A favor del proyecto presentado por el mandatario hace una semana, el legislador priísta destaca que se trata de una iniciativa que conserva los valores nacionalistas de los mexicanos y coloca a Pemex y a CFE en una ruta de desarrollo.
Bernal Gutiérrez, uno de los involucrados en el proceso de gestación de la iniciativa que presentó el jefe del Ejecutivo federal, señala que el proyecto de cambios a los artículos 27 y 28 constitucionales en materia petrolera, fueron bien recibidos por la bancada priísta en la Cámara de Diputados y por el PRI, dado que propone un camino que ha sido visto por la pasada Asamblea Nacional.
Confía en que en ambas cámaras se reúna la mayoría calificada para que el cambio a la constitución sea enviado a ratificación de los congresos estatales.
En ese sentido, señala que la reforma energética tendrá una aplicación gradual, sobre todo para los efectos fiscales. Durante el primer semestre de 2014 estarán vigentes las leyes secundarias y con ello la aplicación plena de los preceptos y los beneficios: inversiones, empleos, baja de tarifas y precios de energéticos, se irán dando.
Entrevistado en su oficina de la Cámara de Diputados, el ex presidente de la Fundación Colosio defiende el proyecto del presidente Enrique Peña Nieto: es un texto —dice— en el que los hidrocarburos se aseguran para la nación.
Explica que se modifica la Constitución para modernizar el sector al cambiar el modelo de desarrollo en el que la industria energética sirve como plataforma de recaudación de recursos, y que en el futuro sirva para crecer productivamente, con inversión y generación de empleos.
Se dice convencido de que la iniciativa del Ejecutivo federal, en el debate frente a los proyectos del PAN y PRD, va a transitar en ambas cámaras e indica la razón de su certidumbre: “Es un proyecto que no divide al país, moderniza México y conserva los valores nacionalistas en los que fuimos educados”.
En su esencia, agrega Bernal Gutiérrez, el proyecto del Ejecutivo federal armoniza con los principios del PRI, puede ser “el centro de una discusión sensata” en el Senado y después en la Cámara de Diputados. Incluso, dice que “a los priístas nos da cohesión partidaria”.
Frente a las posiciones que pueden oponerse en el proceso legislativo al cambio a la Constitución, Bernal Gutiérrez emplaza a que se haga la discusión de posturas de manera abierta, que la gente se informe de lo que defiende cada parte, pero no en las calles, con la descalificación a priori, sino de manera razonada.
Afirma que los contratos de utilidad compartida ponen a Pemex en las áreas de exploración y exploración, en el escenario actual de la industria petrolera, en el cual ya ninguna compañía va sola, pues los yacimientos someros han acabado y se tiene que entrar a campos de mantos muy profundos, donde el margen de éxito es acaso de 30% y hasta 40% de probabilidades.
Como está Pemex, contrata proveedores que perforan y cobran por sus servicios y si no hay petróleo, Pemex se queda con todas las pérdidas. Se comparten riesgos sí, pero no la renta petrolera que queda a salvo y el Estado la recuperará por la vía de la legislación.
La transparencia del sector se fortalece, dado que informes, planes y toda contratación serán públicas y Pemex contará con una estructura afín a mostrar las operaciones y rendir cuentas. La empresa y en sector serán más vigilados con un efecto positivo: ganará eficiencia.
Las relaciones laborales, regidas por la Constitución y la Ley Federal del Trabajo, en un esquema en que el sector petrolero se abre a empresas en la fase de procesamiento industrial de los hidrocarburos, entrarán en una gama de posibilidades que la misma competencia las marcará. Si hoy hay sólo un sindicato petrolero, con más patrones, los trabajadores tiene libertad de asociación gremial, expresa el diputado priísta.
Sobre los efectos en el bolsillo de la gente, que pague menos por los energéticos, Bernal Gutiérrez subrayó que esa expectativa no son palabras al aire ni ideas que sólo salen bien en el pizarrón: “Si 35% del costo de la tortilla se va en gas y en vez de importar el energético a 13 dólares el pie cúbico, lo producimos a tres dólares, hay un diferencial de 10 dólares. Una buena razón para bajar el precio del alimento básico.
En San Lázaro, dice, están muchos de los legisladores de PRI, PAN, PRD, PVEM, PT que desde 2008 han sido interlocutores en el debate energético, así que “pronto sabremos en qué debemos resolver diferencias, sobre todo en la legislación de la reforma constitucional”.
