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DEBATE
Prat-Gay: "Una herencia más del kirchnerismo: la parábola de YPF y Repsol"
28/02/2014

Una herencia más del kirchnerismo: la parábola de YPF y Repsol

El Cronista

Dos veces lo acostó Brufau a Kicillof. Consiguió, primero, que Argentina se quedara con las acciones de YPF que hacía rato él quería vender y, ahora, un precio superior a su valor de mercado. Repsol recibe cerca de u$s 6.000 millones en bonos garantizados, a cambio de aquello que valía u$s 4.400 millones una semana antes del anuncio de la expropiación. “Gracias, Sr. Kicillof, sin usted no hubiera conseguido ni lo uno ni lo otro” celebrará en Madrid el controvertido Brufau.

Según el último balance de la compañía, el valor contable del 51% de YPF ronda los u$s 2.300 millones. No sabemos cuáles fueron los criterios con los que el Tribunal de Tasación habrá llegado a tasarlo en casi 3 veces este valor: su tasación, necesaria para ejecutar la compensación de acuerdo con la ley de expropiación, no ha sido publicada aún.

Tampoco sabemos qué ocurrió con los pasivos ambientales que miembros del oficialismo y medios afines llegaron a estimar en hasta u$s 6.000 millones al momento de la discusión de la expropiación en el Congreso ni con los “otros pasivos ocultos” acerca de los cuales nos tranquilizaba Kicillof cuando visitó el Senado afirmando que “en la investigación están surgiendo todos esos pasivos y el juez va a actuar al respecto”. Para Tiempo Argentino rondaban los u$s 9.000 millones. Decía De Vido en aquella reunión de comisión: “Esto tiene su costo y lo van a tener que pagar, porque el medioambiente de los argentinos no se rifa, tiene precio”. Pues bien, ya no veremos el precio que tiene el medioambiente de los argentinos.

La ley de expropiación (de la Dictadura) establece que el pago debe hacerse “en efectivo, salvo conformidad del expropiado para que dicho pago se efectúe en otra especie de valor”. Como las reservas del Banco Central ya no resisten bravuconadas como la del pago por adelantado al FMI, acá hubo que sentarse con el expropiado. Brufau esperó su postre con la servilleta puesta, a semanas del vencimiento del plazo legal de la expropiación. Le sacó a Kicillof la inexplicable combinación de capital garantizado más una alta tasa de interés. El mejor de los dos mundos para Repsol: tasa de mercado para maximizar la cantidad de bonos a recibir y garantía soberana para el caso en que las cosas no marchen tan bien. Status de acreedor privilegiado y tasa del 13% anual. Solo el FMI le había sacado algo así a la Argentina, y en tiempos de Fernando De la Rúa.

De más está decir que no sabemos en qué teoría financiera se amparó Kicillof para hacer semejante propuesta a Repsol.

Ahora que la discusión se traslada al Congreso Nacional, muchas voces, incluso dentro de la oposición, sugieren que “dada la expropiación, este era un problema que había que resolver, así que hay que apoyarlo”. No comparto esta argumentación. La expropiación “no nos fue dada” ni fue un accidente. Fue una decisión de este Gobierno, como tantas otras, llevada a la práctica de una manera caprichosa, sin la más mínima evaluación previa y con una pésima ejecución. Resuelven mal el problema que ellos mismos crearon. El costo para la Argentina excede lo que le pagan de más a Repsol. Y la pelota se la pasan a los próximos gobiernos.

Es la parábola de la herencia del kirchnerismo. Los próximos 22 meses estarán poblados de soluciones onerosas para los incontables errores que fueron cometiendo a lo largo de la década desperdiciada. Sospecho que, como con el innecesario ajuste con el que intentan domar la inflación, el costo de la impericia lo sufrirán más los que menos tienen, como tantas veces en nuestra historia. Así terminan los populismos: arriando sus maltrechas banderas de la peor manera.


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