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ANÁLISIS
Oña: Si caen las Reservas, habrá más cepos
18/02/2014

Reservas: hasta cuánto se banca el Central

Clarín. Por Alcadio Oña

Hay una delgada línea roja, en el tablero del Banco Central: señala que las reservas no deben caer por debajo de 25.000 millones de dólares. Hoy, brutas, están en alrededor de 27.500 millones, pero apenas se aproximen a la frontera el Gobierno disparará una batería de controles sobre la venta de divisas todavía mayores a los actuales.

La apuesta de siempre consiste en tirar hasta abril o mayo, cuando dan por descontado que empezarán a llover los dólares de las exportaciones de granos, o, mejor, los de la bendita súper soja. Se trata de un supuesto que debe ser confirmado por la realidad y, en todo caso, el problema es justamente cómo llegar hasta entonces.

Para enfrentar cualquier contingencia que comprometa los activos del Central y su capacidad para mantener en caja al mercado cambiario, las autoridades tienen en carpeta la venta de un paquete de títulos dolarizados de la ANSeS. Suman unos US$ 2.000 millones, sobre una cartera total de US$ 10.800 millones, según fuentes que conocen el plan oficial.

Transformados en divisas contantes y sonantes, engrosarían el stock del BCRA, aunque eso implicaría jugar sobre el límite. Al menos, por un par de motivos.

Uno de ellos es que volverían a malvenderse bonos del sistema previsional, como cuando el Gobierno los usó para frenar al blue, antes de la fuerte devaluación de la tercera semana de enero. Así, ganarían otra vez los operadores avezados y el fondo de los jubilados seguiría perdiendo capital.

El motivo siguiente se llama Cristina Kirchner, que no sólo le teme al precio que la ANSeS pagaría por la movida, sino a los efectos ulteriores de la movida sobre su propio gobierno. A la Presidenta le rondan ciertas sospechas sobre quien podrían sacar beneficios o ha sacado beneficios, puertas adentro.

Dispuestos a aprovechar este panorama apretado, varios bancos de inversión están acercándole propuestas al Ministerio de Economía, pero a una tasa altísima: 11% o más en dólares, un costo que duplica largamente al que paga la mayor parte de los países vecinos. Impresentable, por muy grande que sea la necesidad.

En línea con lo que les pidió el jefe del Central, Juan Carlos Fábrega, las cerealeras ya han comenzado a anticipar divisas de las exportaciones: US$ 900 millones en las dos primeras semanas del mes, que llegan a casi 2.000 millones desde principios de año.

La cuestión es que lo que entra por una puerta sale por otras. Pese a los 900 millones de las cerealeras, en esas dos semanas las reservas del BCRA apenas aumentaron US$ 75 millones, lo cual equivale a decir que se le escaparon más de 800 millones. Con el añadido de que se trata de divisas que no entrarán más adelante.

Más aún, la pérdida acumula arriba de US$ 2.700 millones en lo que va del año.

“Todos los días tenemos que pagar algo”, se lamentan cerca de Juan Carlos Fábrega. Además de las importaciones rigurosamente controladas y de un eventual vencimiento de la deuda, ponen en la cuenta el gas de Bolivia, la amortización de algún avión de Aerolíneas u otras operaciones del Estado también inevitables.

Comentan especialistas del sector petrolero que un barco cargado de gas licuado debió volver al puerto de origen hasta mejor oportunidad, porque eso se paga cash . Dicen, además, que la billetera del Central tendrá que afrontar, en marzo, una gruesa factura de compras energéticas pactadas por Enarsa.

Eso explica que en Reconquista al 200 midan cada movimiento de las reservas. Y que, salvo el gas y los combustibles, todas las importaciones sean autorizadas con cuentagotas, como la de una armaduría de Tierra del Fuego que debió aguardar dos semanas hasta que le permitieran entrar componentes esenciales para su producción. Entretanto, paró la planta.

Una regla no escrita, igual a las de Guillermo Moreno, acaba de establecer que al menos durante un tiempo la mayor parte de las grandes compañías tendrán que arreglárselas con dólares propios, cuando necesiten bienes importados. Sean provenientes de sus casas matrices o de créditos externos.

“Con todas las prevenciones que existen afuera sobre cómo pintan los acontecimientos políticos en la Argentina, a los gerentes de acá les costará convencer a sus jefes de que admitan tomar deudas o mandar divisas”, cuenta un consultor acostumbrado a tratar con los locales.

El régimen volverá a ser testeado hacia mayo y una eventual flexibilización dependerá de cómo fluyan los dólares de la soja. Siempre, mandarán las reservas.

Las posibilidades de cierto arreglo con el Fondo Monetario, cuanto menos una señal, parecen venir lentas: “Ellos esperarán a febrero o a marzo, antes de bendecir el nuevo índice de precios del INDEC y eso tampoco despejará la cancha por completo”, dice alguien que suele tratar con funcionarios del FMI.

Lo mismo piensa sobre un acuerdo con el Club de París, que podría abrir las puertas a líneas de crédito para inversión: “Si el Gobierno pretende escaparle a un monitoreo riguroso del Fondo, el pago de la deuda será a tres años de plazo y a puro contado”, dice.

Tampoco se juega por una solución rápida en el pleito con los fondos buitre, aunque intervenga la Corte Suprema de Estados Unidos: “Es mejor, pero aún así siempre existe el riesgo de perder y caer en default técnico”, agrega.

Urgido por la necesidad de divisas, el kirchnerismo ha pegado un volantazo en sus relaciones con el mundo que a su pesar, pesa, cosa que corroboraría un probable distanciamiento de Irán y la consecuente aproximación a Israel.

Algunos analistas calculan que, por efecto de las restricciones, en 2014 las importaciones bajarán un 4% contra el crecimiento del 8% de 2013: nada menos que doce puntos de un año al otro.

Y así el superávit comercial se estiraría a US$ 11.600 millones, unos 2.000 millones más que en 2013. Todo suma, aunque esta vez al costo de resentir la actividad económica.

Las consultoras ya dan por descontado un año recesivo, y las apuestas están limitadas a cuándo caerá el PBI. Paradoja de los vaivenes del kirchnerismo y de la encerrona, gracias a la recesión aflojarán las importaciones energéticas.


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