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POLÍTICA
Por qué Kicillof está obligado a quitar el subsidio a las eléctricas

En lo que va del año, el gobierno lleva gastados más de $11 mil millones en esa partida.

31/03/2014
La Política Online

Agobiado por un déficit fiscal que no para de crecer, el gobierno anunció una reducción en los subsidios a la luz y el agua de entre el 20 y el 80 por ciento que se irá aplicando paulatinamente entre abril y agosto. De esta manera, le permitiría ahorrar una parte de los miles de millones de pesos que gasta anualmente en esos beneficios, que en los últimos años no hicieron más que aumentar exponencialmente.

La razón radica en que la pata fiscal continúa siendo la arista más sensible del programa económico del oficialismo que comenzó a atacarla esta semana con el anuncio de quita de subsidios al agua y el gas. Sin embargo, las cifras muestran que, en lo que va del año, el oficialismo lleva gastados más de 11 mil millones de pesos en ejecutar su política eléctrica, es decir, a cubrir la brecha que existe entre lo que cuesta producir electricidad y entre lo que consumen y pagan los consumidores por ella.

Ayer el ministro de Economía Axel Kicillof dejó entrever que la quita va a continuar en el resto de los servicios. "El Gobierno va a seguir trabajando para redireccionar toda la batería de subsidios", de modo de que "el que ya no lo necesita no lo reciba, sino el que aún lo precisa", sostuvo Kicillof.

"Hoy estamos encarando una profundización, una sintonía fina en el tema subsidios, pero lo estamos haciendo con la tranquilidad que da que no hay una necesidad imperiosa de reducirlos. No hay ningún problema. Lo hacemos con tranquilidad, con análisis serios. El objetivo, estamos trabajando desde 2008, en el consumo responsable", agregó el titular del Palacio de Hacienda.

Para tomar dimensión de lo que es el tamaño de este subsidio, basta recordar que se trata de casi una vez y media lo que lleva gastado el Ministerio de Desarrollo Social durante el mismo período. Pero lo anterior es apenas un piso de gasto porque no considera que, a estos fondos, hay que agregarles los recursos que el Estado deriva hacia Cammesa y Enarsa para producir los hidrocarburos que serán el combustible de las centrales generadoras.

De acuerdo al último informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública(Asap), en los primeros dos meses del año estas dos empresas estatales recibieron aumentos del 132 y 54 por ciento respectivamente, y se llevan el 75% de lo gastado en subsidios energéticos, que se incrementaron un 88% frente al mismo período del año pasado.

Proyectadas hacia lo que resta de este año, la dinámica de los subsidios eléctricos muestra que, tal como vienen sucediendo año tras año, también en este 2014 el monto final gastado será muy superior a lo presupuestado originalmente. Sucede que en apenas una cuarta parte del año se devengó más de un tercio del monto asignado en el Presupuesto Nacional, y se comió el 85% de lo que devengó en ese período todo el ministerio conducido por de Vido.

Por su fuera poco, a los resultados de la contabilidad nacional habría que agregarle las cuestiones de la macroeconomía. Sucede que, desde que se evaporó el autoabastecimiento, como parte de la oferta energética es importada, la devaluación de la moneda doméstica de los últimos tiempos incrementa la necesidad de pesos para hacer frente a los gastos.

Eliminar la parte de los subsidios que finaliza en quienes no los necesitan causaría beneficios múltiples e inmediatos como el alivio a las cuentas fiscales y la mejora de la balanza energética comercial por la reducción de un consumo hoy casi gratuito. La evidencia muestra que, los clientes de Edenor y Edesur a los que les aumentó la tarifa a fines de 2011, redujeron el uso de electricidad en un 15%.

Mientras tanto, Kicillof parece estar planeando la vuelta de la Argentina al FMI para acelerar los entendimientos con el Club de París. Como se sabe, el organismo comunicó que, como el resto de los socios participantes, el gobierno argentino deberá someterse al cronograma de revisiones previsto en el artículo IV si quiere avanzar en la negociación con el foro de países acreedores.

Como la normalización de las actividades con el FMI, con Argentina como único socio de los 185 miembros que permite la habitual auditoría de sus números, es uno de los principales requisitos regularizar el status de los 10 mil millones de dólares, será difícil para el oficialismo continuar eludiendo las auditorías del FMI que hace casi 7 años que no audita la construcción de los principales ratios de la economía argentina.

Tarifas, dólar y otras volteretas de Axel

Clarín. Por Alcadio Oña

El jueves, con el anuncio de la quita de subsidios al gas y el agua, un tarifazo hecho y derecho, el Gobierno empezó a enterrar otra de las tres sentencias que, con aires de grandeza, había desplegado Axel Kicillof no hace mucho. Durante la presentación del Presupuesto de 2013, cuando aún era viceministro de Economía, pero ya pisaba fuerte y soñaba con ser ministro, Kicillof afirmó: –“La contracción monetaria es una letanía del sector financiero y el aumento de las tasas de interés, su resultado inmediato. Subir las tasas de interés es antiinflacionario, en tanto que provoca recesión. Son medidas de enfriamiento de la economía, medidas contractivas”.

–“Existe una política de administración del tipo de cambio que tiene en cuenta la competitividad y que no quiere generar saltos bruscos ”.

–“La energía es más barata que en otros países porque es una política del Estado Nacional, para la mejor distribución del ingreso y la competitividad de la industria local”.

En vistas de la brusca devaluación de enero, del saque a las tasas de interés y de la enorme contracción monetaria que le siguieron, no caben muchas más interpretaciones que dos: o Kicillof cambió radicalmente sus ideas o, como suele decirse, debió tragarse los sapos.

