Por Pedro Pozas Terrados*
El dialecto Coltán procede de la abreviatura de los minerales columbita y tantalita, de los cuales se extrae el tantalio y el niobio, utilizados en distintas industrias de aparatos eléctricos, centrales atómicas, misiles y fibra óptica aunque la mayor parte de la producción se destina a la elaboración de los teléfonos móviles. La extracción de Coltán, ha provocado un largo conflicto bélico en la República Democrática del Congo, principal productor, con cerca del 80% de las reservas mundiales. La batalla por el mineral se cobró más de cuatro millones de muertes y la desaparición de poblaciones de gorilas.
La escalada de precios del coltán comenzó hace relativamente poco tiempo y tuvo que ver con el uso de tantalio para la fabricación de microchips de nueva generación que permitían baterías de larga duración en teléfonos móviles, videojuegos y portátiles. Los precios se dispararían aún más, unos años antes del año 2000, cuando comenzaron a escasear las reservas de coltán en Brasil, Australia y Tailandia. Como ejemplo, basta decir que, por ejemplo, la japonesa Sony tuvo que aplazar el lanzamiento de la segunda versión de la Play Station 2 debido a este inconveniente. Pese a la extrema pobreza en la que se encuentra sumida muchas regiones del país, con una deuda externa insostenible, es una de las naciones con mayor riqueza, siendo “La Cuenca del Río Congo”, la segunda selva más importante de la tierra.
La Guerra del Coltán, ha sido el conflicto bélico que más muertes ha generado desde la segunda guerra mundial, con mil víctimas mortales diarias, sobre todo de hambre y enfermedades causadas por el conflicto. Mercenarios extranjeros, pagado por los grandes comerciantes del mundo, incitaban los enfrentamientos cambiando armas por los preciados metales. La escalada de precios del coltán comenzó hace relativamente poco tiempo y tuvo que ver con el uso de tantalio para la fabricación de microchips de nueva generación que permitían baterías de larga duración en teléfonos móviles, videojuegos y portátiles.
En realidad el mayor beneficiario del coltán congoleño durante la guerra fue Ruanda. A partir de 2001, la ONU envió a la zona un ‘grupo de expertos’. Los informes por ellos elaborados proponían para acabar con la guerra la declaración de un embargo en la zona tanto de armas como de las importaciones y exportaciones de oro, diamante y coltán sobre los países invasores. De la misma forma, proponían sancionar tanto a los países como a las empresas que incumplieran con el embargo. Los innumerables informes de diversas ONG o de la propia ONU que iban saliendo a la luz, y que acusaban a Ruanda y Uganda de comercializar las riquezas minerales del Congo, causaron presión internacional y la identificación de 34 empresas (27 occidentales) fueron acusadas de importar coltán y casiterita.
Tras las denuncias, se consiguió que la compañía aérea belga Sabena suspendiese el transporte del mineral que realizaba desde Kigali (capital de Ruanda) a Bruselas. Sin embargo, otras rutas alternativas siguieron funcionando. Las medidas tomadas resultaron muy poco efectivas, y muchos países occidentales siguieron ayudando a Uganda y Ruanda tanto militarmente como económicamente: se estimaba que en el año 2000 Ruanda había ganado US$ 40 millones por diamantes, US$ 15 millones por el oro y US$ 191 millones por el coltán, todos extraídos en suelo congoleño. Uganda habría ganado US$ 1,8 millones por diamantes, US$ 105 millones por el oro y US$ 6,2 millones por el coltán. El poderío detrás del comercio del mineral fue tras grande, que Ruanda y Uganda vieron canceladas sus deudas externas y además fueron considerados como modelos de desarrollo económico.
Actualmente, el panorama no es muy diferente, si bien la guerra ha acabado, la presión del propio gobierno del Congo y de las multinacionales que operan bajo la capa protectora del gobierno, siguen devastando las selvas, empleando mano de obra barata y mal paga a niños y mujeres, permitiendo que sus ciudadanos continúen viviendo en condiciones paupérrimas y muriendo de hambre y por falta de medios sanitarios. El dinero que recibe el gobierno de la República del Congo de la UNESCO por la declaración de Patrimonio de la Humanidad, de la parte que le corresponde del Parque Nacional de Virunga, donde se encuentran los últimos gorilas de montaña, en lugar de ser empleado para escuelas, ayuda sanitaria y mejorar la vida de los pigmeos y nativos que viven junto a orillas del Parque Nacional, es desviado para los intereses de Estado que no son ni mucho menos la ayuda a las poblaciones necesitadas.
