Stephen Eule, vicepresidente del departamento de «clima y tecnología» de la Cámara de Comercio de EE.UU., viajó la semana pasada a Madrid, invitado por la asociación de exploración y producción de hidrocarburos (ACIEP), con el fin de concienciar a la sociedad española sobre los «beneficios» del gas de esquisto. Firme defensor de este recurso y su técnica de extracción (la fracturación hidráulica, en inglés «fracking») advierte de que Europa no se encuentra en condiciones de dejar pasar este tren y de que, al margen de la polémica y las reticencias habituales ante una nueva tecnología, el «shale gas» ha revolucionado la economía norteamericana.
-Hemos visto que los EE.UU. están preocupado por la dependencia energética de Europa con respecto al gas ruso. ¿Considera el gas esquisto una alternativa a esta dependencia?
-Juega un papel importante. EE.UU. puede ayudar en varios sentidos y uno de ellos es exportando gas natural licuado (GNL). Para que eso ocurra el Gobierno debe acelerar las licencias de GNL, que aún deben para ser aprobadas. Pensamos que incrementar la seguridad y la diversificación de las fuentes de gas natural en Europa puede contribuir a cambiar la situación. Ya tenemos un tratado energético muy sólido con el continente y nos gustaría que se expandiera al gas natural.
-¿Qué ha supuesto el gas de esquisto económicamente para EE.UU.?
-Económicamente, ha sido clave en la superación de la recesión. Según un análisis que ha realizado IHS para la Cámara de Comercio de EE.UU., en 2012 el gas y el petróleo no convencionales han proporcionado 2,1 millones de trabajos en Estados Unidos, la renta disponible de los hogares se ha incrementado en 1.200 dólares (875,2 euros) y ha aportado 75.000 millones de dólares (54.700 millones de euros) en ingresos públicos. En todo el país vemos un tremendo beneficio económico. Desde finales de 2007 el despliegue de la industria del gas y el petróleo se ha incrementado un 40%. Ha sido un verdadero motor de desarrollo. Creo que otra cosa que podemos hacer es influir en los mercados internacionales. Hasta ahora siempre lo hemos hecho por el lado de la demanda y ahora podemos influir en el suministro.
-¿Tienen previsiones de cómo puede influir en Europa?
-Europa, si se explotan estos posibles yacimientos, contaría con en torno a 40 años de suministro de gas natural, lo que es significativo, porque las previsiones apuntan a una Europa más pobre energéticamente. Si se toman como referencia las mismas estadísticas en EE.UU. la realidad es muy distinta. En Europa hay muchas experiencias en este sector, especialmente en el Mar del Norte, pero el negocio del gas de esquisto se encuentra en una fase inicial. Lo que podemos decir es que sabemos que hay recursos, que hay obstáculos técnicos y de aceptación pública, pero cuando los superemos Europa podrá producir bastante.
-¿Qué pasos son necesarios en este sentido?
-Lo que la industria necesita es un marco legal predecible y estable. A nivel local, las comunidades tienen que tener la seguridad de que la industria se va a desarrollar de una manera segura, y que van a obtener beneficios por ello.
-Pero la tecnología del «fracking» ha recibido críticas por sus consecuencias medioambientales...
-Es lo mismo que sucede en EE.UU. Ya hemos experimentado este tipo de situaciones. Pero hemos comprobado que la tecnología de fractura hidráulica se puede desarrollar de manera segura y que genera beneficios. Desarrollamos esta tecnología desde finales de los años 40 y nunca ha habido un caso documentado en Estados Unidos en el que la fracturación hidráulica haya contaminado agua subterránea. Ni un solo caso documentado. Por tanto, podemos desarrollar esto de forma segura.
-También existen otras opciones para reducir esa dependencia energética, como el GNL o las renovables.¿Por qué consideran que el gas de esquisto debe tener prioridad?
-El hecho es que Europa ha estado usando gas durante décadas. La producción en el Mar del Norte está cayendo y lugares como China e India están creciendo de manera exponencial, lo que va a presionar la demanda de los hidrocarburos. Por tanto, es importante que Europa cuente con sus propios recursos y desarrolle los aspectos de comercialización. El desarrollo de nuevas tecnologías permitiría a Europa mejorar tremendamente su balanza energética. Pero si Europa está convencida de que quiere impulsar las renovables, la energía que sirve de complemento a las renovables es el gas natural.
-También señalan que esto rebajaría los precios...
-Sí, de hecho cada vez que tienes suministro presiona a la baja los precios. En la mayor parte de los países los precios del gas natural están ligados a los del crudo. En EE.UU. esté vínculo se ha roto completamente y el gas natural sigue el precio dictado por la ley de la oferta y la demanda. Probablemente, ahora Europa paga tres veces más por el gas que los EE.UU.
-Algunos países han introducido prohibiciones a la técnica del «fracking», lo que podría resultar una barrera a la puesta en marcha de esta tecnología en el continente...
-Creo que lo que necesita Europa es que uno o dos países que han decidido seguir adelante, como es el caso de España, deben demostrar que es exitoso. España puede ser líder a la hora de introducir el «shale gas» en el continente. Por eso estoy aquí. Porque quiero demostrar que es importante el papel de España en el desarrollo de esta tecnología.
-¿La crisis de Ucrania ha acelerado este debate?
-La crisis de Ucrania ha acelerado el debate. La gente observa con más seriedad el problema. Desde la perspectiva de la Cámara de Comercio nos gustaría mucho que EE.UU. jugara un papel más importante en el mercado internacional. Yo creo que se trata de algo que ya se está debatiendo, pero, por lo general, los Gobierno responden con mayor lentitud que el sector privado.
