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Informe: Texas y sus "devotos del fracking"
18/02/2014

Los devotos del 'fracking'

El Confidencial

 

Corrimientos, hundimientos de tierra, cócteles químicos que se filtran en las entrañas de la tierra y contaminan las capas freáticas, legisladores al servicio de empresas con la reputación de Halliburton.... En Estados Unidos se habla desde hace algún tiempo del “reverso tenebroso” de la fracturación hidráulica (fracking), técnica mediante la que se explotan los yacimientos de gas pizarra (shale gas) en más de 30 estados del país. El documental Gasland, nominado en 2010 a los Oscar, ofrece un buen resumen de los argumentos en contra. Es una pieza de activismo vehemente, ilustrada con imágenes que inquietan. De los grifos sale agua amarillenta a borbotones, los vecinos hablan asustados de la salud de sus hijos y los expertos sugieren ante la cámara turbias alianzas selladas con billetes. Su director, Josh Fox, goza de una cierta popularidad en la costa noreste del país y en California. En el sur de Texas, sin embargo, es persona “non grata”.

Russell (Rusty) Day Jr. se ríe de Fox y se ríe de Gasland. Dice que el documental ofrece una versión falseada y tendenciosa. Reconoce que hay accidentes, pero sólo cuando el trabajo se deja en manos de pequeñas empresas mal preparadas que hacen chapuzas con los ductos o que perforan en lugares equivocados. Rusty lleva botas y sombrero. Es un tipo cordial y alegre que habla con un acento endiablado y en cuya tarjeta de visita destaca su cargo en el Consejo de su comunidad. Líder rural, pequeño empresario, ranchero y regente de un hostal, es un hombre ocupado. Hace unos años cedió los derechos minerales de sus tierras y desde entonces en su finca se han ido excavando algunos de los muchos pozos que succionan el yacimiento del Eagle Ford Shale, cuyas reservas cruzan Texas y se adentran en México sin que nadie sepa con exactitud hasta dónde llegan. La fracturación hidráulica, dice Rusty, ha aportado un buen dinero a su familia, clientes para su hostal y, en general, un incontestable boom económico en su comunidad. “¿Peligroso? No, es algo muy positivo”, insiste.

Con excepciones, los habitantes de estos condados sureños abrazan el fracking con entusiasmo. Los argumentos ecologistas se reciben con indiferencia, o incluso enfado. Miguel Conchas, presidente de la Cámara de Comercio de Laredo, destaca que la “psique” texana es terreno abonado para ello. “En esta zona se ha vivido durante años del petróleo. Cuando todo lo demás iba mal, el petróleo era la industria que daba de comer a muchas familias. Por eso nuestra visión puede ser distinta a la de alguien que vive en Nueva York o en California; es un tema cultural”, dice. Conchas explica lo sucedido en lugares como el pueblecito de Cotula, donde en tres años la población se ha duplicado y se han levantado 12 hoteles, algunos de los cuales tienen ya todas sus habitaciones reservadas hasta 2019. “Literalmente no hay casas para todos los trabajadores que está atrayendo el boom energético y te diría que la inflación inmobiliaria generada empieza a ser un problema. ¡En un lugar donde sobra terreno para construir por todos sitios!”, dice.

Buscan trabajadores en el extranjero

Corpus Christi es la ciudad portuaria en la que se refina, almacena y distribuye buena parte del gas y el petróleo que se extrae en la zona. El presidente Corporación para el Desarrollo Económico, Roland Mower, exhibe con orgullo los datos de creación de empleo (aumento del 3,2% anual, tasa de paro del 4%) y afirma que muchas empresas del sector no consiguen encontrar trabajadores cualificados y tienen que buscarlos por todo el país, e incluso en el extranjero. Informes recientes, quizá excesivamente optimistas o interesados, hablan de un impacto de cientos de millones de euros repartidos entre los 20 condados más beneficiados por la explotación del Eagle Ford Shale. La Universidad de San Antonio ofrece una visión más sensata y presentada con menos pirotecnia: hasta 2012, el yacimiento generó 61 mil millones de dólares y creó 116 mil puestos de trabajo estables.

