El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, participará el 7 del mes que viene de las celebraciones por el Día de la Minería que se harán en Catamarca, donde además, obviamente, estarán los gobernadores de la región: la anfitriona Lucía Corpachi, el gobernador de La Rioja, b, el de Mendoza, Francisco "Paco" Pérez y el sanjuanino José Luis Gioja.
El bonaerense, además de desembarcar como franco candidato a Presidente, se mostrará a favor de la actividad y se pondrá, dicen algunos asesores, a disposición del sector. No sería el primer acercamiento del precandidato, ya que a fines de febrero mantuvo un encuentro con el presidente de la Cámara Minera, Martín Dedeu, en Buenos Aires.
Pero sí sería firmar un apoyo explícito a una actividad que domina esta región, hecho que podría disparar un par de conclusiones: Scioli se diferenciará de la presidenta Cristina Fernández, quien si bien se ha mostrado algunas veces a favor de la actividad y viene de una provincia minera, también ha sido gestora de las decisiones que han cambiado algunas reglas de juego a las compañías, cambio que provocó, a su vez, algunos célebres alejamientos como los de Barrick y Vale, por ejemplo. Y la segunda conclusión es que terminará en la misma vereda que Gioja, justo cuando al sanjuanino se lo menciona con más frecuencia cerca del bonaerense.
¿Por qué se acerca Scioli a la minería? A comienzos de este año se conocieron un par de apuestas en materia económica del dirigente peronista, que podrían responder esa pregunta: liberar el dólar y bajar las retenciones al campo. Aunque parezca extraño, dicen en San Juan algunos que lo conocen y coinciden con esa versión varias publicaciones periodísticas, que planea echar mano, entre otras cosas, a la minería para sostener la fuga de divisas que le provocaría desprenderse de algunos de los miles de millones que dejan actualmente las retenciones al campo.
Eso sí, habría que ponerse a revisar los números, por la diferencia de volumen entre uno y otro negocio. Por ejemplo, el secretario de Minería de la Nación Jorge Mayoral infló públicamente que la actividad minera va a mover este año en Argentina unos 3.800 millones. Si tomáramos como real ese número, que no lo es, pero al caso podría servir al menos de referencia, está muy por debajo de los 27.823 millones de dólares que van a negociar los hombres de campo en 2014. Scioli, según algunas notas periodísticas, dijo en algún momento que "La Argentina produce por ese rubro -minero- poco más de u$s 4.500 millones -supongamos- y Chile superó los u$s 45.000 millones.
Y la cordillera es la misma". Es decir, parece que en los planes del gobernador de Buenos Aires está la opción de hacer crecer la minería para quedar bien con los hombres de campo. ¿Serán especulaciones preelectorales de Scioli? Es probable. ¿No dirá también en La Pampa que va a impulsar la ganadería, por ejemplo? También es algo que puede ocurrir. Pero quienes están en la minería y quieren un cambio, repreguntan: ¿El sector puede sufrir más cambios negativos que los impulsados por el kirchnerismo? "No creo", apostó un encumbrado empresario esta semana. Si les preguntan, los ejecutivos firman ya en el voto de Scioli. Aunque, por supuesto, ninguno lo va a decir micrófono enfrente, al menos por ahora.
En materia política, los análisis sobran. La coincidencia entre lo que piensa el sanjuanino con lo que dice Scioli es hasta vergonzosa. Se ve descaradamente que la sintonía y el apoyo mutuo está. Todo a pesar de lo que dijo el sanjuanino esta semana en la apertura de sesiones de la Cámara de Diputados: "Por ese San Juan vamos a gobernar desde el futuro y hasta el último soplo de vida que nos quede. Por ese San Juan del que somos parte y somos responsables". Esa frase disparó, por ejemplo, que todos los bloques opositores de la Legislatura salieran a decir que "Se quiere quedar", o que "Está claro que será otra vez candidato".
Suena extraño afirmar que Gioja está anunciando que se postulará a algo a un año y medio de la elección. Justo él, cuya mejor característica es la de manejar con prudencia los tiempos. Lo que dijo en la Legislatura lo dice siempre, y lo que han dicho otros "Que se hagan cargo", resumió el Gobernador cuando le preguntaron. Parece que hay algunos que están muy ansiosos por apurar la interna, y no está Gioja precisamente en ese grupo. El Gobernador analiza más que nunca lo de Capital Federal, y todo dependerá de su salud, más allá de lo que quieran sus dirigidos. Por ahora, no descarta nada.
