¿Dónde está Miguel Galuccio?. La pregunta cortó la solemnidad del acto. Ay... Me lo sentaron no sé dónde. ¿Dónde está?, insistía la Dama, ante su desconcertado auditorio. Lo andaba buscando al ingeniero Miguel Galuccio, repitió, alargando la o, ya un poco inquieta. El ingeniero Miguel Galuciooo, volvió a llamar. Los presentes asistencia perfecta para las celebridades de la variopinta fauna oficial se miraban entre ellos sin saber de quién hablaba. Parate, Miguel, para que te vean, ordenó Cristina, ni bien lo ubicó.
De la primera fila, emergió una silueta. Desconocida, incluso, para los que se amontonaban esa noche en el salón Mujeres del Bicentenario de la Casa Rosada.
Traje gris, de calce perfecto. Corbata naranja. Pelo oscuro, corto y prolijo. Look y postura de top manager. Rostro serio, sin margen para la sonrisa.
Agradeció los aplausos con un ademán breve. Como si se sintiera cómodo, ante la súbita notoriedad. Ajeno a tanta pomposidad, se sentó. Rápido.
Fue el 4 de mayo de 2012. Hacía menos de un mes que el Gobierno había confiscado el 51 por ciento de sus acciones en YPF y Cristina Elisabet Fernández quería presentar a quien Ella había elegido para conducir a la nueva bandera del proyecto Nacional y Popular.
Miguel Matías Galuccio. Era la primera vez en rigor de verdad, la tercera, por la impaciencia presidencial que millones de argentinos escuchaban ese nombre.
Casi dos años después, es el CEO de la mayor firma del país que, bajo su gestión, creció 60% en facturación, 55,2% en utilidad operativa y 10,6% en reservas probadas, con la mayor tasa de reemplazo 158% de los últimos 14 años. Además, interpretó un papel estelar, tanto en los acuerdos con Chevron para explotar Vaca Muerta como en la ansiada paz con los despojados españoles de Repsol.
En Apertura de abril, Los secretos del Mago, biografía no autorizada del ejecutivo que asumió la compleja misión de conducir la YPF estatal. Los redactores del Relato lo presentaron como un joven y exitoso ingeniero entrerriano, que priorizó el bronce al oro, tras renunciar a la comodidad de la buena vida en Europa cuando oyó el llamado de la Patria. Casi, una parábola sanmartiniana. Simplificación que, como tal, resulta, por lo menos, incompleta. Detrás del retorno de Galuccio al país, hay una historia íntima. Una revancha.
Sus orígenes en Paraná. Su ida a Buenos Aires. Su primera etapa en YPF. La primera escala de su carrera internacional. Su ida tras la conquista de Repsol y su carrera en Schlumberger. Cómo fue su vuelta al país, no pensada hasta que surgió la oportunidad. Por qué retornó. Su mes en la clandestinidad, mientras elaboraba su business plan. A quiénes contactó. Por qué. Cuál es su idea. Qué quiso construir. Cuál es su estilo gerencial.
Quiénes integran su equipo, como él lo llama. Cómo lo formó. Los fuegos amigos que recibe. Su lucha porque YPF no sea otra Aerolíneas. Por qué apuesta a Vaca Muerta. El riesgo de esa jugada. Los conejos que Repsol le buscó en la galera. Sus trucos para conseguir los resultados que hoy ostenta. Su secreto mejor guardado.
Además, Apertura, la revista líder de Economía y Negocios del país, ofrece uno de sus platos clásicos: el informe especial sobre Franquicias, con la guía más completa de oportunidades y todo lo que hay que saber para invertir en un sector que mueve más de $ 63.200 millones anuales en el país. Y, como todos los meses, lo mejor de BusinessWeek y de Financial Times. El Gran Mickey te observa, lo seleccionado de la revista estadounidense. Todo, en la reciente edición de Apertura, que ya está en los kioscos.
Fue una gestión frustrada del jefe de Gabinete. Era el viernes previo al feriado de Carnaval y Jorge Capitanich recibió en su despacho a Miguel Galuccio , CEO de YPF , y a Oscar Díaz, presidente de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines (Cecha). Chaqueño y viejo conocido del jefe de Gabinete, Díaz había pedido la reunión porque no conseguía ponerse de acuerdo con la petrolera: decía que el 8% de margen de rentabilidad que les concede a las estaciones de servicio asfixia al sector y necesitaba renegociarlo.
Capitanich ofreció entonces su oficina de la Casa Rosada. Y, ya con ambas partes allí, se sumergió en la lectura de correos electrónicos acaso sin advertir que la conversación empezaba a subir de tono y se alejaba del acuerdo. Hubo palabras fuertes. Galuccio acusaba a Díaz de querer ponerles a los estacioneros en contra mientras él, como líder de YPF, se estaba jugando como un "patriota" para salvar a la petrolera. El adjetivo exasperó al empresario, que aprovechó para meter el dedo en la llaga: "Con tu sueldo cualquiera es un patriota", escupió.
La reunión se cortó abruptamente. Mientras se retiraban molestos, Díaz, que estaba acompañado por Guillermo Lego, gerente de la cámara, dio unos pasos y se desplomó. Había tenido una descompensación y fue trasladado en ambulancia al hospital Argerich, donde estuvo internado durante todo el feriado largo.