Son cifras cuya magnitud conviene poner en contexto, al tratarse de un área con una densidad de población ridícula. Buena parte del gas y el petróleo del Eagle Ford Shale se encuentra en el Distrito 23, una extensión de equiparable a la de Portugal (abarca de San Antonio hasta El Paso) pero en la que hay poco más de 800.000 personas censadas. La localidad más poblada (Del Río) no supera los 40.000 habitantes. En medio de ranchos, fincas polvorientas y enormes extensiones despobladas, han languidecido durante siglos pueblecitos como Eagle Pass (20.000 habitantes), que ahora flotan sobre un auténtico tesoro de gas. Sus vecinos esperan atraer las próximas inversiones y escudriñan el horizonte esperando a que empiecen a llegar los camiones y los taladros petroleros.

La tasa demográfica juega claramente a favor de los intereses energéticos en una región donde los riesgos de un accidente son más discretos y los beneficios se reparten entre menos vecinos. La comparación que ofrece un asesor energético del Senado es elocuente: no es lo mismo ceder a cambio de una fortuna los derechos minerales de una finca yerma perdida en mitad de Texas, dice, que “malvender” los pocos metros cuadrados del jardín donde juegan tus hijos en una casa familiar de, pongamos, Pennsylvania.

"Nos sentimos cómodos con el 'fracking'"

Existen zonas más o menos inmunes al entusiasmo, sobre todo viajando más al oeste, donde hay menos oportunidad de negocio y una tradición más liberal (en el sentido americano). El representante del Distrito 23 en el Capitolio, Pete Gallego, procede precisamente de allí, de un pueblecito llamado Alpine. En su despacho de Washington DC responde a las preguntas sobre el fracking con frases de político capitalino que, obviamente, no es la primera vez que pronuncia. “El fracking es algo muy nuevo y por ahora estamos tratando de hacer todo lo posible para estudiarlo, para discutirlo, pero creo que sí hemos llegado a un punto en el que nos sentimos cómodos con la tecnología (del fracking). Es algo importante”, dice.

En los almacenes del puerto de Corpus Christi han empezado a reservar espacio para cuando empiecen a llegar los buques de carga. Pretenden aprovechar el boom energético para convertirse en uno de los grandes puertos industriales y comerciales de América. Por ahora lo que se amontonan son productos relacionados con el sector energético y, de hecho, 90 de cada 100 toneladas que cargan sus grúas son petróleo, gas o derivados. También se apilan toneladas de tierra procedentes de China. “Es una arena especial que sirve de mezcla con el agua y los químicos para el fracking”, explica el director del desarrollo del puerto, Rubén Medina. Frente al edificio de la Autoridad Portuaria se levanta un parque acuático. Construido en plena zona industrial, sus toboganes serpentean a pocos metros de las refinerías, una muestra más de la naturalidad con la que los vecinos conviven con el gas y el petróleo.

Existen zonas más o menos inmunes al entusiasmo, sobre todo viajando más al oeste, donde hay menos oportunidad de negocio y una tradición más liberal (en el sentido americano). El representante del Distrito 23 en el Capitolio, Pete Gallego, procede precisamente de allí, de un pueblecito llamado Alpine. En su despacho de Washington DC responde a las preguntas sobre el fracking con frases de político capitalino que, obviamente, no es la primera vez que pronuncia. “El fracking es algo muy nuevo y por ahora estamos tratando de hacer todo lo posible para estudiarlo, para discutirlo, pero creo que sí hemos llegado a un punto en el que nos sentimos cómodos con la tecnología (del fracking). Es algo importante”, dice.

En los almacenes del puerto de Corpus Christi han empezado a reservar espacio para cuando empiecen a llegar los buques de carga. Pretenden aprovechar el boom energético para convertirse en uno de los grandes puertos industriales y comerciales de América. Por ahora lo que se amontonan son productos relacionados con el sector energético y, de hecho, 90 de cada 100 toneladas que cargan sus grúas son petróleo, gas o derivados. También se apilan toneladas de tierra procedentes de China. “Es una arena especial que sirve de mezcla con el agua y los químicos para el fracking”, explica el director del desarrollo del puerto, Rubén Medina. Frente al edificio de la Autoridad Portuaria se levanta un parque acuático. Construido en plena zona industrial, sus toboganes serpentean a pocos metros de las refinerías, una muestra más de la naturalidad con la que los vecinos conviven con el gas y el petróleo.

