En un tema especialmente delicado por lo que está en juego, el gobierno debería ser excesivamente cauteloso -que no es lo mismo que lento, matungo y demorón- en cada paso que da. Que sea transparente y tenga bien informada a la ciudadanía, porque el cambio que significa en la fisonomía del país es muy grande: rompe el molde tradicional de un país agropecuario, cambia su matriz casi exclusiva y abre el horizonte a otras actividades que pintan como muy redituables.
La propuesta no es absurda: si en Uruguay hay hierro y en gran cantidad, tarde o temprano habrá minería; nos guste o no. Algo parecido ocurriría a si se descubre petróleo. Pero ambas posibilidades -hierro o petróleo- son viables siempre y cuando los informes técnicos de impacto ambiental analicen (para hoy y para el futuro) las consecuencias de estas formas de explotación del suelo, queden bien claro sus riesgos y beneficios y el balance sea favorable. Hacer de esto una aventura, por capricho y de espaldas al pueblo, no. Rotundamente no. Menos, aún, si es con nombre y apellido.
Veamos algunos aspectos del proceso.
1) El proyecto Aratirí surgió en el 2007 durante el mandato de Vázquez, en medio del secretismo más absoluto. Nadie se enteró de las gestiones iniciadas por esta empresa que poco después estuvo encabezada en nuestro país por el expresidente de la ANP del propio Vázquez, Fernando Puntigliano.
2) Salió a luz en el gobierno Mujica, porque -entre otras cosas no menores- se hacía necesaria una ley que modernizara el Código de Minería e incluyera la MGP.
3) Aparecieron críticas de productores, sectores ecologistas y vecinos del interior que veían con desconfianza y amenaza el proyecto. Allí salió al cruce el Presidente, pero sembrando más confusión (estamos en el año 2011): un día habló de someter el tema a un plebiscito consultivo, al otro que lo iba a decidir el gobierno, al otro que iba a consultar al pueblo sobre qué quiere hacer con el dinero y al otro que lo iba a guardar para cuando viraran los vientos económicos favorables. ¿Pero, de qué podría opinar el pueblo si los únicos informes ambientales existentes eran (y son) de la empresa?
4) A impulsos de Mujica, la izquierda se distanció del sector "verde" o ambientalista (donde predomina el anticapitalismo) del país. El epicentro fue la propuesta presidencial de vender las dunas del Cabo Polonio, que recibió severas críticas de ese sector e incluso de la entonces ministra de Medio Ambiente, Graciela Muslera (poco después presentó renuncia). Mujica se despachó con un "¡no sean roñosos! ¡Eso es para lagartear en el verano! Lo vamos a privatizar pa` que los que tienen lana paguen y paguen caro (…)" A Mujica no le gustan los temas ambientalistas y mucho menos los ambientalistas, que en este asunto de la minería vuelve a enfrentarlos y en el FA no hay ninguna voz ni de apoyo ni de consideración por sus opiniones. ¿Y si tienen razón?
5) La intención del gobierno era firmar mañana (20 de enero) el contrato con Aratirí, que obtuvo la concesión de la explotación sin que mediara llamado a ningún proceso licitatorio. Si no se hace es por meras formalidades (faltan notificar algunas expropiaciones). Pero la voluntad era hacerlo, pese a que la Dirección Nacional de Medio Ambiente no se pronunció aún, porque la empresa no aportó datos solicitados. No fue por omisión de la Dinama, sino del presunto adjudicatario. Y eso que la ley Aratirí, aprobada por la mayoría automática del FA, dice expresamente en su art. 6°: "Para la autorización ambiental de los proyectos considerado MGP se requerirá -en todos los casos- la realización de un estudio de impacto ambiental completo y de una audiencia pública (…)".
6) No se conocen tampoco los términos del contrato y se habla que éste tendrá cláusulas de confidencialidad o reserva.
Así se cierra el círculo; a espaldas del país, sin transparencia, contra la ley, sin informe técnico del organismo nacional especializado ni audiencia pública, descalificando las advertencias, no ya de la oposición, sino de grupos independientes, sin participación del Tribunal de Cuentas, sin licitación, con nombre y apellido.
Como dijo Sergio Abreu "esto va a ser peor que Pluna".