En resumen, lo de Scioli y la minería le viene como anillo al dedo, aunque tampoco lo desvela. Y los que apuran una decisión de Gioja, empresarios mediáticos, entre otros, lo hacen más por el susto y el apuro de perder el espacio que por cualquier otra cosa. Y ojo, porque con eso descartan que Gioja tenga futuro en Buenos Aires. A no ser que sea ese el deseo final, no se sabe.
No siempre fue Buenos Aires un centro haragán para descifrar las riquezas que lo circundan. Si en muchos de sus palacetes crecieron generaciones de propietarios de la gran fertilidad nacional, asociada al puerto, la aduana y el látigo político para disciplinar al resto. Ahora, cuando las riquezas asoman desde un poco más allá, sonamos.
Algo de esa mirada, propia de la Argentina fratricida del siglo XIX y de la que aún hoy mantiene estos asuntos sin resolver es lo que postuló el periodista Daniel Muchnik en vuelo rasante a San Juan para hablar de minería. Que lo que no entiende y no perdona –sostuvo en una entrevista con Elisabeth Pérez, de Diario de Cuyo- es que San Juan no haya hecho esfuerzos para explicarla en Buenos Aires, de ahora en adelante El Poder.
Así que se trata de un juego de roles en el que unos pobres provincianos provenientes de unos lejanos terruños abandonados por los ciclos de lluvia y las fertilidades, que encontraron una noble actividad para generar su propia riqueza en la explotación de los minerales, deben golpear las puertas de la metrópoli con la ilusión de que les sea abierta la chance de la supervivencia. Por mucho menos que esta humillación, hubo separaciones de regiones de sus respectivos países, incluso con varias en curso (Barcelona de España, Escocia del Reino Unido, Quebec de Canadá).
La metrópoli no es chiste. La integra la suma del poder económico, en operaciones del 40% de los habitantes del país reducidos en pocos kilómetros cuadrados. Deciden vida, obra y destino del resto, concentrando además del mayor poderío económico que se conciba para una sola ciudad de un país, todos los espacios de decisión política: el Poder Ejecutivo, el Congreso y los juzgados federales. Además de los medios de comunicación que escupen proyectiles tierra-aire en una sola dirección –de allá para acá- y que si por si acaso se interesan en un fin noble, lo hacen atraídos por los fondos provinciales.
A ese Poder es el que dice Muchnik que hay que ir, no sin razón, lógico. El problema es que ese Poder aparece tapizado de desplantes y personajes que orinan a las provincias desde las palmeras, como el caso del senador que ganó las últimas elecciones porteñas (Pino Solanas) a bordo de un discurso ambientalista para San Juan y un evidente silencio para el Riachuelo (siendo éste de su propio distrito). No debería postularse racionalmente un esquema de semejante ceguera, de decisiones que se toman sin la más elemental información. Muchnik lo hizo textual.
Dijo el periodista especializado en temas económicos de La Nación y Clarín –entre otros medios- que “en Argentina, la minería tiene mala imagen”. Fenomenal descubrimiento, acompañado por la siguiente reflexión: “Se necesita que el gobierno sanjuanino con extrema didáctica y pedagogía se dedique a señalar los beneficios de la minería. ¿Dónde? En el centro del poder, y el centro del poder es Buenos Aires y los medios de comunicación de Buenos Aires, escencialmente”.
Lo cierto es que el gobierno provincial ha hecho intentos surtidos, con mayor y menor éxito. Pueden verse carteles en las canchas de fútbol, y periodistas que aceptan viajar a ver en terreno, claro que con todos los gastos pagos y más por un finde largo que como parte de su responsabilidad de informarse antes de opinar. Y la realidad es que la única pedagogía y didáctica es la de los billetes, especialmente cuando uno que viene de lejos aparece en la desventaja más absoluta.
