Si las inversiones no vienen a Brasil, Brasil va a las inversiones. Por primera vez, la presidenta Dilma Rousseff acudirá hoy a la reunión del Foro Económico Mundial en Davos para intentar convencer a la elite empresarial internacional de que, pese a su decepcionante crecimiento en los últimos tres años, su país aún representa una buena oportunidad de negocios, en especial en este año, en que ella se juega la reelección.

Dará un paso fundamental en este sentido, al apuntalar políticamente su gabinete al volver de Suiza.

Rousseff, que desde que asumió en 2011 nunca había acudido a la cita anual de Davos, llegará acompañada por su equipo económico, los ministros de Economía, Guido Mantega, y de Desarrollo, Industria y Comercio, Fernando Pimentel; el presidente del Banco Central, Alexandre Tombini, y el del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), Luciano Coutinho; así como por su canciller, Luiz Alberto Figueiredo, con un claro mensaje: dar una inyección de confianza a la alicaída economía del gigante sudamericano.

"La inversión privada es fundamental para Brasil y la presidenta debe demostrar el potencial del país, y escuchar a los inversores para que podamos afinar la manera en que hacemos las cosas", subrayó el ministro-jefe de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Marcelo Neri. La participación de Rousseff en el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) ocurre en un momento en que los mercados parecen haber comenzado a darle la espalda al país tras una década en la que fue visto como la gran promesa.

Ayer, el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo en 0,2 puntos su previsión de crecimiento para Brasil este año, a 2,3%, y redujo 0,4 puntos, a 2,8%, su proyección para 2015. Son números más a tono con el ritmo de expansión de la economía en los últimos tres años (2,7% en 2011; 0,9% en 2012; 1% en 2013), muy lejos del crecimiento del 7,5% de 2010, el último año de gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, mentor de Rousseff. Justamente antes de partir, la presidenta se reunió con Lula, que era un asiduo participante del WEF.

En la agenda de Rousseff hay un discurso en el plenario del foro y un encuentro con representantes de 85 de las compañías más grandes del mundo, a quienes buscará convencer de invertir más en Brasil, que en 2013 sufrió la fuga de dólares más grande de la década (12.261 millones).

Se enfrentará a un empresariado desconfiado del intervencionismo estatal en la economía, como el que viene ejerciendo su gobierno en los últimos años. Y seguramente la cuestionarán por los aumentos en las recientes cifras de inflación (5,91%) y desempleo (7,4%), como por el creciente deterioro en las cuentas públicas y el tipo de cambio, aunque Brasil aún tiene grandes reservas (alrededor de 375.000 millones de dólares).

Tras el viaje a Suiza, que incluirá una reunión con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, para ultimar detalles del próximo Mundial de fútbol, Rousseff irá a La Habana, Cuba, para la II cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). Finalmente, al regresar a Brasilia, anunciará los esperados cambios en su gabinete, como para solidificar su posición para las elecciones del 5 de octubre.

Ya se sabe que nombrará en la Jefatura de Gabinete al actual ministro de Educación, Aloízio Mercadante, hombre de su máxima confianza, en reemplazo de la ministra Gleisi Hoffmann, que se preparará para competir en octubre por la gobernación del estado de Paraná. La cartera de Educación, en la que Rousseff puso especial atención, sería tomada por el actual secretario ejecutivo del Ministerio, Henrique Paim Fernandes.

La presidenta perderá a otro de sus principales asesores, el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio, Fernando Pimentel, que será candidato a gobernador de Minas Gerais; el nombre que más suena para ocupar el cargo es el del empresario Josué Gomes da Silva, del grupo Coteminas, hijo del ex vicepresidente de Lula José Alencar, fallecido en 2011.

Unos nueve ministros que responden al oficialista Partido de los Trabajadores (PT) deben dejar el gabinete antes de marzo para poder lanzar sus candidaturas dentro de la ley. La estrategia del gobierno, diseñada bajo indicación de Lula, es que el PT presente fórmulas de peso en las principales contiendas del país, para asegurar la reelección de Rousseff en primera vuelta pese a las debilidades del modelo económico.