El dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, ha hecho pública su intención de prohibir el comercio de oro por parte de privados, pasando a ser controlado de forma exclusiva por el gobierno. A partir de ahora, los mineros quedarán obligados a vender el oro que producen a una compañía pública encargada de su comercio, llamada Fidelity.
Estas declaraciones, hechas en el marco del congreso anual de su partido, no sólo han hecho tambalear la industria del oro. Mugabe ha lanzado una advertencia a los mineros del platino, obligándoles a construir una planta de refino en suelo de Zimbabue en un plazo máximo de dos años. Si en este plazo no se ha construido, el gobierno retirará las licencias de explotación.
La presión sobre las empresas extranjeras es máxima. Desde que en 2009 se formó el actual gobierno de unidad nacional presidido por Mugabe, los empresarios sufren constantes amenazas, insultos y vejaciones por parte del gobierno, el cual se siente libre de expropiar, robar y confiscar todo aquello que le plazca. Bajo la apariencia de un proyecto de “industrialización nacional”, el dictador Mugabe acapara poder y riqueza en detrimento de la nación y de los capitales extranjeros allí instalados.
La política económica de Mugabe ha concedido muy pocas ventajas a los capitales venidos del exterior. En un momento de extrema necesidad, en 2009 se permitió a las mineras que exportaran oro de forma independiente sobre todo a Sudáfrica. Sin embargo, una vez pasada esta crisis de balanza de pagos, Mugabe vuelve a la carga con su obsesión centralizadora: “Queremos centralizar esto. Hay muchos negocios ilícitos con el oro, hay demasiada repatriación de beneficios, y esto tiene que parar”.
Los problemas a los que se enfrentan las compañías extranjeras son innumerables en el continente africano. Los únicos negocios rentables son esencialmente corruptos o, si no lo son, están bajo chantaje de las autoridades. Buena muestra de ello es la presión del gobierno a las mineras de platino para que establezcan una refinería en el país a cambio de ser los accionistas mayoritarios en los proyectos mineros locales. Este extremo ha sido confirmado por el ministro de Minas Walter Chidhakwa en declaraciones a Reuters el pasado 28 de noviembre.
La política de Mugabe, en suma, es el mejor exponente de por qué un país está sumido en la extrema pobreza gracias a sus pésimas instituciones políticas y económicas. Las consecuencias, más allá del propio negocio del oro o el platino, son sufridas muy directamente por la población y les condenan a una pobreza de la que nunca saldrán con los esquemas actuales de ayuda al desarrollo.
Fuente: ZimEye