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ANCASH: POTENCIA MUNDIAL DEL COBRE
22/10/2013
Alcadio Oña

Axel Kicillof, un Moreno 0 kilómetro

Clarín

La llegada de Miguel Galuc- cio a la presidencia de YPF fue presentada casi como el pase del año. Sin embargo, este hombre que vino de Londres y al que se le atribuye ambición por escalar muy alto ha sentido, en pocos días, el gusto amargo de la medicina K.

Hace una semana, recibió una dosis grande: el decreto firmado por Cristina Kirchner y armado por el secretario de Política Económica, Axel Kicillof, que regula por completo la actividad de petroleras y gasíferas. Y otra, este martes: la alianza estrátegica entre YPF y la venezolana PDVSA para encarar proyectos conjuntos que anunciaron la Presidenta y Hugo Chávez.

El decreto sorprendió a Galuccio justo cuando interesaba a gerentes de bancos internacionales sobre los beneficios de poner plata en YPF. La noticia lo dejó descolocado, en medio de una afanosa búsqueda de créditos y capitales para la empresa donde fueron expropiadas las acciones de Repsol.

Por decisión presidencial, Kicillof lidera un comité que controlará el des- tino de las inversiones, intervendrá en precios y utilidades, se ocupará de garantizar la competencia y de verificar el cumplimiento de obligaciones tanto tributarias como previsionales. Bajo este régimen, las compañías petroleras y gasíferas deben entregar toda la información que les exijan.

Según comentarios del mercado, Ga- luccio tampoco estaba al tanto del em- prendimiento con PDVSA: "Ni siquiera fue tratado por el directorio de YPF", dicen fuentes privadas. Uno más uno, dos: el fulgor del principio empezó a diluirse rápidamente.

Kicillof tiene acceso directo a Cristina y pesa fuerte en sus determinaciones. Con esa chapa, avanza como un pacman sobre las posiciones de otros.

Sólo en las formas, depende del minis- tro de Economía. Limitado al manejo de las finanzas del Estado y siempre bajo la amenaza de seguir perdiendo piezas, eso es algo que Hernán Lorenzino conoce de sobra. Pese a todo, no se lo nota muy preocupado.

La más reciente estrella del firmamen- to K también ha invadido el territorio del ministro Julio De Vido. Sin andarse con vueltas, ya había criticado la política energética el día cuando presentó el plan de estatización parcial de YPF.

Más aún, vuelve a sacudirlo en el de- creto que lleva su sello. "Del autoabaste- cimiento y la recuperación de las reservas hidrocarburíferas", se titula un capítulo clave del plan.

Queda claro: del autoabastecimiento y las reservas de gas y petróleo perdidos durante el kirchnerismo. Y si De Vido tiene responsabilidad por lo que pasó, es igualmente cierto que está en el Gabinete desde 2003.

"Alec", como lo llama Guillermo More- no, o "Alex", como le dicen en el balnea- rio uruguayo El Ensueño, donde tiene una casa que suele visitar los fines de semana largos, Axel Kicillof no para de extender su campo de acción. A él reportan los directores del Estado en empresas y entidades financieras de primera línea. Maneja los contactos con el Banco Mundial, el BID y la Corporación Andina de Fomento. Interviene en la relación comercial con China. Hay gente suya en Cammesa, la administradora del mercado eléctrico, y está metido en el recorte de subsidios y en planes para mejorar la competitividad de sectores productivos.

Algunas son áreas de su competencia. Y muchas otras las capturó con venia presidencial. Comparte con Cristina el modelo de intervención del Estado y la afición por el método de la sospecha permanente. Ella ha encontrado en él un perfil ideológico que le cae bien.

Quienes lo frecuentan, niegan que Kicillof se haya rodeado de un batallón de técnicos: "Son muchos, aunque no los 500 que se dice", afirman.

Es idea suya aumentar las retenciones a las exportaciones de soja, pero dispara que el corralito cambiario nunca pasó por su cabeza. Y ahora que las acciones de Moreno parecen en caída, "el pendex", como lo ha bautizado la Presidenta, emerge semejante a un Moreno 0 kilómetro.

Si pudiera sacar de la cancha al secre- tario de Comercio, no dudaría. Aún así, debiera saber que también en el cielo K existen las estrellas fugaces.

