La amenaza nuclear está a unos pocos kilómetros de la provincia
Uno Ente Ríos
Atucha está a la vera del río
Paraná, en la costa vecina al sur entrerriano. Un especialista planteó que ninguna central está exenta de accidentes y advirtió que en el país no hay planes de emergencia.
Argentina posee dos centrales nucleares, que generan el 7% de la energía eléctrica que se consume en el país. Una de ellas es Atucha –la otra Embalse (Córdoba)– emplazada en el partido de Zárate (Buenos Aires), a la vera del río Paraná. Frente a la costa del sur entrerriano se erige el complejo que opera desde 1974, junto con Atucha II, cuya construcción se había iniciado en los 90 y luego de un largo paréntesis, su ejecución se retomó en 2006.
Lo acontecido en Japón y la propagación de una columna de materiales radioactivos ya genera preocupación más allá de las fronteras niponas. Brasil, por ejemplo, dispuso realizar exigentes controles a todos los productos provenientes de Oriente. Mientras tanto, en Estados Unidos ya se detectaron residuos radioactivos en la leche.
Para demostrar seguridad, hay quienes afirman que por su ubicación, Atucha no tiene riesgos de tsunami ni terremotos. Pero en realidad, la vulnerabilidad de las centrales nucleares no sólo depende de esos eventos.
Ante la consulta de UNO, el biólogo Raúl Montenegro –especialista y prestigioso profesional presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente– advirtió que “ninguna central nuclear está exenta de sufrir un accidente nivel 4, 5, 6 o 7 en la escala del INES” y en ese sentido, alertó que las autoridades deberá asumir que “Fukushima está a la vuelta de la esquina”. Sostuvo que “el país no está preparado para enfrentar acontecimientos como los vividos en Japón” y responsabilizó a las autoridades nacionales y también “a los gobiernos de las provincias que tienen reactores nucleares, como Córdoba y Buenos Aires, y en las que podrían verse afectadas en caso de accidente grave, como Entre Ríos y Santa Fe”, por la falta de preparación.
El titular de la organización no gubernamental cuestionó que los simulacros abarquen sólo 10 kilómetros de la central, ya que en caso de accidente grave puede extenderse hasta 300 y 700 kilómetros.
En la entrevista con UNO, mencionó la peligrosidad que revisten las descargas que la central Atucha realiza sobre el río, y consideró “lógica y sensata la medida dispuesta en Brasil”, como modo de prevención y precaución por la llegada de productos provenientes de Japón.
–¿Los materiales radioactivos propagándose por distintos países puede llegar al país? ¿Qué riesgos reales tiene esa radiación detectada, como por ejemplo en leche, en EEUU?
–Ante todo la radiación no se transporta, lo que se mueve –actualmente- son materiales radiactivos (radioisótopos) descargados por Fukushima. Estos radioisótopos son los que producen radiación ionizante (partículas Alfa y Beta, radiación Gamma). Cuando se descargan en lugares alejados, y esos sitios tienen sistemas de monitoreo, hacen aumentar el nivel de la radiación, es más alto. Eventualmente pueden medirse cuáles son los materiales radioisótopos responsables de ese aumento. La radiación de fondo ya supone un riesgo para la salud, y cualquier aumento de ese fondo aumenta el riesgo. Como la leche procede de la cadena pasto-vaca-ser humano, los radioisótopos puede acumularse (por ejemplo Estroncio 90, Iodo 131).
–¿Los países deben adoptar medidas como Brasil, que dispuso severos controles para todos los productos provenientes de Japón?
–Es una medida lógica y sensata porque el riesgo deriva no solamente del nivel de radiación que tengan elementos contaminados, sino del tipo de material radiactivo que produce esa radiación. El gobierno nacional, contrariamente a otros países -incluso contrariamente a Francia, el país más nuclearizado de la Tierra- optó, sin base científica, por descartar que Atucha I y Embalse pudieran sufrir accidentes como los ocurridos en Japón. Las autoridades parecen estar más interesadas en proteger los fastuosos anuncios nucleares que en proteger a sus ciudadanos.
–¿El país está preparado para enfrentar un accidente de ese tipo? Los departamentos Gualeguay e Ibicuy en Entre Ríos están muy próximos Atucha, del otro lado del río. ¿Deberían ser contemplados en simulacros de planes de evacuación para casos extremos?
–Los ciudadanos de Argentina no están preparados, y la responsabilidad recae en las autoridades nucleares de la Nación, en los gobiernos de las provincias que tienen reactores nucleares, como Córdoba y Buenos Aires, y en las que podrían verse afectadas en caso de accidente grave, como Entre Ríos y Santa Fe. Los ciudadanos de Uruguay tampoco están preparados y su gobierno es el principal responsable. El impacto radiológico en caso de accidente grave puede extenderse en un radio de hasta 300 y 700 kilómetros alrededor de la central siniestrada, y esta cifra es conservadora. Las autoridades nucleares, temerosas de que la sociedad advierta el verdadero peligro de sus instalaciones, ha limitado durante años los simulacros a 10 kilómetros alrededor de cada central, un acto verdaderamente irresponsable.
–La necesidad de reemplazar el uso de combustibles fósiles frente al aumento sostenido en el consumo de la electricidad llevó a varios países a optar por la tecnología nuclear. ¿Cuáles serían las energías recomendables para utilizar?
