En las próximas horas, este miércoles, se espera que el Consejo de Administración (el directorio) de la española Repsol apruebe en Madrid el acuerdo de reparación por unos 5.000 millones de dólares que los gobiernos argentino, mexicano y español alcanzaron en Buenos Aires este lunes. Con diversas modalidades de pago se cancelará con ese monto lo reclamado por la empresa de energía ibérica para compensar la confiscación del 51 por ciento de las acciones de YPF que tenía en su poder en abril de 2012.
La trama detrás de la noticia se irá conociendo con el paso del tiempo, pero aquí comentaremos algunos detalles que conocíamos “off the record” y de la que ahora, conocida la información del convenio, podemos dar cuenta, aunque sin revelar las fuentes.
El arquitecto de este acuerdo tripartito, que hasta último momento estuvo en duda, es el embajador argentino ante el Reino de España, Carlos Bettini. El arreglo es producto de un juego a varias bandas que tuvo un final feliz pero podría haber explotado por los aires en cualquier momento. Nos explicamos. La confiscación de las acciones de Repsol en YPF puso en crisis la relación entre los dos países, pero los intereses en juego obligaban a poner paños fríos a la situación para tratar de encauzar el vínculo, nos relató uno de los hombres implicados en la negociación.
Simultáneamente se desarrollaban otros juegos, como el recientemente conocido ingreso del fondo Fintech, del financista mexicano David Martínez, en el accionariado de Telecom Argentina, lo que lo obligará a desprenderse de su tenencia (40 por ciento) en Cablevisión, la empresa de TV por cable del Grupo Clarín. Martínez es un inversor importante al que se vincula insistentemente con Carlos Slim, que también es mexicano y es el hombre más rico del mundo.
Slim es controlante de Pemex, la petrolera mexicana, que retiene ya el 13 por ciento de las acciones de Repsol. El CEO de la compañía española, Antoni Brufau, mantenía dos altercados importantes: uno, más reciente, es más bien una piedra en el zapato y no lo ayudó en nada con su problema de fondo, nos referimos a la ocupación intempestiva de YPF por parte del gobierno, en la figura del entonces viceministro de Economía, Axel Kicillof. Pero su conflicto principal es con Isidro Fainé, su ex promotor y titular de la La Caixa (ahora Caixabank), el segundo mayor accionista individual de Repsol con casi el 10 por ciento de la tenencia total. Brufau, el máximo directivo de la empresa, viene soportando la ofensiva en su contra de Fainé, un accionista, gracias a una compleja arquitectura empresaria que lo permite. En absoluta medida, Brufau se sostenía por el apoyo de PEMEX, la petrolera de Slim, a quien le prometió el oro y el moro para mantenerse. Pero ni lo uno ni el otro aparecieron, y como otras víctimas de su manera de conducir, Slim se hartó de las mentiras del directivo catalán. Este hartazgo explica la muy probable caída de Brufau.
Quien mejor que muchos conocía estas internas era el embajador Bettini, que se limitó a dejar en evidencia uno por uno los incumplimientos de Brufau y a esperar que el tiempo alineara los planetas de PEMEX (Slim) y La Caixa (Fainé).
En Buenos Aires, entretanto, los abogados de Brufau (el estudio Marval & O’Farrel), expertos en este tipo de litigios megamillonarios ante el CIADI, le insistían a Brufau que no debía cerrar ningún acuerdo con el Gobierno argentino por YPF. “En el CIADI los revolcamos”, dicen que le decía uno de los letrados de ese prestigioso buffet al CEO de Repsol, que dudaba de entregarle en bandeja a Fainé su cabeza si esos pronósticos eran errados. No hubo que esperar tanto pero se comprende la postura de los litigantes: las comisiones por estas operaciones y sus horas/hombre son la nafta que los mantienen en funcionamiento.
En este punto, para aligerar el paso y la explicación, que puede ser farragosa para algún lector, contaremos una anécdota que escuchamos en algún despacho oficial. El cesado secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, había citado en su oficina a representantes de empresas petroleras y mineras para hablarles de algunos de sus “leit motiv”: las remesas de dólares, la sustitución de importaciones, etc. Como los directivos de las compañías no querían volver a toparse con el "supersecretario", que siempre tenía alguna agresión destinada a sus interlocutores empresarios, la mayoría envió a sus abogados. Uno de ellos, de Marval & O’Farrel, se llevaría la peor parte. Cada vez que intentaba intervenir, Moreno lo interrumpía, irónico y secante: “¿Usted es el doctor coima?” O: “Como bien ha dicho el abogado coimero”. El hombre, naturalmente, finalmente optó por cerrar la boca.
Volviendo a lo crematístico, el acuerdo con Repsol no resuelve todos los problemas que la administración de Miguel Galuccio enfrentaba hasta ahora, y que hicieron complicada la recolección de inversiones para el yacimiento de Vaca Muerta. Pero allana mucho el camino y supone un revés importante para quienes, con YPF como estandarte, aseguraban que el kirchnerismo no tenía manera de superar aquellos obstáculos. Una vez más, reponiéndose de varias batallas perdidas, en su mayoría por su propia torpeza, el Ejecutivo le dio vuelta el brazo a sus opositores.
El fallo a favor de la constitucionalidad de la Ley de Medios y la designación de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete son otros dos hitos de las últimas semanas. Del desgobierno durante la licencia de Cristina, que no se sabía si volvería, hemos pasado al hiperkinético tamdem Capitanich-Kicillof. Bien miradas las cosas, ni lo uno ni la otro. El péndulo, un instrumento que resume como pocos los últimos 200 años de historia nacional, nunca ha sido recomendable para la gestión de la administración pública. Tampoco para sacar conclusiones apresuradas sobre el lugar donde estamos parados.
* Director de gacetamercantil.com