Ninguna administración empieza y termina con los mismos funcionarios. Pero una cosa distinta es un modo de gestionar del Gobierno que, a menudo, echa poca claridad sobre el rumbo que quiere imprimirles a las actividades económicas. Como afirma un ex ministro que atravesó por etapas convulsionadas de la historia reciente: "Las señales por lo menos a seis meses vista son siempre imprescindibles y sirven para dar certezas sobre adónde vamos. Más, cuando las inversiones están cayendo".

Salvo escasas excepciones, algunas breves, el universo K no admite la posi- bilidad de un jefe de Economía con capacidad de decisión, ni alguien inclinado a confrontar ideas: en fin, nadie que haga sombra. Y es otra rareza que secretarios de Estado o supuestos viceministros desempeñen papeles más relevantes que sus ministros, sin consultarlos, a veces sin siquiera comunicarles medidas que han acordado en la Casa Rosada o en Olivos.

Así sea a la manera de cada cual, cuidar las jerarquías trae el beneficio de no depreciar al funcionario de mayor rango.

Para el kirchnerismo, el poder cen- tralizado y el sistema radial donde todo confluye en una o pocas personas son la mejor fórmula para definir acciones. De ese modelo viene su escaso apego por los equipos y el trabajo coordinado entre varias áreas del Gobierno.

Y ni hablar de conferencias de prensa, aunque sirvan al solo fin de aclarar du- das e informar a la gente. En ese mundo, las preguntas son siempre molestas.

Francisco Olivera

Axel, el locuaz profesor que va por todo

La Nación
La broma no le cae bien a Hernán Lorenzino. Pero viniendo de la Presidenta, y aunque provoque risas entre los colaboradores que frecuentan la quinta de Olivos, lo mejor será soportarla con abnegación. Cristina Kirchner le ha encontrado un sobrenombre a su ministro de Economía. Lo llama "Alf". Y explica que, últimamente, cada vez que lo consulta sobre alguna inquietud económica, el jefe del Palacio de Hacienda contesta con una frase que remite al entrañable personaje televisivo del planeta Melmac: "¡No hay problema!".

El comentario sería inocente si no se diera en el contexto de un trastocamiento sin precedentes en la administración. En la Argentina, desde hace meses, los funcionarios económicos con mayor poder son dos secretarios de Estado: Axel Kicillof (Política Económica) y Guillermo Moreno (Comercio Interior). Lorenzino es en el organigrama el jefe de ambos.

La modalidad es en rigor una de las herencias de Néstor Kirchner. Pero tiene desde la muerte del líder un protagonista excluyente en Kicillof, el profesor universitario al que cualquiera que haya tenido la oportunidad de contactarlo dirá que da gusto escuchar. Como Moreno, este economista doctorado con 10 y graduado en la UBA con diploma magna cum laude y promedio general 8,24 (1° de entre 122 alumnos), es un buen diagnosticador de los problemas. Una destreza que, en un entorno de poder radial que tiene a la Presidenta como núcleo inapelable, resulta decisiva para ganar espacios.

Kicillof tiene, de todos modos, una ventaja sobre Moreno: sus pares del Gobierno no lo responsabilizan, como sí lo hacen con el secretario de Comercio, de un fracaso tan visible como el de la política cambiaria y la inflación. Y pasan por alto, por ahora, su primera gestión en el Estado, que ubicó a Aerolíneas Argentinas en 2010 en el podio de las tres empresas aéreas con mayores pérdidas de la tierra.

Es cierto que en el universo de Cristina Kirchner los estrellatos son fugaces. Pero el momento le alcanza a Kicillof para permitirse algunas licencias en estos días. Por ejemplo, descargar en privado su creciente malestar con Julio De Vido, el ministro de Planificación. O, más relevante, confeccionar planes que podrían cambiar para bien o para mal el destino de la Argentina. El más reciente: la intervención en la industria petrolera, contemplada en el artículo 1° de la ley de expropiación de YPF. Aunque la iniciativa fue votada en el Congreso por amplia mayoría, sorprendieron en estos días cuestionamientos entre sus propios apuntaladores. "El Gobierno pasó, del extremo de la ausencia del Estado como regulador, a un Estado omnipresente que pretende regular hasta el último detalle", se ofuscó, por ejemplo, el senador Ernesto Sanz, que votó a favor.