 

 

 

Explotación petrolera por ‘fracking’ cambia la vida de un pueblo texano

El Diario de México

Hace apenas unos años, este era un tranquilo poblado de 5 mil 600 habitantes, donde la gente se ganaba la vida de la tierra. Se dedicaban a la agricultura, a la ganadería y rentaban sus propiedades a los cazadores para ganarse un dinero extra.

Ahora, el auge del gas y el petróleo —extraído a través de la técnica de inyección hidráulica, conocida como fracking— está transformando la economía del sur de Texas, convirtiendo a Carrizo Springs en una ajetreada ciudad de por lo menos 40 mil habitantes.

Las compañías petroleras de Texas, que están perforando una vasta formación de esquisto llamada Eagle Ford, han casi duplicado su producción en el transcurso de los últimos dos años, y para el año entrante esperan llegar a producir hasta 4 millones de barriles de crudo al día. Eso catapultará a Texas superando a Irán, Irak y a los Emiratos Árabes Unidos, para convertirse en el quinto más grande productor de petróleo en el mundo.

Los propietarios que han sido testigos del ascenso y caída de las fortunas del estado durante los aumentos de la producción del petróleo en el pasado —antes de que los antiguos pozos petroleros se secaran— de la noche a la mañana han estado ganando millones de dólares vendiendo y rentando sus terrenos. Se espera que la región llegue a cosechar más de 90 mil millones de dólares durante la próxima década.

Pero este nuevo auge que apunta a la prosperidad tiene un precio. La carretera que conlleva a Carrizo Springs está en muy malas condiciones debido al tráfico pesado. Los delitos sexuales, robos y accidentes se encuentran a la alza. Las mujeres frecuentan los estacionamientos vendiendo perfume —un pretexto para incursionar en la prostitución. Hay un nuevo club nudista.

El sheriff ha contratado 15 nuevos agentes —duplicando con ello la fuerza policial— y se queja de que los cárteles de la droga mexicanos se han estado aprovechándose de la caótica atmósfera, utilizando camiones petroleros falsos para ocultar y transportar drogas ilegales.

El desempleo disminuyó del 12 al 4 por ciento en los últimos cinco años en el condado. Muchos restaurantes del área, como el Oil Patch Cafe, Dairy Queen y Church’s Chicken, necesitan de mano de obra. Los anuncios en las carreteras promocionan servicios y suministros para los oleoductos, camiones de pipas y alojamiento temporal para los campos petroleros —contando hasta con chefs gourmet y servicios de mucama. A la hora en que terminan las actividades, flotillas de camiones de las compañías eléctricas llenan los estacionamientos. Las compañías han instalado más de una docena de campamentos de tipo militar, o complejos de vivienda temporales con altos niveles de vigilancia y seguridad dando la apariencia de ser bases militares. Los parques de casas rodantes se multiplicaron junto a los complejos, de dos al comienzo del incremento de la producción hasta los 70 que existen hoy en día.

El número de hoteles se triplicó, al igual que el número de miembros de la Cámara de Comercio, y los ingresos de impuestos de venta municipales.

El alcalde, Adrian DeLeon, quien ha estado ampliando su tienda de conveniencia y restaurante para atender a los trabajadores petroleros, tiene planes de abrir una universidad comunitaria.

El reto que representa manejar un aumento de producción del petróleo es similar al manejo de las operaciones de perforación, según dijo Michael Webber, director suplente del Instituto de Energía de la Universidad de Texas en Austin. “¿Cómo hacemos para sacar el mayor provecho sin quedarnos con un empobrecido residuo?”

El truco, según dijo, está en no perforar demasiado y a gran velocidad. En lugar de eso, los perforadores más sagaces ordeñan el campo petrolero despacio para sacar el mayor provecho.

“Si las ciudades son suspicaces, estas harán lo mismo”, dijo Webber.

El boom ha enriquecido a una serie de pueblos pequeños en más de una docena de condados rurales en el sur de Texas que no eran conocidos por la exploración de gas y petróleo. El petróleo tuvo un breve repunte en esta región en la década de los 80, pero nunca ha llegado a definir la economía y la cultura de esta región tanto como lo ha hecho con Houston en el oeste de Texas.


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