción de la deuda, la austeridad, la seriedad fiscal y el fomento de las inversiones están creando un clima cada vez más atractivo para los negocios, aunque aún queda camino por recorrer. Recursos le sobran. Es un inmenso y dinámico mercado con el que hay que contar siempre cuando se habla de África. Y los nigerianos han demostrado siempre talento y capacidad de adaptación. Su repentino salto al primer puesto de las economías continentales es solo la constatación de una evidencia, la de que Nigeria sigue siendo uno de los motores, a veces pesado y quejumbroso pero siempre funcionando, que tira de un continente en crecimiento.


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