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DEBATE
Scibona: "A contramano por la autopista". Oviedo X 2: "La soja y la suerte no duran para siempre" y "La confianza ya estaba perdida antes de la devaluación"
03/02/2014

A contramano por la autopista

La Nación. Por Néstor O. Scibona

Hay un serio deterioro de confianza cuando el gobierno de Cristina Kirchner cree y actúa como si hiciera todo bien; los demás estuvieran equivocados y, además, fueran exclusivos responsables de todos los problemas que, por acción u omisión , genera el propio oficialismo.

Esta postura política, agudizada en las últimas semanas con la economía, se asemeja a la absurda situación de quien enfila resueltamente a contramano por una autopista y reprocha airadamente por hacer lo mismo a los que vienen de frente.

Con su habitual verborragia, el jefe de Gabinete culpó a empresarios y comerciantes de remarcar precios "por las dudas". Tiene razón por partida doble: las empresas están llenas de dudas. Y por eso tratan de cubrirse con los precios, aunque a algunas se les vaya la mano. Lo que no dice Jorge Capitanich es que el horizonte económico se redujo al día a día y no pasa uno sin que aparezcan sorpresas. De ahí que quienes fijan precios desconozcan cuál será el costo de reponer sus stocks. Para colmo, el discurso oficial siempre remite al pasado más lejano (2003, la crisis de 2001/2002, la demonizada década del '90 y ahora hasta al Rodrigazo) pero nunca incluye anuncios concretos para el futuro no inmediato. Nadie sabe qué ocurrirá en 2014 con la política fiscal, monetaria, cambiaria, tarifaria, ni salarial; ni mucho menos su impacto sobre la inflación, que viene en plena aceleración en los últimos meses, a contramano del consumo y la actividad económica.

En estos días, que los funcionarios no hablen de la inflación cuando hablan de economía resulta tan ridículo como explicar una inundación sin referirse al agua. Lo mismo vale para "campaña mediática" denunciada por el ministro Axel Kicillof acerca de aumentos y desaparición de precios en vidrieras, góndolas o sitios web; justo al anunciar medidas para retrotraer subas y normalizar la venta de productos.

Como lo esencial es invisible a los ojos, difícilmente reconozcan que la fuerte devaluación con que arrancó este año es consecuencia del aumento del gasto público electoral de 2013; el abuso de la "maquinita" del Banco Central para tapar con más pesos el agujero fiscal y la inevitable huida hacia el dólar para cubrirse de la inflación y desvalorización del peso. Hoy, el billete de 100 pesos equivale, en números redondos, a 12,50 dólares al tipo de cambio oficial y apenas 8 a la cotización del mercado paralelo. Hace un año, equivalía a 20 y 12,80, respectivamente. Con la acotada flexibilización del cepo cambiario y el racionamiento de dólares, que la semana última mantuvo ocupados a miles de pequeños y medianos ahorristas, el Gobierno admitió implícitamente esa avidez por ahorrar en dólares. Pero este parche aislado no sirvió aún para reducir la brecha cambiaria con el blue (56%), ni evitar la mayor pérdida mensual de reservas desde 2006 (2500 millones de dólares) por abundancia de demanda y escasez de oferta.

AMORTIGUAR EFECTOS

Como contrapartida, un dólar oficial 23% más caro que a fin de diciembre (y 36% que a fin de octubre) tiene impacto directo -aunque dispar- sobre los precios internos, por la suba de costos de importación. Pero sólo después del brusco ajuste cambiario sin un plan explícito detrás, el Ministerio de Economía se ocupó de amortiguar provisoriamente sus efectos sobre los insumos y productos más sensibles. Paradójicamente, con el mismo argumento ("cuidar el bolsillo de los trabajadores y jubilados") que usó tantas veces para negar una maxidevaluación. Sin embargo, también aquí los anuncios oficiales tienen una doble lectura.

En los productos de consumo masivo se ratificó la vigencia de la canasta de "Precios Cuidados" y su extensión a todo el país. Pero no es lo mismo garantizar precios fijos para 194 productos en grandes cadenas de supermercados y menos de 80 en autoservicios chinos (que cuesta encontrar cuanto más góndolas haya), que para otros rubros o marcas no incluidos en el "acuerdo". La Secretaría de Comercio requirió a las compañías líderes que envíen en tres días los precios de lista facturados en los últimos seis meses, para controlar costos y márgenes en cientos de cadenas de valor. Como una empresa grande puede emitir 20.000 facturas mensuales (120.000 en un semestre), esto supone un problema práctico aún para la tecnología informática de la AFIP. Y también un problema político: no pocos empresarios se quejan en voz baja de que el mismo gobierno que impulsó el acuerdo anual con revisiones trimestrales de costos, modificó las condiciones macroeconómicas (cambiarias y financieras) en el mismo mes de arranque. Para colmo, prevé sancionar incumplimientos con la ley de lealtad comercial dictada en 1983 por el presidente de facto Reynaldo Bignone.