Ninguna de semejantes contradicciones mereció la más mínima explicación del ministro. Y resulta excesivo afirmar que son parte del laboratorio de Kicillof: sin más vueltas, fueron decisiones empujadas por el jefe del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y convalidadas por Cristina Kirchner.

El final de la última de aquellas tres sentencias de Kicillof venía cocinándose a fuego lento y, después de que la Presidenta terminara con sus dudas, saltó a la cancha el jueves, aunque aún falta el hachazo a los subsidios a la luz. Y no hay relato que valga: ha comenzado a caer el telón sobre la energía barata y redistributiva al estilo kirchnerista.

La suba de las tarifas del gas arranca en el 100% para los consumos domiciliarios más bajos y va empinándose hasta el 284% a medida que el cuadro avanza hacia los sectores medios y altos. Entre 170% y 400% le tocó al costo del agua suministrada por AySA.

Hay algunas excepciones en la quita de subsidios, pero queda claro que la gran mayoría de los usuarios sentirá el sacudón, porque ese es, al fin, el sentido de la medida.

Claro que si esos porcentajes se proyectan de pleno a la electricidad, los usuarios del interior sufrirán un incremento monumental, porque pagan facturas muchísimo más altas que en la Capital Federal y el GBA. Es que si bien los subsidios alcanzan a las provincias, desde hace tiempo los gobiernos vienen autorizando aumentos a las distribuidoras.

En cualquier caso, lo que ya existe es un ajuste fiscal con todas las de la ley, aunque no el último. Va en línea con las aspiraciones de Fábrega, quien machacaba que con el apretón monetario había hecho la parte del trabajo que le tocaba. Pretendía que se pusieran límites a la emisión que financia el gasto público y, de esa manera, barría con otro eslógan del manual K: que la emisión no tiene efectos inflacionarios.

También de estos días fue el anuncio de que el Tesoro Nacional saldrá a tomar $ 10.000 millones en el mercado financiero, otra manera de reducir la asistencia del BCRA. Pagará 28% anual, una tasa impensada tiempo atrás, aunque similar a la que Fábrega afronta por las letras que coloca para absorber pesos.

Sólo en lo que va del año, ese esfuerzo ya implicó asumir obligaciones por más de $ 45.000 millones. Así, Fábrega reduce la base monetaria y parte de la presión inflacionaria, pero sabe que puede estar gestando un paquete de deudas y tasas tan peligroso como una bola de nieve.

Formulación y ejecución de la política energética se denomina una partida del Ministerio de Planificación que revela, con bastante precisión, el costo de los subsidios. Y allí hay una luz roja que explica el tijeretazo que le aplicaron al gas y el agua, más el que pronto sobrevendrá para la electricidad.

Canta que hasta el 23 de marzo pasado se habían gastado $ 14.000 millones: nada menos que un 41% del presupuesto anual o el 39% de todo el año pasado. Que eso hubiese ocurrido en apenas un trimestre ya era un anticipo del futuro.

Hubo algo más, en aquella exposición de Kicillof sobre el Presupuesto de 2013, que también retumba ahora como una ironía.

“Nos pueden decir que estamos mintiendo, que vamos a crecer 2,64% y no 3,40%”. Y justificó la montaña de divisas reservada para afrontar la deuda atada al aumento del PBI, con otra frase de su estilo: “Los quiero ver a los argentinos si llegamos a tener la excelente noticia de que crecemos más que eso todavía”.

La excelente noticia, que tenía adentro el pago de US$ 3.000 millones, pareció confirmarse cuando el INDEC adelantó que el año pasado la economía había trepado 4,9%. El propio autor acaba de tirarla abajo: informó que el recálculo del PBI da 3% y, así, la Argentina se ahorra esa montaña de dólares.

El 3% es un número bastante más próximo a la realidad. Y el 4,9% era pura mentira, igual que, se comprobó, lo fue el 3,4% puesto en el Presupuesto, pese a la ampulosa defensa de Kicillof.

Probablemente estuvo mejor no pagarles a quienes especularon con esos bonos, pero es poco serio que hayan existido diferencias estadísticas tan grandes. Conveniencias políticas, otro tanto pasaba con el índice de precios.

Lo cierto es que las reservas no podían bancar un desembolso semejante, porque cualquier bajón sería interpretado como señal inquietante. Y ese bajón iba a ocurrir a fin de año, cuando ya habían quedado atrás los dólares de la soja.

Básica y a la vez crucial, la tarea de Fábrega consiste en sentarse sobre los activos del BCRA. Calcula cada día cuánto se le irá en la compra de gas y combustibles en el exterior y en pagos de la deuda y, recién entonces, autoriza divisas para importaciones, siempre muy pocas y generalmente atadas a una contrapartida de dólares de los empresarios.

Así de apretado está el jefe del Central, cuidando una a una las piezas de su tablero. Y acompañado por la línea , a la que sacó del destierro porque de cosas como estas sabe de sobra.

Esto que le ocurre a Fábrega, los subsidios insostenibles, el atraso cambiario que derivó en una devaluación inevitable, la crisis energética y el acoso del proceso inflacionario sobre todos los frentes forman parte de los desajustes económicos acumulados durante la era kirchnerista. Y son el resultado del ejercicio permanente de patear los problemas, sin resolverlos ni cargar con el costo de afrontarlos.

Pero el tumulto se le vino encima al Gobierno y desarticuló la alternativa de seguir tirando de la cuerda hasta 2015. La política de crecimiento con inclusión social es parte del pasado: ahora manda un ajuste bien ortodoxo, sólo que de apuro y al modo improvisado de Kicillof.


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