Río de Janeiro - En octubre de 2007, la presidenta Dilma Rousseff, entonces jefa de la petrolera estatal Petrobras, predijo con orgullo que los nuevos y gigantescos yacimientos costa afuera llevarían al país a una era de independencia energética. Seis años después, ha pasado todo lo contrario. El intento de Rousseff por desarrollar crudo costa afuera, sus controles sobre los precios de los combustibles y otras políticas energéticas han puesto trabas al sector de refinerías del país, quitándole los fondos necesarios para expandirse. Como resultado, Petrobras ha tenido que buscar combustible en el exterior.
Con una decena de refinerías con varias décadas de antigüedad funcionando a lo que los expertos creen es un ritmo peligrosamente alto para cubrir la creciente demanda, los autos y los camiones brasileños están siendo impulsados cada vez más por gasolina y diésel refinados en Estados Unidos o la India.
Las importaciones habrían alcanzado un nivel récord el año pasado para satisfacer alrededor de un quinto de las necesidades locales. Y la situación probablemente empeorará antes de mejorar. Las nuevas refinerías sólo comenzarán a reducir la brecha de importaciones en 2015, y las políticas de precios de Rousseff, sumadas a las reglas de mantenimiento más estrictas, significan que aún faltan al menos tres años para que Brasil alcance su nueva capacidad de refinación. Las cuatro refinerías planeadas por Petrobras llevan años de retraso o los planes directamente han sido congelados. "Brasil ha puesto un enfoque excesivo en encontrar crudo costa afuera y ha descuidado la refinación", comentó João Castro Neves, analista de América Latina del Grupo Eurasia, en Washington. "Brasil depende ahora de importaciones (de petróleo) como nunca en años", agregó. No es que a Brasil le falte crudo. Petrobras ha encontrado inmensas reservas de petróleo costa afuera al sur de Río de Janeiro, y luego de dos años de estancamiento, su producción de crudo subirá en 2014. Pero a pesar de todo, cada vez más gasolina y diésel consumidos en Brasil provienen de petróleo de esquisto de Texas, Oklahoma y las Dakotas, que es refinado en la costa del Golfo de México en Estados Unidos. También está creciendo la proporción que viene de la India.
En lugar de impulsar el poder y la influencia internacional de Brasil con la venta de los excedentes de crudo y combustible a Estados Unidos, Rousseff promovió políticas que hasta ahora han aumentado la dependencia del suministro estadounidense. "Las refinerías de la costa del Golfo de México de Estados Unidos han sido unas de las mayores beneficiarias del déficit de Brasil", dijo Mark Routt, consultor senior de energía de KBC, un grupo de investigación energética en Houston.
Brasil importó alrededor de 530.000 barriles por día (bpd) de combustibles refinados hasta el 30 de noviembre, casi el doble de los niveles de 2007 -que fue el año en que Rousseff dio a conocer su visión-, según la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP). Un tercio de las importaciones fueron de diésel, que es utilizado para abastecer a la vasta flota de camiones que transporta buena parte de los bienes en Brasil, un país de 200 millones de habitantes y enorme extensión que se ha convertido en la séptima mayor economía del mundo. Excluyendo las exportaciones de menor valor, como asfalto y coque, las importaciones netas de combustible probablemente superaron el año pasado a las de 2011, que fue el año récord de importaciones netas. El total de 2013 seguramente será abultado por la avería de una refinería que forzó a realizar muchas compras en diciembre. Este tipo de descomposturas o el mantenimiento para prevenirlas ayudarán a mantener alto el nivel de importaciones. La raíz del problema de Brasil es la negativa del Gobierno a permitir que Petrobras aumente los precios del combustible para quedar en línea con los precios mundiales. Aunque esta política ayuda a mantener la inflación a raya, también significa que la gasolina y el diésel se venden en Brasil de un 20% a un 25% por debajo del costo de importación, lo que eleva la demanda en las estaciones de servicio, pero también las pérdidas de Petrobras. La División de Suministro de Petrobras, que administra las refinerías, los tanques y los centros de distribución, ha perdido más de u$s 12.000 millones en los últimos dos años. Como Petrobras obtiene casi tres cuartos de sus ingresos de su unidad de suministro, esas pérdidas amenazan con golpear aún más a una petrolera que ya es una de las de peor desempeño en el mundo.