Amado es el ejemplo de una tendencia cada vez más instalada en la Ciudad de Buenos Aires. Por la desconfianza que genera el servicio público de electricidad y el abaratamiento de la tecnología, cada corte de luz muestra una postal metropolitana inédita hasta hace algunos años, con grupos electrógenos de diverso tamaño que visten las veredas. Se los puede ver en casi todos los locales con mercadería perecedera, como supermercados, heladerías y bares. Pero su uso se extiende en hogares y hasta departamentos con balcón.
Las estadísticas corroboran la expansión de estos equipos. De acuerdo con datos provisorios de los importadores, el año pasado se trajeron al país por lo menos 505 equipos de hasta 275 kVA, dirigidos a casas, comercios, restaurantes e industrias pequeñas. Ese número, el más alto en cuatro años, está un 10% por encima del año anterior. De manera que la importación de equipos para hogares creció a pesar de la barrera al ingreso de productos que impone el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
Los equipos de más de 275 kVA, orientados a hospitales, shoppings e industrias de mayor porte, registraron una caída en 2012. De todas maneras, las 190 unidades que se importaron el año pasado están por encima de las 181 de 2009.
Los especialistas sostienen que su negocio está guiado por una exasperante lógica de la inminencia. "En días de corte de luz, si tenés el equipo en stock, lo vendés", explicó Henry Bateson, gerente de Operaciones de la división Power Systems de Finning Argentina, una de las principales compañías del segmento. Por eso la demanda es espasmódica: cuando la mayoría quiere estos equipos, es difícil encontrarlos. Para el directivo, la masificación del uso de grupos se debe a que la bonanza económica de los últimos años hizo que el comerciante esté más dispuesto a "perfeccionar su negocio con la compra de un equipo".
El razonamiento de Karina I., a cargo de varios locales abiertos a fines del año pasado en la avenida Avellaneda, parece responder a esa interpretación. "Después de algunos cortes de luz fuimos, en noviembre, a comprar un grupo electrógeno. Estábamos casi decididos por uno, pero seguimos buscando y fuimos a señarlo dos semanas después. Ya no quedaba ninguno. Tuvimos que esperar un mes más para tenerlo", explicó.
En la Argentina se venden equipos locales y extranjeros. Los precios tienen que ver con la calidad y son muy variables. Parten de US$ 300 y pueden llegar hasta US$ 5000 para una vivienda familiar, y hasta US$ 15.000 para un edificio. Los vendedores aseguran que una unidad austera, que puede darle luz a una casa pequeña, parte de $ 1000. Con US$ 500 alcanza para sumar la heladera y el televisor; con US$ 1000 para toda una casa grande menos el aire acondicionado, y con US$ 3000 para prácticamente todo lo que hay en una casa.
Alejandro, que prefiere no decir su apellido, es uno de los hombres más importantes de Fenk, una casa que se dedica a la venta de esta clase de equipos desde hace 60 años. Recuerda: "Hace 20 años comprar un grupo electrógeno era más caro que un departamento. Hoy se vende como un electrodoméstico en supermercados". Y enumera la lista de sus clientes: "Casi todos los negocios con productos perecederos lo tienen. En los countries, quien se hace una buena casa le agrega un equipo. Y los edificios nuevos, junto con las amenities , traen el grupo electrógeno. En una lluvia como la de la semana pasada, todo lo que esté en stock se vende".
El efecto contagio también juega. El miércoles pasado, luego de ver el grupo que tenía en la vereda Amado, su vecino de al lado, Carlos, compró un equipo y le dio luz a su quiosco. "Es para que no se derritan los helados", justificó.
Equipos en locales en Devoto, durante el temporal de la semana pasada
Generación propia
La ventaja de tener un grupo electrógeno.