En electrónicos y electrodomésticos, a su vez, la decisión de retrotraer los precios al 21 de enero con un tope previo de aumento de 7,5%, apunta a dejar de lado el salto cambiario de 15% que se produjo al día siguiente. El restante 7,5% se compensaría en algún momento de febrero según el componente importado de cada producto, que puede oscilar entre 65% en acondicionadores de aire y 95% en celulares; que Kicillof considera un artículo suntuario pese a que se venden 14 millones de unidades por año. Otra preocupación en este sector pasa por el pedido oficial de reducir 20% las importaciones para ahorrar divisas, ya que reducirá los niveles de actividad. En especial, la producción y venta de televisores en los meses previos al Mundial de fútbol de Brasil.

Esta misma restricción de importaciones afecta a la industria automotriz. Aquí, la devaluación no sólo encarece los costos de los autos pequeños que se importan de Brasil (o las partes e insumos de los medianos que se fabrican en la Argentina), sino que las fábricas no pueden compensarlos con la venta de modelos de alta gama, paralizada tras la suba de impuestos internos que llegó a duplicar los precios.

La inquietud se extiende además a la industria farmacéutica, tanto por los productos terminados como por los insumos, ya que en la Argentina prácticamente no se producen principios activos y el impacto devaluatorio afecta entre 20% y 70% del costo.

Los empresarios que en estos días tuvieron contactos con funcionarios escucharon que el Gobierno buscará sostener el tipo de cambio oficial en torno de 8 pesos y descuentan que la estrategia oficial será seguir subiendo las tasas de interés para absorber pesos y atenuar las presiones cambiarias hasta que ingresen los dólares de la cosecha. Este componente ortodoxo, que deprime el consumo y la actividad, no evita que la inflación se proyecte para 2014 por encima del 33% anual, sin incluir probables ajustes de combustibles. Una gran incógnita es qué ocurrirá con el gasto público, las tarifas y los ajustes salariales en las paritarias, donde siempre el gobierno de CFK ha tratado de evitar costos políticos. Otra, cómo conciliar la necesidad de que el sector privado frene remarcaciones preventivas (aun con posteriores descuentos) y no frene inversiones, con un discurso populista que apunta sólo a la "militancia K" .Y para colmo, es amplificado con llamados de Hebe de Bonafini a boicotear supermercados y de Luis D'Elía a confiscar silos bolsas.

La soja y la suerte no duran para siempre

La Nación. Por Jorge Oviedo

Lo llamaron "modelo productivo" que no necesitaba del capital extranjero. Pero ahora, para sostenerlo, hay que obligar a los productores a que pierdan plata y rogar que venga dinero de afuera, justo ahora que empieza a escasear. Como dice el millonario Warren Buffett "sólo cuando baja la marea se ve quién estaba nadando desnudo".

El economista José Luis Espert sostiene que gran parte de la recuperación argentina se debió a "soja y suerte". Nunca ha quedado más claro que ahora. Pero pareciera además que Kicillof irá a pedir dinero al exterior, justo ahora que los capitales se tientan con irse de las economías emergentes. Era bueno no depender demasiado de ellos en la época del auge. Era necio prescindir totalmente de ellos cuando eran baratos. Es insensato ir a buscarlos ahora, cuando ni siquiera los propios ciudadanos argentinos quieren quedarse en pesos y no dejan sus dólares en los bancos.

Lo que seguramente obtendrá son aumentos de las líneas de prefinanciación de exportaciones, por unos mil millones de dólares. En la Argentina es el sector privado el que genera las divisas de exportación. Y despierta mucha más confianza que el Estado. Claro que también deberá convencer a los exportadores de que vendan su producción.

Los bancos extranjeros a los que Kicillof acudió por auxilio creen que se han tomado medidas correctas, pero que lo que falta es el plan, para convencerlos del todo a ellos y también a los sojeros.

Kicillof fue el que impidió que se arreglaran cuestiones de la deuda y se consiguiera algún acceso razonable a préstamos del exterior apenas comenzado el segundo mandato de Cristina Kirchner. E insultó a los que defendían ese camino desde dentro y fuera del Gobierno. Los llamó públicamente "papagayos". La Presidenta no sólo le hizo caso, sino que además celebró también públicamente la ocurrencia.