El Centro de Estudio Internacional del Tantalio-Niobio, en Bélgica (un país con vínculos tradicionales con el Congo), ha recomendado a los compradores internacionales que eviten el coltán de la región del Congo por motivos éticos: "Los países centro-africanos de la República Democrática del Congo y Ruanda y sus vecinos solían ser la fuente de tonelajes significativos. Pero la guerra civil, saqueándolos parques nacionales y exportando los minerales, diamantes y otros recursos naturales para financiar las milicias ha obligado al Centro de Estudio Internacional del Tantalio-Niobio a hacer una llamada a sus miembros para que tengan cuidado de obtener las materias primas de fuentes legales. El daño, o el peligro de provocar un daño, a la población local, la vida animal salvaje o el medioambiente es inaceptable".
En las montañas del Parque Nacional Kakuzi Biega, donde se extrae el Coltán, han acabado además con la vida de cientos de gorilas, perdiéndose para siempre poblaciones muy importantes para la supervivencia de este simio en peligro de extinción. Además para la declaración de Parque Nacional, se expulsó a tribus indígenas abandonándolas a su suerte sin que nada se haga por ellas. Miles de civiles han huido al interior de la selva, donde se enfrentan al hambre y a las enfermedades. En menos de una década se calcula que han muerto cuatro millones de personas, sobre todo de hambre y enfermedades causadas por el conflicto. Ha sido la guerra que más muertes ha generado desde la segunda guerra mundial, con mil víctimas mortales diarias.
Otros miles acabaron con sus manos mutiladas, violaciones a menores y hasta la incalificable aberración de obligar a padres a cometer canibalismo con sus propios hijos una vez asesinados. Un verdadero infierno en la que el mundo cerró los ojos por claros intereses económicos. Mercenarios extranjeros alimentaban los enfrentamientos cambiando armas por los preciados metales, mercenarios pagados por el mundo civilizado, el mismo que utilizaba las materias primas con olor a muerte, el mismo que se horrorizó de las matanzas, el mismo que mando a los cascos azules a no hacer nada.
El Proyecto Gran Simio ha pedido tanto al gobierno de España como a la Comunidad Internacional, que se cancele la deuda externa de este país bañado en sangre y que se ayude a su población a combatir el hambre y las enfermedades, pidiendo a cambio a su gobierno, un respeto por los derechos humanos, apoyo eficaz a la población civil y la conservación de su valiosa riqueza natural que no sólo beneficia a las poblaciones de grandes simios (bonobos, chimpancés y gorilas) y de otros seres vivos, sino también a la Humanidad. Los bosques primarios o también llamados tropicales, han perdido en la actualidad más del 80% de su superficie. El resto sobrevive a duras penas, amenazado por las explotaciones forestales ilegales. Las dos terceras partes de la biodiversidad del planeta se refugian en estos bosques generadores de vida, que ocupan sólo el 7% de la superficie terrestre. La mitad de los bosques que una vez cubrieron la Tierra, 29millones de kilómetros cuadrados, han desaparecido y lo que es más importante en términos de biodiversidad, cerca del 78% por ciento de los bosques primarios han sido ya destruidos y el 22 por ciento restante están amenazados por la conversión a otros usos como la agricultura y la ganadería, la especulación, la minería, los grandes embalses, la extracción de madera, las carreteras y las pistas forestales, el crecimiento demográfico y el cambio climático.
Un total de 76 países han perdido ya todos sus bosques primarios y otros once pueden perderlos en los próximos años. Urge buscar los mecanismos suficientes para reciclar los teléfonos móviles al objeto de ser empleados nuevamente en la fabricación de los nuevos y un sistema de evaluación internacional que prohíba la entrada en el mercado de estas materias primas procedentes de zonas dudosas y sancionar de manera ejemplar, a las multinacionales que operan y se enriquecen cometiendo verdaderos crímenes contra la Humanidad.
*Director Ejecutivo del Proyecto Gran Simio (GAP/PGS – España)