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DEBATE
Stiglitz: "China, entre el Estado y el mercado"
14/04/2014

China, entre el estado y el mercado

iEco. Por JOSEPH STIGLITZ (PREMIO NOBEL DE ECONOMIA 2001)

Ningún país en la historia ha crecido tanto –ni sacado a tantas personas de la pobreza– como China en los últimos treinta años. Un sello distintivo del éxito de China ha sido la voluntad de sus líderes para revisar el modelo económico del país, cuando y como fuera necesario, pese a la oposición de poderosos intereses creados. Y ahora que China implementa otra serie de reformas fundamentales, esos intereses ya se están alineando para oponer resistencia. ¿Podrán triunfar nuevamente los reformadores?

Para responder a esta pregunta, lo crucial a tener en cuenta es que, como en el pasado, la actual ronda de reformas no solamente reestructurará la economía, sino que también se reestructurarán los intereses creados que darán forma a las futuras reformas. Y hoy en día, si bien iniciativas de alto perfil – como por ejemplo, la ampliación de la campaña contra la corrupción– captan mucha atención, el tema más profundo que China enfrenta es el relativo a los roles apropiados para el Estado y para el mercado.

Cuando China inició sus reformas hace más de tres décadas, la dirección estaba clara: el mercado tenía que desempeñar un papel mucho más importante en la asignación de recursos. Y así ha sido, ya que el sector privado ahora es mucho más importante que antes. Es más, existe un amplio consenso acerca de que el mercado tiene que desempeñar lo que las autoridades denominan un “papel decisivo” en muchos sectores donde las empresas de propiedad estatal (EPE) dominan. Sin embargo, ¿cuál debería ser su papel en otros sectores, y en la economía en general?

El empeoramiento de la contaminación ambiental, por ejemplo, pone en peligro el nivel de vida, mientras que la desigualdad de ingresos y riqueza ahora rivaliza con la de EE.UU. y la corrupción permea por igual las instituciones públicas y el sector privado. Todo esto socava la confianza en la sociedad y el gobierno; un caso particularmente evidente es el de, por ejemplo, la seguridad alimentaria.

Tales problemas podrían empeorar a medida que China reestructure su economía y pase del crecimiento impulsado por las exportaciones a un crecimiento apoyado en los servicios y el consumo. Claramente, hay espacio para el crecimiento en el consumo privado; sin embargo adoptar el estilo de vida materialista despilfarrador de Estados Unidos sería un desastre para China –y para el planeta.

Existe una mejor estrategia. Para empezar, el nivel de vida chino aumentaría si se asignaran más recursos para corregir grandes deficiencias en la educación y la salud. En estos ámbitos, el Estado debería desempeñar un papel de liderazgo, y los Estados verdaderamente lo hacen en la mayoría de las economías de mercado, por buenas razones.

El sistema de salud de EE.UU. que se basa en servicios privados es costoso, ineficiente y logra resultados mucho peores que los sistemas de los países europeos, que gastan mucho menos. Un sistema que se basa más en el mercado no es el camino por el que China debería desplazarse. En los últimos años, el gobierno ha dado pasos importantes en la atención básica de salud, especialmente en las zonas rurales, y algunos han comparado el enfoque de China con el del Reino Unido. Que ese modelo deba considerarse como un mejor modelo que, por ejemplo, el modelo francés de servicios de salud, puede ser objeto de debate.

De igual manera, pese a que China ya ha hecho progresos en cuanto a alejarse de una economía de manufactura, desplazándose hacia una economía basada en los servicios (la participación en el PBI de los servicios superó a la de la industria por primera vez en el año 2013), todavía queda un camino largo. Hoy ya muchas industrias padecen un exceso de capacidad, y su reestructuración eficiente y sin problemas no será fácil si no cuentan con la ayuda del gobierno.

China está reestructurándose de otra manera: una rápida urbanización. Cerciorarse de que las ciudades sean habitables y sostenibles ecológicamente requerirá de fuertes medidas del gobierno para prestar suficientes servicios de transporte público, escuelas públicas, hospitales públicos y parques, como también de una zonificación efectiva, entre otros bienes públicos.

Una lección importante que se debería haber aprendido de la crisis económica mundial posterior al año 2008 es que los mercados no se autoregulan. Son propensos a la formación de burbujas de activos y de crédito, que inevitablemente colapsan –a menudo cuando los flujos de capitales transfronterizos abruptamente revierten la dirección en la que fluyen–imponiendo costos sociales enormes.

El enamoramiento estadounidense con la desregulación fue la causa de la crisis. La liberalización de las tasas de depósito condujo, en la década de 1980, a la crisis de ahorro y préstamo estadounidense. La liberalización de las tasas de préstamo alentó a un comportamiento depredador que explotaba a los consumidores pobres. La desregulación bancaria no condujo hacia un mayor crecimiento, sino simplemente hacia un mayor riesgo.

Se tiene la esperanza de que China no vaya a tomar el camino que EE.UU. siguió, con consecuencias tan desastrosas. El desafío para los líderes chinos es diseñar regímenes reguladores eficaces que sean apropiados para su etapa de desarrollo.

Eso requerirá que el gobierno recaude más fondos. Hoy en día, la dependencia de los gobiernos locales en la venta de tierras es una fuente de muchas de las distorsiones de la economía –y también de gran parte de la corrupción. En lugar de ello, las autoridades deben aumentar los ingresos mediante la imposición de gravámenes ambientales (incluyendo un impuesto sobre el carbono), un impuesto progresivo a los ingresos que sea más integral (incluyendo un impuesto sobre las ganancias de capital), y un impuesto a la propiedad.

(c) Project Syndicate


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