Ahora parece que hay que pedirles a los productores de soja que vendan sus granos a riesgo de que pierdan dinero si, por la falta de plan, la devaluación no termina aquí. ¿Por qué alguien debe regalar su trabajo? Si venden hoy, recibirán menos pesos, piensan. El Gobierno ha maltratado al campo desde que en 2007, con Néstor Kirchner en la Presidencia, comenzó a quedarse sin dinero por la mala administración. Capitanich y Kicillof se comportan como los maridos golpeadores que les dicen a sus parejas que vuelvan, porque cambiaron. Y que, si no vuelven con ellos, las molerán a palos.

Kicillof hace además cosas extrañas. Anuncia que baja la retención a los gastos con tarjeta y poco después se desdice. Acusa a un banco de capital extranjero de estar en una conspiración para voltear al Gobierno y luego le pide ayuda.

El ministro parece haber sufrido el proceso del protagonista del cuento de Cortázar, que en París estaba obsesionado con un axolotl y terminó transformándose en él. Fue en el Club de París donde Kicillof se volvió lo que definió como "papagayo".

La confianza ya estaba perdida antes de la devaluación

La Nación. Por Jorge Oviedo

El Gobierno dice que quiere restaurar la confianza en la economía, pero los indicadores muestran que ya se había perdido antes de la devaluación de enero último. A fines de diciembre, el relevamiento del índice general de expectativas económicas de la UCA y TNS-Gallup mostraba que el 45% de la población creía que la situación era "muy o bastante mala". Y nadie creía que las cosas irían mejor. El 70% pensaba que 2014 sería igual o peor que 2013. Casi uno de cada tres creía que las cosas estarían peor en los próximos seis meses.

No era un estado de ánimo extraño. Alzas de precios, devaluación a un ritmo mayor que en meses anteriores y una sucesión alarmante de muertes producto de los saqueos en medio de las rebeliones policiales en las provincias y de los permanentes cortes del servicio eléctrico.

Gobierno dice que quiere restaurar la confianza en la economía, pero los indicadores muestran que ya se había perdido antes de la devaluación de enero último. A fines de diciembre, el relevamiento del índice general de expectativas económicas de la UCA y TNS-Gallup mostraba que el 45% de la población creía que la situación era "muy o bastante mala". Y nadie creía que las cosas irían mejor. El 70% pensaba que 2014 sería igual o peor que 2013. Casi uno de cada tres creía que las cosas estarían peor en los próximos seis meses.

No era un estado de ánimo extraño. Alzas de precios, devaluación a un ritmo mayor que en meses anteriores y una sucesión alarmante de muertes producto de los saqueos en medio de las rebeliones policiales en las provincias y de los permanentes cortes del servicio eléctrico.

El clima económico internacional está cambiando en contra de los países emergentes. Ahora se sabrá quién hizo bien las cosas durante el auge y quién dilapidó la bonanza. Sobre la Argentina y Venezuela no hay ninguna incógnita. Han hecho las cosas mal y por eso, antes de que el clima cambiara, ya estaban en serios problemas. No son la cigarra de la fábula con la hormiga, sino peor. Son unas cigarras que cayeron en desgracia mucho antes de que llegara el invierno. Los dos países ya tenían déficit fiscal enorme, inflación muy alta y crisis del mercado cambiario cuando ningún otro país semejante padecía esos males.

El peligro de sufrir un episodio de inflación alta y luego caer en estanflación es alto, dicen los economistas. Eso ocurre cuando la economía no crece o lo hace en pequeñísima proporción, pero de todas maneras los precios siguen subiendo.

La Argentina padeció un proceso así en 1990, luego de la hiperinflación. El escenario internacional era mucho más adverso, con tasas de interés mucho más altas y valores para la exportación de bienes mucho más bajos. El resultado fue un escenario muy difícil, en el que se logró reprimir un rebrote de hiperinflación, que no era poco logro. Pero la estanflación casi se devoró el primer gobierno de Carlos Menem. Sobre fines de 1990, la inflación alta regresó y la oposición se restregaba las manos pensando que en octubre de 1991 el oficialismo perdería las elecciones de diputados y gobernadores, que en diciembre cambiaría la composición del Congreso y Menem sería sometido a juicio político.

Una economía estancada, con tasas de interés altas, inflación galopante a la vuelta de la esquina y el empleo flaqueando es el peor escenario para construir o sostener un proyecto político. Aunque se logre controlar el valor del dólar. En 1990 ese objetivo se alcanzó. El dólar, que en febrero había alcanzado algunos días los 6500 australes, terminó el año en torno a 5000. Y habían aumentado mucho las reservas. Pero la confianza flaqueaba. El déficit fiscal no se dejaba domar y tampoco las tasas de interés ni la inflación. Se cayó un acuerdo con el FMI y la crisis volvió con toda su fuerza.

El escenario político también era otro. Al Gobierno le quedaban cuatro años por delante y tenía el control de las dos cámaras del Congreso. Hoy, la única posibilidad parece ser buscar un heredero en un terreno muy complicado.


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