Cuando Lázaro Cárdenas, el presidente más reverenciado de México, dio en aquel entonces el revolucionario paso de nacionalizar la industria petrolera de México en 1938, no sólo los mexicanos y latinoamericanos sino todos las naciones pobres se alegraron. Finalmente un país pobre saqueado desde hacía mucho por depredadoras potencias extranjeras, había ejercido su derecho de propiedad sobre la riqueza de su subsuelo. Había despedido a los países ricos que creían tener el derecho de acceder a esos recursos a muy bajo costo.
El petróleo es nuestro era el slogan del momento. Ahora 75 años después, Enrique Peña Nieto, el actual presidente, anunció planes para abrir la industria azteca de gas y de petróleo a los capitales extranjeros y privados. Es un jugada audaz, cuidadosamente armada y cargada de ideología sobre la nacionalización de recursos.
Peña Nieto analizó cada línea del hasta ahora sacrosanto artículo 27 de la Constitución que consagra la propiedad nacional y pública de los hidrocarburos e insiste que esta reforma sigue al pie de la letra la forma y el fondo de la intención de Cárdenas.
Este énfasis no sólo deja en claro que el presidente está manteniendo los cánones de la retórica corporativista del Partido Revolucionario Institucional, que recuperó el poder después de haber gobernado México durante la mayor parte del siglo pasado. A pesar de que en América Latina y en el mundo emergente las petroleras nacionales han buscado tecnología y capital extranjeros para explotar mejor reservas de difícil acceso, cualquier cambio a la propiedad nacional de estos recursos puede ser delicado.
Es cierto que a veces es difícil diferenciar la ideología aplicada a los recursos nacionales de la demagogia, o del interés nacional de los intereses creados. El nacionalismo de los recursos en Rusia quizás refleje el deseo de un grupo de proyectar poder, eliminar rivales y maximizar ingresos. En Venezuela, el difunto Hugo Chávez tomó recursos estratégicos para propagar su revolución bolivariana. Bolivia y Ecuador siguieron sus pasos. Pero aun en ese caso, el fin parecía menos una adquisición directa y más una apuesta para obtener mayores ganancias.
El año pasado Argentina, por supuesto, expropió YPF de Repsol, la petrolera española. Pero nadie pondría su brújula al amparo del peronismo, con su manera ligera de acercarse no sólo a la apropiación de los recursos soberanos sino a todas las gallinas de huevos de oro desde jubilaciones privadas hasta las reservas de los bancos centrales. Buenos Aires, siempre con falta de dinero para financiar sus políticas populistas, está tratando de seducir a Repsol para que regrese a sus reservas de shale gas de la Patagonia mediante un acuerdo intermediado por Pemex, la petrolera estatal azteca.
México también necesita dinero y tecnología para explotar su riqueza petrolera, especialmente en el mar. Se pasó al lado pragmático del nacionalismo de recursos, junto a Brasil, pero con una condición: México quiere compartir utilidades más que producción, lo que normalmente significa que las compañías inversoras no pueden registrar la propiedad de las reservas. La sombra de Cárdenas es grande pero México no está sólo en esta insistencia de que el petróleo es nuestro.
Lo gran hazaña de Cárdenas en 1938 quedó evidenciada más tarde en Irán, donde Mohammad Mossadegh, un nacionalista, fue derrocado en un golpe anglo-americano en 1953 por tratar de nacionalizar la industria petrolera de Irán.
Sin embargo, si uno habla hoy con miembros de la industria petrolera en Irán, surgen dos cosas: el petróleo es de ellos; pero les gustaría poder tener acuerdos con compañías extranjeras de primer nivel.
El nacionalismo de los recursos, en resumen, puede tratarse de la creación de naciones y de la construcción de instituciones o del robo y dilapidación de los recursos. El resultado probablemente dependa más de lo bien que esté regulada la compañía petrolera y no tanto a quién pertenece la propiedad de los recursos. No obstante, es difícil ver porqué la obsesión por la propiedad del petróleo es un anacronismo cuando se trata de una compañía nacional, pero no cuando proviene de una internacional. Las petroleras a las que les preocupa que el modelo de utilidades compartidas ofrecido por México no les permite tener reservas en los libros, sin duda podrán encontrar bancos que, por una comisión, conviertan los flujos de utilidades compartidas en activos tan sólidos como cualquier roca petrolífera.