El episodio describe parte de la tensión que rodea últimamente a Galuccio, un técnico que llegó en silencio y que sorprendió con logros políticos inimaginables para la industria petrolera desde 2001. YPF es ahora la gran apuesta tanto del Gobierno como de un establishment que se ha entusiasmado con el giro de la Argentina hacia la ortodoxia y, desde ya, con las últimas emisiones de deuda de la petrolera.
Cristina Kirchner se juega aquí, por lo pronto, parte de lo que será la reconstrucción histórica de su mandato. Y le ha dado a Galuccio prerrogativas casi opuestas a las que Axel Kicillof imaginaba con la estatización: aval para subir naftas y gasoil al doble de la inflación, mayor valor para el gas nuevo en boca de pozo (7,50 dólares por millón de BTU) y autorizaciones para importar equipos en medio del cepo cambiario. Algo del repunte de los números de la compañía se explica en esas modificaciones.
No es nada nuevo. Como admitió una vez Kicillof ante varios petroleros, el Gobierno logró cierta empatía con el sector privado desde que controla YPF. Algo parecido, aunque con peor desenlace, a lo que en su momento fue Aerolíneas Argentinas. Mientras se deterioraba la relación con Marsans, el Gobierno le concedió al sector el primer aumento tarifario en abril de 2008, dos meses antes de estatizar la empresa y con el Estado ya pagando los sueldos. Desde entonces, los pasajes aéreos subieron 373%, a un ritmo de 36% por año, muy por arriba de la inflación. Es el motivo que lleva ahora a las distribuidoras a aplaudir, por ejemplo, que YPF haya tomado el control de Metrogas.
Para los empresarios está bien claro: Galuccio es la metáfora de la derechización del kirchnerismo, una expresión que podría espantar a la militancia pero que se vuelve elogio en el mundo de los negocios. Hace dos semanas, mientras exponía en Estados Unidos, Sergio Massa recibió una pregunta incómoda de un representante de un fondo de inversión: si llega al poder, ¿mantendría a Galuccio? El diputado salteó la respuesta con una obviedad. Explicó que nadie estaba confirmado nunca en ningún lado y que todo presidente electo, cuando llega, evalúa cada gestión. Pero ya Rubén Maltoni, ex secretario de Combustibles durante la primera etapa de Menem, le había planteado una duda similar al propio Galuccio en septiembre en un almuerzo en el Club del Petróleo. "YPF es una sociedad anónima -se atajó el expositor-. Con lo cual, soy presidente y CEO de YPF. Trabajamos fuerte en la sucesión de gente, en recuperar la fortaleza técnica de YPF. Eso va más allá de quién la conduzca."
La clase política se mete recién ahora en esta discusión que los empresarios libran desde hace rato. Ningún hombre de negocios puede haber juzgado inocente que Mauricio Macri y su mujer, Juliana Awada, hayan pedido el lunes sentarse a la mesa con Juan José Aranguren, presidente de Shell, durante la comida anual del Cippec, probablemente la reunión de los sectores público y privado más representativa que existe. Pronto a retirarse de la angloholandesa, Aranguren podría ser otro candidato al cargo.
Es natural entonces que todas las batallas de Galuccio cobren de aquí en adelante una relevancia inusual. Por ejemplo, sus últimos encontronazos con Jorge Sapag, gobernador de Neuquén, a quien ya le anticipó en privado su versión empresarial del "Vamos por todo". Se entiende: hay que renegociar dos áreas de concesión que vencen en 2017 y que, según la Constitución de 1994 que votó Cristina Kirchner, le corresponden a la provincia.
El kirchnerismo llega a esta etapa urgido por el agotamiento de una especie de modelo rentista que imaginó su fundador, esquema configurado casi sólo al efecto de captar las ganancias del sector privado. ¿Cuánta riqueza podría ahora generar y redistribuir Vaca Muerta con otro contexto? Hace tiempo que este tipo de preguntas carcomen en privado a Galuccio. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, prohibir repatriar utilidades si la sola relajación de esa medida haría entrar capitales hasta volver favorable el saldo comercial? Son las prioridades del entrerriano después de cada road show en el exterior. Es posible entonces que alguien del Gobierno o YPF vaya el mes próximo, por primera vez en la historia del kirchnerismo, a la convención "Geopolítica de la Energía" que el Instituto de las Américas hace todos los años en La Jolla, San Diego.
Lo único novedoso es que este proceso se esté gestando a través de Kicillof. Alguien le preguntó una vez al ministro de Economía cómo había llegado a convertirse en uno de los funcionarios más influyentes de la Presidencia. "Le llevo las carpetas, los proyectos y le digo lo que hay que hacer", contestó.
Una receta inmejorable en la hora del pragmatismo. Aunque haya que malgastar horas, recursos y energías explicándosela a los pibes para la liberación. Serán letanías para sostener el dogma. Una insignificancia reciente grafica esta monumental contradicción: el martes, el mismo día en que se le daban aumentos del 15% en dólares a Aeropuertos Argentina 2000, siete funcionarios de esa área cercanos o miembros de La Cámpora viajaron a La Habana para participar de una reunión consultiva de la Comisión Latinoamericana de Aviación Civil. Allá fueron, en un vuelo de Mexicana de Aviación, Gustavo Lipovich, María Inés Gagliardi, Ignacio Vilanova, Héctor Borroné y Juan Pablo Picasso por el Organismo Nacional Regulador de Aeropuertos (Orsna), y Paula Tamburelli y Rómulo Chiesa por la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC).
Como si los pagos de Fidel fueran el lugar indicado para lavar sueños revolucionarios incumplidos.