Resultó, en cambio, natural la crispación de las compañías. Mantuvieron esta semana catárquicas reuniones en la Cámara de la Industria del Petróleo y se tranquilizaron después, ante algunos mensajes que, como suele ocurrir en este sector, partían de la única área que las escucha: el Ministerio de Planificación. Pero De Vido, líder de esa cartera, ya no tiene el poder de antes. Y aquel decreto 1277 lo despojó incluso del penúltimo de los nichos que alguna vez condujo con abrumadora discrecionalidad, la energía. Ya había perdido el transporte; le queda la obra pública. "No hay nada de intervención, estoy azorado por las cosas que he leído", se quejó en C5N el ministro, al día siguiente de publicada la norma, después de ver las tapas de los diarios. Bastaba en realidad con leer el Boletín Oficial; pareció más bien un mensaje hacia dentro.

El otro avance de Kicillof es todavía un proyecto. Tiene ya terminado, y en algún caso transmitido a confidentes, un plan para intervenir el sistema de salud. Si el borrador es aceptado, será una doble carambola: una caja interesante que, como efecto residual, socavará el poder de los gremios. El martes, en una reunión reservada, algunos sindicalistas advertían sobre lo que juzgan una distracción propia y peligrosa: la intervención podría sorprenderlos mientras discuten con fervor las peripecias de Hugo Moyano, Gerardo Martínez y Antonio Caló. "Si estatizan, van a terminar uniéndonos a todos", fue la conclusión de ese encuentro.

Al contrario de lo que imaginó en principio parte del kirchnerismo, el brillo de Kicillof dista de ser tropo de nuevas escaladas personales. Sobran aspirantes, pero no todos los directores que la Anses desparramó por las empresas tienen una instrucción acorde con las funciones.

Y hay que decir que ni siquiera Kicillof es infalible. Hace dos meses, por ejemplo, convenció a Cristina Kirchner de que era absurdo que los Eskenazi y Repsol hubieran estado importando arena en YPF. La Presidenta expuso el concepto en público el 4 de mayo en el Salón de la Mujer, donde prometió instruir al INTI y a la compañía a "buscar un lugar donde haya arena". Será un esfuerzo significativo. La arena proppant , usada en el sector petrolero para fracturar el suelo en los pozos, no es la misma que la de Mar de Ajó o Villa Gesell: es un insumo que no se produce en la Argentina y que las empresas importan tradicionalmente de Brasil. ¿Por qué entonces el resto de la nueva militancia debería estar al tanto de todo? Pedagógicos como nunca, ejecutivos de Aeropuertos Argentina 2000 le ofrecieron días atrás a un director por la Anses contratarle un asesor con todos los honorarios pagos. Intentan evitar un método que últimamente retrasa las decisiones: el director escucha la iniciativa de la empresa, consulta fuera, vuelve, reprueba, recibe una segunda idea, vuelve a requerir consejo, y así.

Pero hay ámbitos en donde no se toman todo con tanta soltura. "¡Aplaudí, ortiba!", escuchó el jueves un socio de la Bolsa, durante el discurso de la Presidenta en la entidad. Le hablaban a él; no estaba acompañando la ovación a la oradora. En realidad, el protocolo de la Casa Rosada y la militancia habían acaparado completamente el recinto. Tanto, que hubo un entredicho por la difusión de una foto que resultaba incómoda al Gobierno: era en el despacho del presidente de la Bolsa y mostraba a Adelmo Gabbi, a ministros de Cristina Kirchner y a Mauricio Macri.

Pero la dirigencia bursátil no debería culpar del todo a los nuevos de la política. Ya en la entrada del edificio habían tenido prioridad de paso otros más tradicionales, convocados por la Secretaría de Comercio Interior. A quienes los anfitriones no pudieron, como suele decir Kicillof cuando busca atenuar travesuras del establishment , "disciplinar".

El poder tiene este tipo de coincidencias semánticas. No es caprichoso el adjetivo elegido por algunos lobbistas para definir al viceministro. Dicen que es un Moreno sofisticado.

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