Los caños de acero de 12 pulgadas surcan el paisaje de la meseta neuquina a un costado de la vieja ruta que va a Rincón de los Sauces. Colocados uno al lado del otro, a la espera de ser soldados y enterrados, protagonizan un atípico "desfile". Así es cómo la vieja camada de trabajadores de la industria llama a este kilométrico transcurrir de tubos que termina clavado en el horizonte.
Desde hace algunas semanas, el gobierno provincial y nacional a través de sus dos firmas estatales, GyP y Enarsa, trabajan en la puesta en marcha de un gasoducto de 42 kilómetros que inyectará al sistema nacional todo el gas que produzcan los pozos del yacimiento Aguada del Chañar, que manejan en conjunto. Esperan que al final de la obra, cerca de un millón de metros cúbicos por día del fluido ahora retenido bajo la tierra pueda llegar a una planta separadora de YPF en Loma La Lata y desde allí a los hogares de millones de argentinos.
"La traza es clave, porque hay que elegir el camino que tenga el menor impacto ambiental y social posible", explica Juan Lucchelli, gerente de Calidad de GyP. Dice que hay que evitar zonas protegidas o con presencia de personas. También aquellas donde pudieran generarse cañadones que rompan las instalaciones. "Para uno de los caños que conectarán un pozo al gasoducto, la Secretaría de Ambiente nos hizo rodear toda una loma que no puede ser tocada", cuenta.
Se trata de la Loma Colorada, que da nombre al lugar. Los intensos y variados colores de las pocas elevaciones existentes recuerdan a los valles jujeños. En la dura piedra aparecen cuevas cada tanto. Según los lugareños, allí viven los pumas.
Ninguno de los operarios dice haber visto algún felino. El único animal que cada tanto mencionan es el chancho. Pero se refieren a los scrapers, pequeñas unidades que se usan para limpiar el ducto una vez que está en uso.
Para eso falta. Creen que la obra, que costará en total 248 millones de pesos, podría estar lista para mayo si no fallan los proveedores. Los casi 4.000 tramos de caños son aportados por la empresa M. Royo. La licitación, lanzada por Enarsa, fue ganada por la constructora CPC de Cristóbal López. Ésta, a su vez, contrató a Tecnovial. Pero, como todo en esta industria, el verdadero trabajo en campo lo hace una red de subcontratistas.
Con paños en la cabeza para combatir el sol y máscaras para evitar las esquirlas, los soldadores son los actores principales de este trabajo. Se trata de operarios calificados que no abundan en el mercado. Una vez que se traza el camino y se hace el desfile de caños, estos artesanos del electrodo deben generar una unión perfecta que soporte presiones de más de 100 kilos por cm², unas 50 veces más que un neumático inflado. Una vez terminada, se hará una radiografía de la misma para revisar que no haya ni un solo milímetro cuadrado sin fusionar. El trabajo se termina con la colocación de una manta termocontraíble y un revestimiento tricapa que busca proteger las instalaciones del óxido y evitar posibles pérdidas.
En este caso, además del caño, se instalará una planta deshidratadora, calentadores y en el futuro compresores.
La parte más larga y complicada de un proyecto de este tipo es el diseño. "Con Google Earth es todo más fácil", dice Edgardo Coos, jefe de construcciones de Enarsa. Cuenta que antes la traza debía revisarse a pie, metro por metro.
El problema no sólo es técnico sino humano. Son muy pocos los expertos en esta materia que hay en el país. "Entre el 89 y el 2000, después del desmembramiento de Gas del Estado, no hubo obras en la Argentina. Por eso no se formó gente joven y eso explica que yo esté acá haciendo este trabajo", afirma Ricardo Ramos, responsable de calidad de Enarsa. Con sus 66 años, conoce como pocos el oficio de hacer gasoductos.
Mucho se habla a menudo de la producción de gas, pero su transporte es clave. Y la Argentina todavía se debe importantes obras para llevar el recurso a las cinco provincias que hoy deben abastecerse a garrafas.