El propio Muchnik saca, desde su visión porteña, una conclusión en sentido inverso. Lo hace cuando sostiene que “en San Juan no es necesario hablar de esto, hay miles de personas que dependen de la minería. Acá el dato fundamental es éste: cuidar la imagen de la minería, que San Juan no lo ha hecho”. Y siendo tan evidente que en San Juan hay una buena imagen de la actividad, ¿a nadie en Buenos Aires se le ocurre suponer que será por algo, o prefieren el atajo y el simplismo de sostener que en San Juan somos todos corruptos y prebendarios capaces de matar a la madre por una fuente de riqueza, por más turbia que esta sea, hasta que llegue el grito emancipador, esclarecedor, de valerosos porteños al grito de vade retro la Barrick?
Dispara sobre José Luis Gioja en persona cuando sostiene que “lo que sí le puedo criticar es que no haya tomado conciencia de la necesidad de levantar la imagen de la minería”. A Gioja se lo puede criticar por infinidad de cosas, pero nada más pifiado que hacerlo por “no tomar conciencia de la necesidad de levantar la imagen minera”. Gioja ha sido y siegue siendo fuente exclusiva de defensa de la actividad más que cualquier otro gobernador, incluso cualquier ministro, en aguas no jurisdiccionales. Es decir, a Gioja y a San Juan no le compete la defensa de la actividad que funciona a nivel mundial, ante las anteojeras porteñas. Puede afirmase hoy que si Gioja hoy no aparece como pieza de recambio presidencial es por la mala imagen que le dejó su desmedido esfuerzo por vender la minería a nivel nacional.
Nueva pifia de Muchnik, junto a otras tantas. Como: “San Juan no ha ido a las fuentes informativas, no ha ido al poder”. Más allá de si corresponde o no ese viaje de ida, muchos de sus colegas podrán contarle si van o no van, y con cuánto. Que escuchen es otra cosa. O como: “hay que trabajar con el Parlamento para que figure en la agenda política”. Otra falsedad, la única vez que el Parlamento se interesó fue con el debate de glaciares y jamás por los cientos de proyectos que en minoría impulsan los legisladores de provincias mineras. O como: “En Chile, la explotación minera no tiene mala imagen, porque da trabajo a muchos chilenos y produce ingresos importantes”. No la tiene porque se alimenta de ella, evidente que es la falta de extensiones para la soja y evidente que también resulta que San Juan es geográficamente parecida a Chile y que también se alimenta de una minería que no tiene mala imagen. Ah, San Juan no es Chile.
Lo más asombroso en la incomprensión y la ceguera de Muchnik hacia la necesidad de una mayor apertura porteña es que el mismo periodista plantea -¿sin querer?- el mismo dilema en un libro. Es autor del libro Tres países, tres destinos, donde plantea la similitud de Argentina con Australia y Canadá con sus muy diferentes desenlaces: las dificultades de nuestro país por consolidar su desarrollo, frente al éxito de los otros dos.
En la búsqueda de las razones, Muchnik razona sobre la inestabilidad política, y acierta de plano. Concluye que los saltos institucionales, los golpes de estado, las “faltas de respeto a las sucesiones presidenciales” son un una clara distorsión y una desventaja frente a Australia y Canadá.
Pero hay otra por la que no pasó ni cerca. En Australia y Canada, las regiones son muy fuertes políticamente, en medio de dos países de un federalismo evidente, con el poder político desacoplado del económico y con varios polos industriales desvinculados de cualquier mirada centralista. Con ambas capitales que ni figuran entre las 5 ciudades más grandes del país (en Canadá, Ottawa; en Australia, Camberra) y con regiones potentes. Vancuover o Toronto en Canadá; Sidney, Brisbane o Melbourne (ciudad construida por inspiración de la minería de oro) en Australia. A ninguno de esos parlamentos se le ocurriría sentarse a esperar que le vengan a explicar de qué se trata la minería, a riesgo de pasados por arriba. Justamente por esa pulseada de poderío económico, la región canadiense francoparlamente de Quebec está a punto de independizarse del país.
El nuestro es un país que se proclama federal, pero responde a un esquema unitario de los más recalcitrantes. Lo retrata la visión con anteojeras de Muchnik y de tantos otros conferencistas a sueldo que suelen aterrizar con el anzuelo de que hay que tomar el avión para ir a explicarles allá lo que nadie hace un mínimo esfuerzo por comprender. ¿A la soja le irá bien porque está más cerca?