El ministro Axel Kicillof está convencido de que se ha alcanzado un nuevo equilibrio en la economía. Y dice a los empresarios que no hay ningún motivo que haga que la devaluación se traslade a los precios. Desde que asumieron Capitanich, Fábrega y él mismo, la divisa norteamericana aumentó 32,5%. El Gobierno no quiere ver una suba igual del costo de vida.

¿Sacrificará Cristina Kirchner las cuentas de YPF obligándola a sumar costos y congelar precios? Si la inflación iguala a la devaluación, vuelven los problemas de competitividad. Las cuentas públicas también sufren la depreciación del peso, porque el país debe pagar importaciones de petróleo y energía, además de la deuda. Los interrogantes son muchos.

El que definió como "nuevo equilibrio" es el dólar oficial a ocho pesos. Pero defender ese valor es una tarea titánica para las pocas medidas anunciadas hasta ahora.

Kicillof quiere convencer a todos los productores y vendedores de insumos y productos terminados de que colaboren, que el traspaso a precios sea lo menor posible, que no hay motivo para más. Los argumentos son variados. Que los precios relativos, que las cadenas de valor, que los costos. Pareciera que en la Argentina es posible doctorarse en economía sin reconocer que muchos precios se forman por oferta y demanda.

La devaluación genera aumentos de costos para los importadores y demanda extranjera para los productores de todo aquello que se exporta. Las apelaciones a los productores de electrodomésticos argentinos no tienen mucho asidero. La industria tiene muchos insumos extranjeros. Una recesión pondría techo a sus precios, pero afecta el empleo.

Aparentemente, las mayores presiones fueron puestas en los productores y comercializadores de productos terminados. Por un lado, Kicillof les habla como si los precios fueran libres y les advierte sobre las malas consecuencias en su propio negocio si encarecen sus artículos. Por otra, les advierte que los van a vigilar y eventualmente a sancionar si no cumplen los acuerdos. Los ejecutivos que lo escuchan se preguntan si los precios son libres en la Argentina o no.

EL RELATO

Como en sus apariciones en los medios de comunicación oficialistas, Kicillof exige que no se hable de Rodrigazo. El argumento es que entonces la devaluación fue de más del 700 por ciento y ahora, en cambio, de menos del 35 por ciento. Toda su intención es demostrar que el proceso desatado está estabilizado y que no habrá nuevas sorpresas.

A quienes firmaron los últimos acuerdos, los de los Precios Cuidados, los convocó el viernes Augusto Costa y les ofreció argumentos parecidos. Ayer insistió, pero el principal discurso fue el de Kicillof. "El problema es que firmamos un acuerdo el 20 de diciembre, que empezó a regir el 6 de este mes y dos semanas después nos encontramos con una devaluación muy brusca", recordó uno de los asistentes, que inquirió: "¿Por qué tendríamos que confiar ahora en que todo seguirá estable?".

Los ejecutivos dicen que las herramientas que están a la vista para tratar de lograr una nueva estabilidad son el aumento de las retenciones a las exportaciones o directamente la prohibición de exportar. Y para los importadores, también restricciones en las cantidades.

El ministro también se extiende en advertencias acerca de que el resto del mundo está peor que la Argentina y que otros países de la región ya están devaluando. Quiere mantener el nivel de empleo, pero todo el mundo tiene la sensación de que se está pisando terreno resbaladizo.

Las crisis de Grecia, que al jefe del Palacio de Hacienda le gusta mencionar, no tienen comparación con la situación local. La situación internacional de energía, combustibles y alimentos caros y dólar barato y euro caro es exactamente lo contrario de lo que Grecia necesita para crecer. No es raro que tenga una crisis.

Lo raro es que la tenga la Argentina, con una situación internacional que hasta hace muy poco fue muy favorable. La situación está cambiando de a poco, pero la Argentina tiene cepo desde 2011, inflación elevada desde 2007 y un deterioro muy grave de la situación fiscal desde hace dos años.

Muchos creen que las cosas cambiarán y los países emergentes pasarán a sufrir viento de frente. Pareciera que Cristina Kirchner y Kicillof quieren que pase pronto para tener una justificación del ajuste feroz que están haciendo por la vía de la devaluación y la inflación. Y culpar a los bancos, en los que piden a los argentinos que dejen sus ahorros.