–Argentina no tiene un programa energético serio y consensuado que privilegie el ahorro y las fuentes blandas. Tanto el gobierno de Néstor Kirchner como el de Cristina Fernández fueron mal asesorados por las autoridades nucleares y por Julio de Vido, un arquitecto que no sabe distinguir el Iodo 131 del cemento. Seguir manteniendo un programa nuclear fastuoso y con peligros inimaginables para que solamente produzca el 7% de toda la energía eléctrica consumida en Argentina es un despropósito. La sombra de Fukushima flota sobre la cabeza de los funcionarios –y sobre todos nosotros- pero el gobierno nacional, que en su ignorancia vaticinaba que toda la energía eléctrica de Argentina sería producida algún día por centrales nucleares, quedó atrapado en sus delirios y no sabe cómo salir. Fukushima encendió dramáticas luces rojas que Julio De Vido nunca vio.
–¿Qué sucederá con los anuncios nucleares hechos por el gobierno nacional?
–Es difícil predecirlo. De todos modos el gobierno nacional y los gobiernos provinciales de Córdoba y Buenos Aires pasan a ser responsables principales de lo que suceda en los reactores, ambos con pésimos antecedentes de seguridad. El gobierno nacional tomó decisiones con el mismo sello autoritario de las dictaduras militares y violó impunemente normas sobre evaluación de impacto ambiental y audiencias públicas. La extensión de la vida útil de Embalse y la construcción de un peligroso parque nuclear en Lima son ilegales. Junto a Atucha avanza la construcción del Carem 25 y Atucha II, y quieren colocar Atucha III. Si Cristina Fernández o Julio de Vido tienen dudas que revisen la distancia entre Fukushima y Tokyo, y asuman -porque van a tener que hacerlo, tarde o temprano- que Fukushima está a la vuelta de la esquina. Ninguna central nuclear está exenta de sufrir un accidente nivel 4, 5, 6 o 7 en la escala del INES. Por si semejante irracionalidad no fuera suficiente,la Nación y Formosa pretenden construir junto al río Paraguay un reactor Carem 150 sin haber consultado a los formoseños e ignorando irrespetuosamente al gobierno del Paraguay, donde ciudadanos y funcionarios se están movilizando en contra.
“Dosis aceptables” de materiales radioactivos al río
Respecto a las descargas de materiales radioactivos que la central Atucha realiza al río Paraná durante sus operaciones habituales, el biólogo, docente y dirigente ambientalista planteó que “toda descarga de materiales radiactivos y radiación ionizante es de riesgo para los organismos vivos. Atucha I es un reactor antiguo cada vez más inseguro a medida que nos aproximamos al fin de su vida útil. Ha sufrido numerosos accidentes y su seguridad ha sido criticada en la década de 1980 por las propias autoridades nucleares, por el CALIN, un organismo de control anterior a la autoridad regulatoria nuclear”.
Así, además de esos accidentes, citó que Atucha I descarga rutinariamente al río una extensa lista de materiales radiactivos, entre ellos Tritio 3, Zirconio 95, Cesio 137 y 134, Estroncio 90, Cromo 51, Niobio 95, Cerio 141 y 144, Gadolinio 153, Iodo 131, Rutenio 106 y 103, Cobalto 60, Antimonio 125, Bario 140, Manganeso 54, Plata 110 M, Zinc 65 y Curio 51. El aire –en tanto- recibe Tritio 3, Xenón 133, Xenón 135, Kriptón 85, 85 M y 88, Niobio 95, Zirconio 95, Cerio 144, Rutenio 103. Cerio 141, Antimonio124 y 125, Cobalto 60, Hierro 59, Plata 110m y Iodo 131.
“Todos sabemos que las bajas dosis de radiación son peligrosas, pero la Autoridad Regulatoria Nuclear autoriza estas descargas aduciendo que lo permiten regulaciones internacionales. Lo que olvidan decir es que son dosis ‘aceptables’, no dosis de protección de la salud”, remarcó.
El aumento de la radiación y su incidencia en la salud
Ante la consulta acerca de la veracidad respecto a que un aumento de radiación, por pequeño que sea, es susceptible de incrementar la incidencia de enfermedades hereditarias o del cáncer, Montenegro planteó que “cualquier valor de radiación ionizante supone riesgo para el ser humano y otros organismos. No hay ningún valor de radiación seguro. Incluso la radiación natural de fondo afecta la salud. Pero de ella no nos podemos escapar”.
Sin embargo, planteó que “lo inaceptable es que la industria nuclear, en forma rutinaria y accidental, haga elevar ese fondo natural y agregue radioisótopos no presentes en la naturaleza, como Iodo 131, Cesio 137 o Plutonio 239. Por eso la industria nuclear desarrolló la noción de ‘dosis aceptable’: sus operaciones y sus descargas radioactivas pueden continuar mientras no se sobrepase una determinada cantidad de muertes y enfermos”.
Prestigioso ambientalista
Raúl Montenegro es biólogo, presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (Funam), profesor Titular de Biología Evolutiva de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue Premio Nóbel Alternativo 2004 (RLA-Estocolmo, Suecia), Premio Global 500 de Naciones Unidas 1989 (UNEP-Bruselas, Bélgica), Nuclear Free Future Award 1998 (Salzburgo, Austria) y Premio a la Investigación Científica de la Universidad de Buenos Aires (UBA).